Al calificar de "jaurías" a los manifestantes contra el aumento de la edad mínima para jubilarse, el presidente de Francia Emmanuel Macron sobrepasó el límite de lo admitido por la decencia republicana. Su política económica y social neoliberal agrandó la “grieta” entre los ciudadanos y la política y ofrecer una victoria fácil a la anti política, vale decir a la extrema derecha.
Las numerosas manifestaciones que vienen realizándose en Francia desde principios de febrero contra el aumento de la edad de la jubilación y la disminución de los derechos de los futuros jubilados han puesto en jaque al gobierno de Macron. El proyecto ha sido masivamente rechazado por los sindicatos que paralizan la actividad económica con huelgas muy importantes.
Macron, que carece de mayoría en la Cámara de diputados que define la adopción de dicho cambio según el sistema institucional francés, se ha visto obligado a ejercer un chantaje político para obligar a algunos políticos neogaullistas a aprobar el cambio sin voto particular. Todo esto ha puesto a Francia al borde de una crisis social y política provocando considerables pérdidas económicas, enajenado su prestigio internacional y limitado su margen de maniobra en las instancias internacionales.
El profundo rechazo de la sociedad francesa tiene también raíces profundas. El sistema jubilatorio francés es el resultado de un Pacto Republicano elaborado por el Consejo Nacional de la Resistencia en 1943 durante la ocupación alemana e instalado por el gobierno de Unión Nacional en 1945. Este excluía toda participación del sector financiero tanto en las jubilaciones como en lo sanitario y lo social. La puesta en jaque del sistema jubilatorio francés que busca Macron, que fue un empleado del sector financiero, es instalar a éste en el sistema jubilatorio. Vale decir, reescribir la historia.
Flojos de papeles
Como en la gran mayoría de los cambios ensayados por los neoliberales de limitar las jubilaciones, los argumentos son falaces. Postulan que la esperanza de vida de las personas aumenta, lo cual implica que la cantidad de jubilados se incrementa y, por otro lado, que la extensión de la duración de los estudios de la mayoría de las personas posterga la entrada a la vida activa. Bajo este supuesto, la cantidad de aportantes será menor y trabajará menos tiempo con lo que se disminuye el monto global de los aportes al tiempo que aumenta la cantidad de pensionados. La única solución, afirma Macron, para que el sistema de jubilación por reparto perdure es disminuir la cantidad de jubilados y el tiempo durante el cual van percibir la jubilación. Esto se logra ampliando la cantidad de periodos de cotización o aumentando la edad a la cual los aportantes se pueden jubilar o una combinación de ambos.
El argumento de la explosión del sistema busca infundir temor a la población a los futuros pensionados con la hipótesis que no podrán acceder a la jubilación simplemente porque el sistema no existirá más. Banalmente se postula un argumento fácilmente comprensible: el monto del gasto será superior a los ingresos.
El primer desplante a este argumento vino del Consejo de orientación de las Jubilaciones (COR), un organismo creado por el primer ministro socialista Lionel Jospin en el año 2000. Dicho organismo está compuesto por diputados, senadores, sindicatos de trabajadores y patronales como la UIA, la Sociedad Rural franceses y directores que presiden los más importantes organismos del Estado como el Indec, el Anses y la Afip francesa. Expusieron en un documento que el gobierno no tiene por qué temer una explosión de los gastos jubilatorios, puesto que el problema de las jubilaciones es un problema ligado a los ingresos y no a los gastos.
El segundo aspecto es el argumento de los ingresos. Aquí aparecen los problemas de política económica: los aportes jubilatorios están ligados al salario bruto. Los neoliberales hacen una distinción errónea según la cual los salarios son el monto que perciben los trabajadores, salario de bolsillo, mientras que el resto del costo del trabajo es el aporte patronal. Pero no es así, ya que el monto del salario es el total. No hay un “salario de bolsillo” de un lado y una dádiva patronal del otro. Esto permite afirmar que cuanto menores sean los salarios menores serán los aportes y el ingreso del sistema jubilatorio para pagar las pensiones. Con un modelo simple se pueden elaborar hipótesis más o menos realistas o fantasiosas sobre la evolución de los salarios.
Para proyectar el nivel del salario y realizar previsiones a mediano plazo se realiza una hipótesis sobre los factores que los determinan. Como señaló John M. Keynes en el capítulo 12 de la Teoría General, la mayor parte de las previsiones resultan a la observación de lo sucedido en el pasado más o menos reciente. El principal elemento en este caso es una hipótesis sobre cuál será la evolución de la productividad del trabajo, que es la componente esencial para calcular la evolución del salario.
Si se dejan de lado los problemas ligados a la distribución del ingreso, la productividad depende sobre todo de la inversión global. Cuanto mayor sea la inversión y el capital que dispone un trabajador, mayor será su productividad y el salario. Por otro lado, como una parte importante de los trabajadores son asalariados del Estado, enfermeros, bomberos, maestros, basureros, entre otros, los aportes dependerán también de la política económica de los gobiernos.
Suponer que la evolución de la productividad futura va a seguir la curva decreciente de los últimos 20 años implica pensar que se reproducirá una crisis como la del 2008 que paralizó la economía de los países avanzados durante una década, aunque es probable que ocurra probablemente lo contrario. Sin embargo hacer esta hipótesis poco probable favorece a estimar un estancamiento de lo salarios, limitar los aportes y, por ende, se favorece la posición de restringir las jubilaciones. Lo mismo ocurre con los agentes del Estado, ya que si se practican políticas de austeridad sus salarios serán limitados y sus aportes reducidos.
La reducción de la parte de las jubilaciones dentro del gasto supone que los trabajadores tratarán de adquirir jubilaciones complementarias propuestas por el sector financiero previendo que sus haberes jubilatorios serán mas escasos. Esto será el objeto de un segundo ataque contra la jubilación por reparto que consistirá en limitar el nivel salarial a partir del cual el sistema de reparto no se aplicará. Esto permitirá hacer entrar por le ventana del sistema jubilatorio a los antiguos empleadores del presidente Macron.
* Doctor en Ciencias Económicas de l’Université de Paris. Autor de “La economía oligárquica de Macri”, Ediciones CICCUS Buenos Aires 2019. [email protected]