Debe haber pocas situaciones en la que la naturaleza humana se empecina en emerger como en las reuniones de consorcio. Esos encuentros obligados de una comunidad de vecinos termina siempre, por más esfuerzo que se haga para mantener dosis lógicas de civilización, haciendo aflorar los instintos más genuinos de cada propietario. Ese ámbito de discusión e intercambio es el lugar en el que transcurre Votemos, una obra teatral que con humor e ironía hace foco en la relación que un grupo de vecinos tiene con la salud mental, en una suerte de botón de muestra de lo que hoy sucede en la sociedad en torno a esta problemática de la que se habla poco y con nula información. “La obra pone en juego la ignorancia con la que nos manejamos ante lo diferente”, detalla Gustavo Garzón en la entrevista con Página/12, ante la mirada atenta de Muriel Santa Ana y Carlos Portaluppi, protagonistas de la comedia que se estrena el jueves en el Metropolitan junto a Agustina Cherri, Virginia Lago, Juan Gil Navarro, Tomás Kirzner y Alan Daicz.
¿Qué tanto sabemos sobre la salud mental? ¿Cómo nos relacionamos con alguien que padece una patología vinculada con la mente humana? ¿Qué pasa cuando el deber ser inclusivo declamado en palabras se tiene que plasmar en la práctica cotidiana? Esos son algunos de los interrogantes que sobrevuelan a Votemos, la comedia dirigida por Daniel Barone que parte de un disparador bien sencillo: siete vecinos se juntan en una reunión de consorcio para votar un necesario y postergado cambio de ascensor. Lo que debía ser un trámite ante el apoyo de todos se convierte en un infierno de miserias, miedos y egoísmo cuando se enteran de que un inquilino con problemas de salud mental se sumará a la comunidad. Nadie sabe su diagnóstico, pero la simple noticia de que tiene un “problema mental” derribará las máscaras y mostrará la verdadera naturaleza de cada propietario.
“La obra propone un juego dinámico, entretenido, yendo hacia lo grotesco, pero sin perder el anclaje sobre el disparador de qué hacemos los seres humanos con nuestros miedos e ignorancia”, plantea Santa Ana. “Votemos refleja el pánico que tenemos todos ante la famosa y no tan querida y santa 'seguridad' sobre el mundo que construimos. Mi personaje considera que ella y sus vecinos son saludables, pero no así el inquilino. Claro que cuando todos empiezan a hablar te empezás a preguntar quiénes son, en realidad, los saludables”, reconoce la actriz.
Votemos es la adaptación teatral argentina del cortometraje español Votamos, nominado a los Premios Goya en 2022 y pre-seleccionado para la “Shortlist” de los Premios Oscar. “Se tuvo que trabajar mucho en la ampliación y desarrollo de la obra, para hacer de un cortometraje una pieza teatral. Hubo un ida y vuelta con el autor permanente, ajustándola al hecho teatral pero también a nuestra cultura. Si bien la temática es la misma, el lenguaje es diferente”, explica Portaluppi, en relación al trabajo de transposición de la pieza teatral que el año próximo tendrá también sus adaptaciones en España, México y Canadá.
Dimensión desconocida
El trío de actores coincide en que Votemos es una comedia disparatada, con mucho ritmo, pero que también sirve para que la sociedad toda, y en especial el público, pueda hacer una introspección sobre sus propios comportamientos respecto a la salud mental. Una problemática que atraviesa cada ámbito del mundo contemporáneo pero que sigue siendo objeto de la estigmatización y del miedo. El o la loquita es un fantasma amenazante y amenazador para un sistema capitalista que quiere humanos consumidores en serie.
“La obra -detalla Garzón- pone en juego la ignorancia con la que nos manejamos ante lo diferente. Tampoco se puede juzgar a la gente por esa ignorancia porque de la salud mental se sabe muy poco. Se habla, pero ni la ciencia sabe mucho. La mente humana sigue siendo un misterio. Tener un 'problema mental' es de una vaguedad importante, porque puede ser una patología leve a una mucho más grande. Pero evidentemente tener un problema mental atemoriza a muchos, ante la ignorancia propia y de la ciencia. Lo gracioso en la obra es que expone esa reacción, mostrando cómo cada vecino cuestiona al nuevo inquilino sin saber el diagnóstico, suponiendo de acuerdo a sus miedos, antecedentes o conocimientos sobre la salud mental. En vez de averiguar de qué se trata, los personajes prejuzgan y presuponen”.
-Actitudes que, lamentablemente, pasan todo el tiempo en la sociedad actual.
Gustavo Garzón: -En la obra, como en la vida, cada cual tiene una mirada respecto al problema mental de acuerdo a su historia y proyectan eso al nuevo inquilino. Lo bueno y lo malo es que todos tienen razón y ninguno la tiene, en realidad. Porque aún el que parece tener razón y predica con aparente sustancia, tampoco la tiene. En el fondo nadie sabe de lo que está hablando. Eso es lo más gracioso y dramático. La obra muestra lo que somos como sociedad, donde nos encanta hablar y opinar como si supiéramos de todo. Todos repetimos como loritos frases hechas sobre la inclusión y el respeto, pero cuando nos toca nadie sabe para dónde disparar. Cuando la realidad llega, las frases desaparecen. Es una comedia sobre un tema delicado. El autor tiene la virtud de hacer de Votemos una comedia disparatada sin perder el rumbo y el cuidado que requiere ahondar en la salud mental y todo lo que provoca.
Muriel Santa Ana: -La realidad es que cada personaje ocupa un rol dentro de la obra. El rol de cada personaje es enunciar determinadas cosas, prejuicios, miedos e ignorancias, que en realidad podrían ser dichas por cualquier de los que protagonizan la obra. El denominador común que envuelve a todos los personajes es el miedo y la ignorancia. El miedo no te permite relacionarte con algo nuevo, aprender sobre algo desconocido, hacerte preguntas y permitirte entrar en contradicción. Lo digo porque nadie está a salvo. Ni en la obra ni en la vida.
Carlos Portaluppi: -Mi personaje, Fernando, podría ser un ejemplo extremo de eso. Es un taxista, integrante de esta reunión de consorcio, que tiene bastantes problemas consigo mismo. Pero en particular con el más joven del edificio, con el que tiene una relación muy violenta. Es un hombre que, además, tiene relaciones extramatrimoniales, pero fundamentalmente es alguien con un nivel de tolerancia mínimo. Es un ser que saca todas las mierdas y miserias que uno tiene dentro y que trata de controlar permanentemente, porque uno es un ser social y educado. Representa al famoso “enano fachista” que todo el mundo tiene, pero que mi personaje lo saca a relucir con mucho gusto.
-La obra aborda el problema de la salud mental, ¿pero en realidad lo que subyace en la trama es el miedo al diferente, a lo desconocido?
M. S. A.: -La obra me permitió averiguar, leer y charlar sobre la salud mental, más allá de ejemplos cercanos que todos podemos tener en nuestras familias o amigos, de personas que padecen una condición. Entre las que me incluyo, como neurótica que vive en una ciudad como Buenos Aires, que estoy en tratamiento hace 25 años. Me interrogó como una persona que trata su salud mental. No me victimizo, para nada. Quiero decir: si no nos ocupamos de nuestra propia salud mental, si no somos conscientes de nuestra propia fragilidad, si no vemos que no somos seres acabados que todo lo sabemos, si no nos hacemos preguntas a nosotros mismos, es imposible que puedas mirar con un ojo empático hacia afuera. Los protagonistas son personas que están llenos de supuestas “verdades”. Cuando uno cree que tiene “la” verdad, o posee todas “las” verdades, no tiene que jactarse. Mas bien todo lo contrario: debería avergonzarse.
G. G.: -Lo diferente asusta. Por las dudas. Hay gente que se anima a dar ese paso a conocer lo diferente, pero hay muchos que no se animan y se autoexpulsan y se aíslan, quedándose solos. O lo que es peor: expulsan y mandan al ostracismo al que no es como ellos. El disparador podría ser cualquier tipo de diferencia a lo normalizado en cada comunidad.
-No deja de ser paradójico que en un mundo globalizado, donde se tiene al alcance de la mano culturas e información sobre cualquier cosa, lo distinto cause un mecanismo social de aislamiento o ataque hacia la otredad.
G. G.: -Sí, lamentablemente. De cualquier manera, hemos evolucionado bastante en los últimos 50 años. Décadas atrás a una persona discapacitada se la escondía en la casa porque mucho la consideraban “un monstruo”. Hoy eso no pasa, pueden salir, tienen seguridades que antes no. Los cambios tampoco se dan de un día para otro. Las sociedades van evolucionando con los siglos, no con los días o con los medios.
C. P.: -Nos falta mucho, desde ya. El feminismo creo que contribuyó muchísimo en todo esto, en estas etapa de intento de cambio. Digo intento porque pese a los avances siguen sucediendo femicidios y crímenes aberrantes a mujeres. Si bien la obra no trata sobre lo que sucede con las mujeres, si hablamos de cambios sociales y culturales no se puede negar la influencia del feminismo en ese proceso. Es un movimiento que nos ayudó a reflexionar y a intentar ser un poco mejores.
La ficción y la realidad
-¿Creen que esos cambios sociales pueden hacer que Votemos sea recibida por el público como una comedia pero también como una obra para la reflexión?
M. S. A.: -Cuando se hace una puesta de una obra de teatro, o de cualquier tipo de expresión artística, uno nunca sabe si es el momento social o no para estrenarse. Eso se va determinando a media que la obra empieza a andar y se completa con la mirada del espectador. Nunca se sabe antes si es el momento o no para que se escuche una determinada cosa. Creo que Votemos tiene algo lindo: no tiene un final cerrado, sino que es abierto. Tanto en su resolución como en el proceso. La obra es muy entretenida, pero a la vez propone cierta emancipación del espectador, al menos para que se haga preguntas. Yo fui lectora de la obra antes de actuarla y me hice preguntas. Si con una sola lectura me hizo preguntar e investigar sobre la salud mental, espero que a los espectadores les pase algo parecido con la obra, que es una comedia popular, entretenida, pero que pone el cuerpo al servicio de determinadas ideas sobre el mundo y los seres humanos y los vínculos. Es un ejercicio que por suerte los actores, directores y los actores podemos hacer.
-En cuanto a la actuación, el hecho de que Votemos trate un tema tan delicado, ¿les requiere un compromiso mayor?
C. P.: -El compromiso es igual. Nosotros nos ocupamos de transmitir el sentimiento del autor. Los actores somos instrumentos para transmitir un pensamiento. Más allá de esa temática y las intenciones, a Votemos le ponemos la misma energía y amor que a cualquier otra obra, sea teatro, cine o TV.
M. S. A.: -Los que tenemos la posibilidad de elegir, de a veces decir que “no”, porque tener el privilegio del “no” es una brújula importante que va formateando una identidad, hace que te entregues a experiencias y proyectos con muchas ganas. Nuestra vida está muy unida a nuestra tarea. Para los actores la vida y la profesión son indivisibles. Nadie puede estar en piloto automático y dedicarse a la actuación. Hay proyectos que te demandan una determinada energía, universos del arte que tienen sus particularidades, pero el compromiso es el mismo. Si en algún momento tuviste un fuego, una llama interna que te hizo tomar la decisión de ir por este camino, poder estar en contacto con ese primer impulso siempre te mantiene vital. Ese primer impulso uno lo tiene que llevar a todos lados.
Proyectos para todos
La vida de los actores en este año no se limitará a Votemos. De hecho, Garzón tiene entre manos la dirección de dos documentales. “Uno sobre el origen de William Shakespeare, que se va a filmar en Inglaterra, y otro lo filmaremos en San Juan, sobre una persona de 76 años con síndrome de Down. Esos proyectos me tienen muy motivados”, detalla el actor, que además mantiene activas las clases de actuación que dicta.
Casualidad o no, Santa Ana también está detrás de un proyecto personal. “Hace dos años que estoy trabajando en un corto medio documental y ficcional que indaga sobre mi árbol genealógico que me tiene muy entusiasmada”, adelanta la actriz, que se encargará del guión y la dirección del trabajo. Por su parte, Portaluppi está de estreno doble: a Votemos se le suma en la pantalla grande La extorsión, película de Martín Zaidelis protagonizada por Guillermo Francella que acaba de subir a la cartelera cinematográfica.