En los últimos días hemos asistido al horror show, o cobertura que han hecho los medios masivos de comunicación a partir de la denuncia sobre una organización de explotación sexual infantil y corrupción de menores, en la que el ex ganador y luego productor de Gran Hermano, Marcelo Corazza era integrante así como también varios famosos. En ese marco, en Intrusos, un programa de tv abierta, el pasado viernes 29 de marzo fue invitada la psicóloga Celia Antonini quien aseguró que en la pedofilia “el deseo sexual está puesto en menores de edad”. “Esto es una orientación sexual (la pedofilia). Entonces pueden relacionarse normalmente, como cualquiera de nosotros. Pero el deseo sexual está puesto en menores de edad”. A raíz de esas aseveraciones los repudios se hicieron oír alto y fuerte entre organizaciones LGBT+, psicólogxs, psiquiatras, sobrevivientes de abuso, madres y quienes protegemos niñeces abusadas.
Una vez más tenemos que volver a repetir lo ¿obvio? La pedofilia no es una orientación sexual, es un delito.
Cuando hablamos de pedofilia, nos estamos refiriendo a una situación de violencia sexual, que ocurre en una relación desigual de poder entre un/x agresor/x adultx sobre unx niñx e implica un sometimiento del menor mediante amenazas, engaños, imposicion de secretos, etc. La justicia entiende que un/x menor de edad bajo ningún punto de vista puede dar su consentimiento y/o acuerdo para estar sexualmente con una persona que es mayor de edad.
TEORÍA KING KONG
La lesbiana feminista Virginie Despentes, en Teoria King Kong un libro que ha sido best seller en Argentina, pero que pareciera que no se hubiese leído, plantea que la violación es la base de las sexualidades, es decir que no se trata de situaciones extraordinarias, aisladas y/o periféricas, ni excepcionales. Se trata de un sacrificio central y omnipresente que podemos encontrar en las artes desde la Antigüedad, en los relatos mitológicos, etc. Allí la representación es de hombres forzando a mujeres. Se desprende que la condición femenina requiere que seamos culpables por lo que otros nos hacen. Por lo tanto, somos consideradas responsables del deseo que suscitamos. La violación, para Despentes, es un programa político preciso, es la representación cruda y directa del ejercicio del poder y designa a un dominante y organiza las leyes del juego para permitirle ejercer su poder sin restricción. Goce de la anulación del/x otrx, de su palabra, de su integridad, de su voluntad. Si bien Despentes está pensando en el par varones-mujeres adultxs, podemos extender ese planteo hacia la violación y el abuso sexual de menores, formando también parte de esa trama que ella describe.
Volvamos a la pedofilia, el problema de plantear y aceptar la afirmación “la pedofilia es una orientación sexual” siguiendo a Sara Ahmed es que vuelve accesible a lxs niñxs como sujetxs que pueden ser deseadxs por adultxs. El mismo discurso construye a lxs niñxs como sujetxs de deseo y así legitima una práctica que hoy en nuestro país constituye un delito penal.
Decir que la pedofilia es una orientación sexual es algo más grave que desinformar, es legitimar una práctica de abuso y sometimiento, de ejercicio de poder, y por otro lado es violento y dañino hacia quienes han sobrevivido esas prácticas, y a quienes acompañamos a niñxs y adolescentes abusadxs. Así como también hacia quienes fueron históricamente perseguidxs por su orientación sexual.
Es una pedagogía pedófila en la medida que nos centramos en el efecto de disciplinamiento que produce, las diversas prácticas discursivas que se han desplegado en los medios legitiman una práctica sexual que es considerada un delito por el código penal. Hemos asistido al show de los victimarios llorando ante las cámaras, contando "su versión de los hechos", hemos oído “Mientras la justicia procede los acusados tienen derecho a defenderse”, “No podemos condenar sin pruebas”, “Pudo ser una calentura”, etc. En aras de la verdad, de quién tiene razón, es tan importante no perjudicar a alguien con una condena judicial como hacer justicia condenando a un responsable de abuso. Pero la balanza con esa retórica suele inclinarse hacia los victimarios. El efecto es la protección de los abusadores a la vez que disciplina a quienes han atravesado situaciones de abuso y/o violaciones para que se mantengan en silencio y se hundan en la culpa.
SIN CÓDIGOS
¿Qué estamos diciéndole a sobrevivientes de abuso y a quienes lxs acompañan? ¿Cuál es el mensaje que estamos transmitiendo como sociedad cuando en horario prime time en la tv abierta una especialista, una persona avalada por el campo psicologico sostiene que la pedofilia es una orientación sexual y no la repudiamos? ¿A quién le conviene afirmar que la pedofilia es una orientación sexual en lugar de un delito? ¿A dónde nos llevaría permitir que se instalase que la pedofilia es una orientacion? ¿Están apuntando a reformar el código penal?
El activismo LGBT+ históricamente ha dado una fuerte discusión a los discursos conservadores y guardianes de la normalidad heteronormada para vivir plenamente su deseo, para desterrar la criminalización de nuestras existencias. Pero es fundamental recordar una diferencia clave, en todos los casos estábamos hablando de prácticas sexuales consentidas entre adultxs.
¿Como vamos a prevenir y proteger a lxs niñxs si se justifica la violencia sexual hacia ellxs al plantearla como una orientación sexual más?
Cada pueblo tiene sus zonas innegociables, límites afectivos que suscitan un “No” como respuesta. Son los lugares donde se disputa el cómo vivir, concretos, inmediatos. Cuando algo obliga a explicar esas zonas se produce un raro efecto, es difícil argumentar sobre lo obvio: "no se vulneran niñxs”, “a lxs niñxs no se lxs viola”. Pero precisamente ese límite en la sensibilidad colectiva se cruza cuando se embiste lo que creemos obvio. Lo "obvio" es nuestro terreno de disputa y pareciera ser entonces que decir que “No” es todo lo que importa para mantenernos vivxs, vivxs realmente.
La Línea 137 desde 2006, a través del Programa Las Víctimas Contra Las Violencias (PVCV) coordinado por Eva Giberti, brinda contención, asistencia y acompañamiento a quienes han padecido violencia familiar y/o sexual y de grooming.