Todo agarrado con pinzas y con muchas dudas. Ese podría ser el encuadre de la situación de la causa judicial por el asesinato de Daniel Barrientos, el colectivero que transitaba por La Matanza. Al cierre de esta nota se estaba produciendo la declaración del segundo detenido, Gabriel Barone, sindicado como el que subió al colectivo y le robó a la mujer del segundo asiento, pero que no fue el que disparó. Barone dice que no tiene la menor relación con el hecho, que esa noche trabajaba en la pizzería de un familiar y que a la mañana es mecánico en un taller vecino a su casa. Según los trascendidos presentó una coartada sólida y con pruebas, de manera que la sospecha contra él quedó en el aire.
El fiscal Gastón Duplaa lo había sometido el martes a dos ruedas de reconocimiento, ambas positivas. Además, el fiscal secuestró dos camperones, también reconocidos como los que usaron en el momento del robo y homicidio. De todas maneras, son pruebas más bien débiles, entre otras cosas porque no es fácil reconocer a alguien al que se vio con media cara tapada y a las 4.30 de la mañana. Habrá que ver cómo sigue la investigación, la fiscalía dice que está chequeando la versión del detenido, pero todo parece entrar en terreno pantanoso.
Como señaló Página/12 desde el primer momento, hay que mirar con cuidado toda pesquisa realizada por la Bonaerense ante un caso de fuerte conmoción. Sucede que llaman los jefes, los funcionarios, los medios: la presión por encontrar un culpable es enorme.
El hilo de la investigación es el siguiente:
- Tras el homicidio, los delincuentes habrían huido en un Fiat Siena, el que quemaron a pocas cuadras del ataque. Es un hecho que hay que verificar, pero no es extraño que le hayan prendido fuego para impedir los análisis de huellas digitales y ADN. Durante la tarde del miércoles, fueron detenidas otras dos personas, pero por el robo del Siena. No son de la zona, pero el robo se produjo en San Justo, La Matanza. Por ahora no aparece vinculación con el robo al colectivo.
- Según la fiscalía, de inmediato se subieron a un Corsa gris. Ese es el auto --detectado además por cámaras-- que buscaron los policías aquella noche. Según ellos, detuvieron a Alex Barone por el Corsa gris. Para colmo, el aprehendido tenía un antecedente por andar con un auto robado cuando era menor. La familia y el abogado de Barone --Vicente Huaman Centeno-- dicen que el joven --tiene 19 años-- estaba en su casa, con su novia, y que hay una cámara de seguridad en un jardín de infantes de enfrente que permitiría demostrar que el Corsa estuvo estacionado ahí a la hora del homicidio. En la fiscalía afirman que las imágenes no son nítidas y que no está ajustada la hora. En la rueda de reconocimiento, la pasajera del colectivo reconoció a Barone y el policía de la Ciudad no lo pudo reconocer.
- A partir de Alex Barone llegaron a Gabriel Barone. Ambos dicen que no se conocen, en tanto que en la fiscalía afirman que son primos y que se les verificó un vínculo por Facebook. Gabriel Barone fue sometido también a reconocimiento y hubo un doble positivo. Además, en un allanamiento posterior se secuestraron los dos camperones. El segundo Barone declaró en el atardecer del miércoles y negó cualquier participación. Las versiones indican que presentó una coartada que parece sólida y prometió un video categórico. Todavía no lo aportó. Gabriel Barone, según dice su familia, trabaja en una pizzería y en el taller mecánico vecino a su vivienda. La jueza de Garantías avaló la prisión preventiva y el fiscal Duplaa verificará la coartada.
- Por lo que se sabe, la balística demostró que el proyectil que mató a Barrientos y quedó en un parante del colectivo es calibre 40, igual que la pistola Pietro Beretta encontrada a unos 30 metros del asesinato y robo. Parece evidente que los delincuentes descartaron el arma, porque estaba “envenenada”, como se dice en el argot.
- Es evidente que, como mínimo, falta ubicar y detener a un integrante de la banda, supuestamente el que disparó.
La mecánica indica que el grupo salió a hacer una ronda y decidió robar a los pasajeros del colectivo. Fue un hecho extraño porque no parece haber proporción entre la cantidad de delincuentes, los dos autos, y el pobre botín que se iban a llevar. La zona es muy humilde. Pero es cierto que no faltan los que creen que tampoco es tan inhabitual: se quedan con cuatro o cinco celulares y los cambian por dinero en unas horas. La duda por lo ocurrido subsiste.
A la unidad que conducía Barrientos subieron dos sujetos. La lógica indica que mientras uno le sacaba la mochila y el celular a la pasajera de la segunda fila, el policía de la Ciudad o el chofer hicieron algún movimiento, que derivó en que el segundo individuo le disparara a Barrientos, produciéndole la herida mortal. Los dos ladrones abortaron el robo de inmediato, porque es evidente que se dieron cuenta de que habían cometido un crimen. Bajaron del micro, empezaron a correr, en tanto el policía se puso en el estribo y comenzó a disparar. El intercambio fue de unos 20 disparos.
De ninguna manera se puede decir que el hecho está esclarecido, ni mucho menos. El fiscal y los investigadores policiales tendrán que juntar todavía mucha prueba para encaminar el expediente.