Intentar responder la pregunta qué es un psicoanálisis es referirnos a decir que es una experiencia, opuesta a lo que llamamos juego intelectual.
Experiencia que, llevada hasta las últimas consecuencias, empuja a atreverse a lo desconocido, a todo aquello que no puede anticiparse, a lo que se escapa en tanto inconsciente.
Escenario, esta experiencia, en donde no hay garantías en esa lucha con lo inmutable-estructural del sujeto, donde la exigencia es la de un esfuerzo de precisión, debidamente advertidos del modo de funcionamiento del aparato significante y del goce.
Experiencia en la que se pone en juego la responsabilidad del “hacerse cargo” y el atreverse a soportar la vida y dejar de gozar, dejar de regocijarnos en el peor lugar para nosotros mismos. En definitiva, es atreverse a saber que el saber está agujereado y no hay Otro que garantice.
Un psicoanálisis es situar bien el goce y la palabra, puesto que, al tiempo que se mueve la relación con aquél, cambia la relación con el mundo y con el deseo propio.
Experiencia cuyos efectos analíticos indican una salida a partir de aquello que ha operado, resultando nuevas relaciones con el goce, y que, por consiguiente, aportan fuerza al deseo.
Un psicoanálisis no enseña una cura, sino lo incurable. No aporta ganancia de saber, que es conocimiento; que es también goce.
Su horizonte no es nunca un saber sobre el goce sino una nueva relación con él. Esto es: saber-hacer con el goce.
*Párrafos escogidos del artículo presentado al final del curso teórico-clínico anual 2022, de la Red Psicoanalítica de Atención.