Hace dos semanas Ana Obregón, una icónica actriz española de 68 años, recibió a su nieta nacida de un vientre de alquiler en Miami. La bebé fue gestada con el óvulo de una donante y con el esperma de Aless, su hijo de 27 años fallecido en el 2020. Ella aseguró, en una entrevista con la revista ¡HOLA!, que esa había sido su “última voluntad” antes de morir. Sin embargo, esta declaración la hizo casi dos semanas después del nacimiento y, durante ese tiempo, se especuló con que Ana era la mamá. Aunque ahora, ella aclaró que es la abuela. Para más de unx, esta escena responde a una película de ciencia ficción.
Si para una clase muy privilegiada ya existe el privilegio de modificar el cuerpo hasta el punto de detener virtualmente el paso del tiempo, ahora también se abrió la oportunidad de cumplir el deseo de engendrar hijos póstumos. (Tal vez próximamente surge una IA que también escriba un libro post mórtem). Una escena que recuerda a Walt Disney siendo congelado con la esperanza de que alguien lo resucite en un futuro impredecible.
La imagen de Obregón saliendo del hospital en silla de ruedas, con la beba en brazos (aunque esto obedece a una disposición de seguridad) irritó a miles de personas, que se manifestaron en las redes sociales en contra de la subrogación. Sobre todo en España, donde es ilegal. Su edad, sobre todo, fue el disparador de esta avalancha de odio hacia Ana. (Nótese aquí la doble vara misógina, ya que Cormillot no recibió ni el 10 por ciento de estas críticas cuando tuvo a su hijo con más de 80 años). Y, por otro lado, porque ella había dado a entender que esta niña le ayudaría a superar su duelo. Dos factores que hicieron estallar en las redes agitando el discurso de que esta práctica es, básicamente, “comprar bebés”.
Sin embargo, Obregón no es la única y cada vez son más las celebridades que optan por este método. Sobre todo en Hollywood, donde parece que las estrellas lo emplean para no perder papeles (como afirmó Lucy Liu), relegar sus agendas y/o exponer sus cuerpos a las secuelas de un embarazo. Famosas y famosos como Rebel Wilson, Khloe y kim Kardashian, Cristiano Ronaldo, Robert de Niro, Miguel Bosé, Jessica Chastain, Paris Hilton, Priyanka Chopra (la actriz esposa de Joe Jonas), los Baldwin, Ricky Martin y Elton John son algunos de los que ya lo hicieron. Estrellas del star-system vernáculo como Luciana Salazar, Marley y Flavio Mendoza también volvieron de Florida con sus herederos, que hoy en día son mini estrellas de Instagram y representan en las redes la quintaesencia del ser aspiracional argentino.
¿Qué es lo que genera incomodidad en la mercantilización de la gestación en el útero de una persona? ¿Que una mujer india geste al bebé de un millonario e inmediatamente sea borrada del plano? ¿Que, efectivamente, casi nunca escuchamos las voces de estas mujeres subrogantes, porque no se les da lugar en los medios ni hay un interés real por conocer sus historias? ¿Qué pasa con ellas?
La subrogación contractual, ¿es una nueva forma que encontraron los ricos para acceder a la maternidad/paternidad de bebés de forma higiénica, indolora y conveniente, que la ciencia acompaña mientras le es redituable? ¿Dónde empieza y dónde termina la autonomía de las mujeres que ponen el cuerpo? ¿Qué determina el precio de atravesar un embarazo? ¿Es comparable la subrogación con el trabajo sexual, dos actividades que generalmente son equiparadas dentro del debate por lo ético de estas prácticas? ¿Qué preguntas incómodas abre en los feminismos dentro de una polémica cada vez más polarizada, signada por la corrección política y una visión biologicista?
¿Qué pasa en nuestro país con la maternidad subrogada?
En Argentina esta práctica aún no está del todo regulada. Sin embargo ya hay varios casos interesantes, que no están mediados por un contrato económico, y que abren el juego a nuevos tipos de amorosidades y familias queer, que transgreden el imaginario cis heterosexual papá-mamá-niñite (una fantasía católica que tanto encanta a Cynthia Hotton y a las iglesias). Una mamá que le gestó un embrión a su hija, que había perdido el útero, y esa bebé nació del cuerpo de quien sería su abuela, por ejemplo. Hermanas que donan sus úteros para que parejas de gays materialicen su deseo de ser papás, como en el caso de los administradores de la cuenta @dospapasaargentinos. Una pareja de una trava y un hombre cis que fueron xadres con la ayuda de una amiga torta que puso el cuerpo. Historias de amigas que también hicieron este proceso, cumpliendo el sueño de muchxs que, sin dudas, quisieran tener bebés con sus amigas en vez de con una pareja “stablishment”. ¿Falta mucho para que se legisle esto?
Tal vez, en nuestro país, el caso de subrogación que llevó adelante Marley es el más icónico y mediático. Bittany, la mujer que gestó a su hijo, Mirko, y el conductor, se conocieron en una plataforma que matchea a personas que quieren ofrecer su útero por una cuestión solidaria y familias que, justamente, buscan concretar su deseo de tener un hijx a través de este método.
Brittany es negra y su retrato posando frente a Mirko, un bebé con un look and feel nórdico, arroja una imagen semióticamente potente. Lo curioso: ella no le cobró por gestarlo, según afirma este conductor. “Brittany es de Estados Unidos. El óvulo lo cedió una mujer rusa. Lo quiero contar porque esto no es un negocio. Es gente que está haciendo un favor, una donación... Ellos (Brittany y su esposo) decidieron hacer una obra de caridad. Leyeron mi perfil, donde cuento que ayudo a niños de la guerra de Irak y también a una chica de Haití. Así fue como nos conectaron”, dijo en un episodio de “Por el mundo”, donde llevó a Mirko a conocerla.
Efectivamente, Britanny contó que se ofreció
voluntariamente para gestar a Mirko porque “quería ayudar a una familia” y
también reveló que tuvo que someterse a tratamientos hormonales invasivos para
implantar el embrión. “No la elegí
por el pelo o los ojos, sino más que nada por su salud”, comentó el conductor
en diálogo con Intrusos, al revelar por qué quiso que Brittany fuese “la
elegida”. ¿Qué es lo que genera resquemor de esto? ¿Que una mujer negra haya
gestado al bebé de Marley, un hombre blanco con una influencia mediática y un
poder económico al que ella nunca podría acceder? ¿Qué Brittany se haya
solidarizado con Marley debido a que él
dijo que
participa de supuestas actividades “caritativas” “ayudando” a niños de países
pobres? (La forma genérica en la que contó sus actividades “alturistas” genera,
como mínimo, sospechas). ¿Que Brittany lo haya hecho un favor y él la haya
“elegido” por su salud?
¿Identidades rotas o nuevas identidades?
Volvamos a las experiencias de familias queer conformados por este método de reproducción. (Porque el hecho de que Marley sea un varón que se presume "soltero” no lo convierte en algo que discute el regimen heterocis sexual). Estas historias usualmente no se visibilizan porque, mediáticamente, este tema se aborda a través de dos caminos. En primer lugar, podemos nombrar la vía del “espanto y lo siniestro”. Una bajada de línea moral agitado sobre todo por grupos TERFS abolicionistas del trabajo sexual, que le dan a este asunto un tinte (para sorpesa de nadie) biologicista y escencialista del “ser mujer”. Ellas, sobre todo en España, Italia y plataformas internacionales, argumentan que lxs niñxs nacidos a través de esta práctica tienen una “identidad rota”, fragmentada o incompleta. (¿Por qué la construcción de la identidad de unx persona reside en el espacio fisiológico en el que fue gestada? Es una posible pregunta). Por otro lado, también subrayan que ser mamá es quien da a luz. Un criterio que, si unimos dos puntos, tampoco está muy lejos de los discursos antiderechos.
Otra vía es la banalización y romantización de los multimillonarios que emplean este método, haciendo un borramiento para nada ingenuo de la historia a las mujeres que ofrecen este servicio, a cambio de una compensación monetaria. Como si la xaternidad fuese algo sagrado y poner el dinero en medio de esa ecuación ensuciara esta fantasía Disney.
Tal vez, la contracara de este relato romántico se refleja en “El cuento de la criada”, la novela distópica de Margaret Atwood, que lleva esta escena a la enésima potencia de la injusticia social y de la explotación de una clase sobre la otra. En su universo, las mujeres poderosas, que no pueden gestar, raptan a otras y las obligan a tener a sus bebés por ellas. Una vez que el parto llega a su fin, la mujer secuestrada es retirada del lecho donde dio a luz y la secuestradora ocupa su lugar como si ella hubiese parido. Una imagen que, bajada al aquí y ahora, remite a Ana Obregón saliendo del hospital en silla de ruedas o a Khloe Kardashian en la cama de una clínica, sosteniendo a su bebé nacida en brazos, haciendo la performance de que fue ella quien se embarazó.
La pregunta de Atwood, en este caso, gira en torno a los privilegios de una clase con un poder económico y político infinito, que emplea los cuerpos de mujeres extremadamente coercionadas y vulnerables, para cumplir sus deseo de xaternar. Como si fuesen incubadoras descartables. (Que, en la novela, cuando ellas se organizan para enfrentarlos, salen de ese estado de desagenciamiento).
En definitiva, estos dos vías (la del espanto moralista y la del borramiento) no permiten abrirse preguntas acerca de lo verdaderamente trascendental: en qué condiciones ocurren estos procesos de gestación subrogada que, muchas veces, los llevan a cabo mujeres del Sur Global en condiciones posiblemente precarias, a veces desesperadas, por migajas. (El grueso del dinero se lo quedan las clínicas) ¿Cuáles son los cuidados de salud integral que ellas reciben antes, durante y después del parto?
“Es importante remarcar que muchas veces, en los acuerdos de gestación por sustitución no está negociado quién toma las decisiones, sino que se impone de facto un desequilibrio de poder para decidir por ejemplo si se hace un aborto parcial en caso de embarazo múltiple, quién y cómo decide sobre los controles médicos, la alimentación, si se hace o no cesárea (muchas veces sin motivos médicos), etc. ¿Desde qué punto de vista se determina qué riesgo es aceptable, qué es mejor, qué es más conveniente?”, se pregunta María Luisa Peralta, editora y activista lesbiana local que, desde 1996, integra múltiples espacios de activismo LGBT.
“La única forma de evitar o disminuir los abusos sobre las gestantes, las donantes de óvulos, las madres y padres, garantizar los derechos humanos de lxs niñxs y de las demás partes involucradas y de regular la actividad de médicxs, centros de fertilidad y agencias es legislar de la forma más precisa posible y con la participación real y efectiva de todas las partes interesadas. Las posturas que pretenden prohibir la práctica desde la indignación moral sólo aumentan el estigma sobre las gestantes y las madres y padres comitentes, además de contribuir a que no haya una exigencia de legislación y de favorecer la clandestinidad y con ella los abusos que toda clandestinidad propicia y la falta de instancias de denuncia y control”, señala.
"La gestación por sustitución no es compraventa de bebés"
Itziar Alkorta Idiakez es una profesora vasca de Derecho Civil experta en biotecnología y sostiene que la gestación subrogada es contraria a los derechos humanos. Entrevistada el año pasado para Pikara Magazine por June Fernández, asegura: “Cuando las y los investigadores se dieron cuenta de que las mujeres somos capaces de aceptar los óvulos de cualquier mujer se llevaron una sorpresa tremenda. Yo creo que fue un hito para nuestra civilización. El capital vio una oportunidad: cuando la industria de la reproducción asistida, además de trasplantar óvulos in vivo, logró congelarlos y exportarlos, descubrió el negocio de producir bebés en cadena”, relata.
“¿Consideras que la gestación subrogada es una práctica contraria a los derechos humanos, pero abogas por regularla?”, le preguntó June en esa publicación feminista vasca. “He tenido la oportunidad de conocer de cerca dos modelos. Por un lado, en California el fenómeno está totalmente aceptado y banalizado. ¡Existe desde hace 35 años y está muy bien pagado! Muchas chicas jóvenes lo utilizan para pagar sus estudios, cobran unos 100.000 dólares. Por otro lado, he conocido la situación de las mujeres indias, tanto en India como el caso de las que migran a Australia. Estas sí son mujeres pobres y además de conseguir ingresos, les parece una estrategia para vivir en condiciones dignas durante nueve meses”, señala. Además, según ella, “se suele olvidar que para la gestación subrogada también son necesarias esas mujeres que donan óvulos. Prestar ese servicio implica exponerse a hormonación, monitorización, laparoscopia, sedación… No podemos basar este negocio en una producción similar a la ganadería intensiva”, confronta Itziar.
En diálogo con Las12, Peralta confronta con las voces abolicionistas que incriben a este tema en el campo del terror distópico, llamándolo “compra de bebés”. “La gestación por sustitución no es compraventa de bebés. Seguir diciendo esto, como hacen la mayor parte de los medios masivos y una parte del feminismo y del activismo LGTB, es no saber de qué se trata o tener mala fe”, indica. “En la gestación por sustitución en principio no existe ningún niñx: personas adultas manifiestan su deseo de ser madres o padres a través de un acuerdo con otras personas adultas que llevarán adelante los embarazos. Recién ahí se inician los procesos de fecundación y desde el inicio está claro quiénes serán y quiénes no serán madres/padres de esxs niñxs”, explica María Luisa.
¿Cuál es la mayor dificultad que encontrás para pensar este tema?
Para poder pensar en serio en temas complejos como este, hay que dejar de aplicar el modelo de la pobre víctima explotada que debe ser rescatada, tan instalado en un gran sector del feminismo. Y hay que dejar de usar comparaciones que no corresponden, como los embarazos forzados por violación o las mujeres a quienes les quitan sus hijxs. Es como cuando se discute el derecho a la identidad de personas concebidas con gametas de donantes anónimos comparándolo con la situación de lxs hijxs de detenidxs-desaparecidxs apropiadxs durante la dictadura del ’76. Son situaciones muy distintas. Las mujeres que llevan adelante embarazos para otras personas no son víctimas, no están siempre en la extrema pobreza (lo hacen mujeres pobres y también de clase media) y sobre todo: no son madres de esos fetos/bebés. Cuando se les da oportunidad de hablar y ser escuchadas, ellas mismas lo dicen claramente. Uno de los motivos por los que no se sienten madres es porque han pensado mucho antes de ofrecerse como gestantes sustitutas y porque los óvulos que se fertilizan in vitro no son suyos, y de hecho ese es precisamente uno de los motivos por los que se utilizan óvulos de otras mujeres donantes.
Una de las mayores críticas que se le hace a quienes usan esta vía es “¿Por qué no adoptan?” ¿Cómo responderías eso?
Hay algo delicado en esa pregunta lanzada como reprimenda moral, y es que encierra cierta mirada utilitaria o despersonalizada sobre lxs niñxs y adolescentes que esperan ser adoptadxs. Lxs chicxs que están en adopción no pueden ser utlizadxs para tranquilizar la conciencia de lxs “bienpensantes” que abominan de la gestación por sustitución. Son chicxs que tienen el derecho a ser adoptadxs por madres y padres que están convencidxs de lo que hacen, que tienen la capacidad afectiva de adoptar y que lo toman como proyecto de vida, no por parte de gente que no había decidido adoptar o que no está preparada para hacerlo pero lo hace porque le prohíben otra cosa. Eso probablemente no resultaría bien para ninguna de las partes, y quizás engrosaría los números de esas dolorosas historias de niñxs y adolescentes que son “devueltxs” por quienes lxs iban a adoptar.
Si fuese por Milei, la compra-venta de bebés de forma real estaría regulada por el libre mercado. Los cuerpos de las mujeres subrogantes, efectivamente, también. Y esto es lo que más quieren quienes salen ganando en el juego de un capitalismo neoliberal cada vez más cruel, degradante y precarizador. Seguir explotando y rematando los cuerpos de mujeres para cumplir sus propósitos, cuanto más barato, mejor.
Es momento de que los feminismos se den este debate de forma seria y comprometida con ellas. Sin describirlas como entes desagenciados: una óptica que solo las infantiliza y coloca en un lugar subalterno. Abordando lo inquietante de fenómeno tecnológico que, evidentemente, abre más preguntas que respuestas y que intersecciona dede el racismo y la explotación de clase, hasta la mercantilización de los cuerpos gestantes y su autonomía. Sin posturas que reduzcan este asunto a una cuestión escencialista y biologicista, que le acercan el bochín a discursos homofóbicos y TERFs. Dicursos que, como bien sabemos, son insumos de una derecha cada vez más represiva y totalitaria a nivel global, que nos respira en la nuca.