“¿¡Pero qué performance es esta!?”, se pregunta escandalizada Viviana Canosa en una editorial que tituló “Miserables”. “¿Cómo se explica esto? ¿Cómo sería esto? ¿Esto cuesta plata, nos cuesta plata? Hay gente que está mirando. Tus impuestos están ahí. Qué vergüenza, ¿no? ¿Por qué tenemos que pagar esta perversión en el Museo Fernández Blanco en la Ciudad de Buenos Aires?”, concluye sobre la presentación de Sirenas en Jardines Electrónicos, un espectáculo de Ópera Periférica, que forma parte de la serie “Barroco Furioso”. “VIVIANA CANOSA ES LA VOZ DE LOS CIUDADANOS DE BIEN”, exclamó en mayúsculas un usuario indignado en en la sección de comentarios de este video en La Nación +.
El 25 de marzo, este colectivo de artistas queer que conjuga música con artes performáticas presentó un show en los jardines de este museo porteño. Se trata de una obra conceptual camp que, en palabras de su director, Pablo Foladori, busca generar una acción decolonial a través de evocar “una poética del barroso y del neo barroco”, que dialogue con el mismo acervo colonial del museo.
Pasajes de música barroca y sefaradí; performances teatrales; una orquesta en vivo; la impronta de Néstor Perlongher y Severo Sarduy; textos de lxs poetas Ioshua y Sylvia Plath formaron parte de este paisaje sonoro y visual. “El neo barroco es un arte del destronamiento y la discusión. Y, para Néstor Perlonguer, el neo barroso es un barroco del Río de la Plata que podría resumir como un oropel en el barro, una suerte de perla en el lodo”, explica Pablo acerca de su interés por explorar esta temática, que tensiona desde adentro el sacro espacio del Museo.
Sorpresivamente, uno de los espectadores grabó tan solo un minuto de los 13 movimientos de esta obra, que formó parte de la convocatoria “Son tus museos”, difundiéndolo en Twitter. Cuerpos (no magros) en tanga y una persona leída como varón en minifalda recitando una poesía que incluía la palabra “pija” y “culo”, fueron el detonante de un escándalo que ocupó durante varios días los titulares de canales y portales de noticias. Mientras tanto, lxs performers fueron amenazados en IG y Twitter por un aluvión de trolls enardecidos que les desearon “bala” y muerte.
“Qué importa la pobreza cuando tenés la p... bien dura… Qué importa la pobreza cuando tenés la cola hambrienta…. Qué importa… cuando salís enloquecida a buscar por las calles, por los rincones, ese poco de amor furioso que te aturde y te hace olvidar un rato de la pobreza", recitaban.
Enseguida, empezó el pasamanos furioso de quién tenía la culpa de este “escándalo”, que fue catalogado por Cynthia Hotton como algo repudiable y varios medios nacionales como algo grosero, de mal gusto y de contenido érotico, con “chicas semidesnudas” y alegorías al consumo de drogas. Finalmente, luego de que la asociación de amigos del Museo Fernández Blanco, alegaran que no tenían idea del contenido de la performance, el chivo expiatorio fue Victoria Otero, la gerenta de Museos de la Ciudad de Buenos Aires, que renunció a su cargo. “No avalamos, ni promovemos esta clase de espectáculos que puedan herir u ofender la sensibilidad de muchas personas", anunció el Ministerio de Cultura de CABA en el comunicado donde daba a trascender la renuncia.
¿Alguien quiere pensar en los niños?
Este hecho se dio en medio de un recrudecimiento explícito de discursos homofóbicos que calaron hondo en la opinión pública. El caso de Lucio Dupuy, que fue utilizado políticamente para instalar un “sentido común” lesboodiante, y la denuncia contra Jey Mammon, que “sirvió” para reforzar el estigma de que “los putos son pedófilos y peligrosos”, son parte de este escenario. A su vez, otros condimentos: el municipio de Tigre canceló, para el Día de la Visibilidad Trans, la presentación de Sudor Marika y en Mendoza fue destruida por fanáticos religiosos la exposición “8M Manifiestos Visuales”.
Todos hechos que reflejan una penalización cada vez más sistemática hacia el colectivo LGBTIQ y sus manifestaciones artísticas, que son leídas desde una óptica conservadora como algo profano y un atentado a las buenas costumbres. (El verdadero: ¡¿alguien quiere pensar en los niños?!)
Volvamos a los Jardines. A pesar de este “contenido” descontextualizado, lo cierto es que los cuerpos desnudos son un commodity constante en los espectáculos porteños, las marquesinas y la televisión de aire. Desde obras en el Colón, donde también se ve gente en ropa interior, hasta el porno soft que habitó durante décadas VideoMatch y escenas eróticas repetidas hasta el hartazgo en Gran Hermano.
¿Qué fue lo que verdaderamente irritó de “Sirenas”? ¿Qué se haya “ensuciado” el aura sagrada, de elite e impoluta del Museo y de La Ópera (en mayúsculas), con los versos indecentes de la erótica marica y villera de Ioshua? ¿Los cuerpos ambiguos que no responden a los cánones códigos y “normas estéticas” de una matriz heterocis sexual? “Lo que molesta es que los cuerpos que están en ese lugar twerkeando -en un diario hasta dijeron que nos estábamos tocando, lo cual no es verdad- cuerpos no hegemónicos, no validados. ¿Qué cuerpos se pueden mostrar?”, se pregunta uno de sus performers, Jorge Thefs.
“Desde Ópera Periférica es importante señalar que tenemos que deja de pensar la ópera como un sistema endogámico. Es importante que otras voces y otros cuerpos puedan pensar y hacer opera”, señaló Pablo. “Se habló en los medios de que esa escena no estaba prevista, pero la performance trabaja desde una idea de precariedad y la precariedad implica un riesgo. La perfomrance necesita ir mutando en instancias de investigación. Para nosotros, no tendría sentido haber hecho una presentación sin riesgo y guionada como una obra de teatro”.