John Boyega está recordando cómo se aseguró el puesto en los comienzos de su carrera. Recién salido de la escuela de teatro, le dijo a su agente: "No me pongas en EastEnders, no me pongas en The Bill, no me pongas en nada de eso". Dice eso con fuerza, desde una habitación en Los Angeles, con los ojos fijos. Distanciarse de los caminos tradicionales de la industria para los actores jóvenes fue una marca de suprema confianza. Boyega supo la clase de proyectos con los que quería ser asociado, y con los que no.
En la charla con su amigo y agente Femi Oguns, fue claro con respecto al futuro. "No quiero batirme el parche, pero cuando firmé con él tuve reglas muy estrictas con Femi. Quería algo con lo que la gente pudiera relacionarse, pero único. Tenía que tener un giro atractivo." Hasta aquí, el plan funcionó a la perfección. Desde su primera aparición en pantalla como el adolescente que combatía alienígenas en Ataque extraterrestre (2011), a interpretar al stormtrooper renegado de Star Wars en tres de las películas de la franquicia entre 2015 y 2019, al guardia de seguridad falsamente acusado de asesinato en Detroit, el actor de 31 años ha interpretado un amplio rango de personajes, cada uno de ellos con poca relación con el anterior, o con él mismo.
"En realidad no interpreto personajes que se relacionen conmigo", explica. "Siempre tenés que hacer algo de trabajo de investigación, incluso si se trata de alguien de tu propio ambiente. Al final del día, simplemente estás actuando; la mayoría del tiempo no estuviste viviendo ese escenario". Cuando Ataque extraterrestre llegó a los cines, Boyega era un pibe fresco de 19 años. Había hecho su debut en el National Theatre cuando aún cursaba el último año de secundaria, antes de iniciar su entrenamiento en la Identity Drama School de Londres. Cada vez quiso dejar una marca de modo diferente.
Su rol más reciente pone aún más a prueba sus capacidades camaleónicas. En Breaking, escrita por el director Abi Damaris Corbin y el dramaturgo inglés Kwame Kwei-Armah, el actor interpreta a un Marine estadounidense retirado, el cabo Brian Brown-Easley. Aunque aún posee el encanto que muestra habitualmente en programas de entrevistas y alfombras rojas, Boyega luce algo apagado. Quizá el sombrío tono de la conversación refleja el del tema de la película en sí, una historia de la vida real, un thriller en el que el personaje de Boyega es un hombre al límite.
Cuando un fallido sistema gubernamental le niega a Brown-Easley el acceso a sus beneficios por discapacidad, una suma relativamente humilde de 892 dólares, el soldado toma una elección extrema. Para asegurarse de que aquellos en el poder finalmente se enteren de su lucha, Brown-Easley entra a un banco, informa con calma al cajero que tiene una bomba oculta y le pide que llame a la policía y a la estación local de televisión. Todos menos dos empleados salen del edificio mientras el soldado trata de dilucidar qué hacer después. Pero él en realidad no quiere el dinero del banco ni herir a nadie, y eventualmente se revela que no tiene ninguna bomba. Brown-Easley solo quiere ser escuchado.
En el artículo de 2018 en el que se basa la película, el escritor Aaron Gell apuntó cuán modesta y gentil era la conducta de Brown-Easley, y lo calmado que parecía cuando entró al banco. "La cosa que todos recordaban sobre el hombre era el buzo gris claro que vestía y lo compuesto que parecía, cuán cortés y respetuoso", empezaba. Boyega también viste un buzo gris hoy, quizás en una solidaridad inconsciente con el hombre que retrata. "Quería que la gente que lo viera supiera qué le pasó a Brian, qué debió enfrentar", dice Boyega. "La manera en que los civiles se relacionan con los militares es significativamente diferente en Estados Unidos que en el Reino Unido. En Estados Unidos es un mundo mucho más grande."
Boyega está magnífico como Brown-Easley. Está demacrado, magullado y completamente abatido; su vida parece desecada por un sistema que le ha dicho repetidas veces que su voz no importa. De manera notable, el primer día de Boyega en el set tuvo lugar exactamente cuatro años después de que el verdadero Brown-Easley apareció en la sucursal de Wells Fargo en Windy Hill Road, en Atlanta. De manera triste y predecible, Brown-Easley no salió con vida del banco.
Aunque la historia es extraordinaria en sus detalles específicos, ilumina un desafortunado aspecto de muchas experiencias de la gente que vive en los márgenes de la sociedad. Es una reflexión de cómo las vidas de los negros son despreciadas de manera sistemática, y a menudo solo reciben atención de los medios cuando golpea la tragedia. Es un tema que a Boyega le interesa profundamente.
En junio de 2020, el actor dio un enérgico discurso en la protesta del movimiento Black Lives Matter en Londres, una de las muchas que florecieron luego de que la policía asesinara a George Floyd, un hombre negro desarmado. En un apasionado discurso con megáfono de menos de cinco minutos, el actor de entonces 28 años expresó su desazón. "Quiero que entiendan lo dolorosa que es esta mierda", gritó. "Tener todos los días el recordatorio de que tu raza no vale nada." De manera casi instantánea, su discurso se volvió viral. Muchos consideraron que había sido el vehículo perfecto para expresar la ardiente rabia del momento. Boyega fue confirmado como alguien "de la gente"; su acto de unidad lo estableció como una celebridad que estaba firmemente al tanto de las injusticias de la sociedad.
Semanas después volvió a los titulares tras hablar en público sobre el tratamiento de su personaje en las películas de Star Wars. Tras su debut en El despertar de la fuerza en 2015, Boyega descubrió que su personaje, Finn, era marginado a medida que avanzaba la franquicia. El criticó públicamente a Disney por su trato hacia intérpretes de color, comparados con las líneas narrativas que le daban a las estrellas blancas.
"Ustedes supieron qué hacer con Daisy Ridley, supieron qué hacer con Adam Driver", le dijo el actor a GQ, expresando su frustración. "Pero cuando se trata de Kelly Marie Tran, cuando se trata de John Boyega, no saben un carajo." La franqueza de Boyega produjo un sismo en la industria: era muy raro que un actor hablara de esa manera contra su poderoso empleador. Afortunadamente, los resultados fueron positivos. Cuando Moses Ingram fue enfrentada al abuso racista tras su participación en la serie Kenobi, la compañía se apresuró a defenderla y criticó la conducta de fans prejuiciosos. Un abierto apoyo que Boyega no sintió que tuviera en la misma posición. Cuando Boyega habla, la gente toma nota.
Tres años después, el actor tiene sensaciones encontradas sobre su discurso de Black Lives Matter, y de la atención que se le dio. "No me quedé enganchado en eso", dice. "Siento que es algo que fue muy comentado, y de alguna manera te bloquea por fuera de tu propia experiencia. A veces ni siquiera sé qué decir, pero definitivamente pienso que me ayudó a organizarme, y a hacer cosas que ayuden a la gente directamente." Con una publicidad mínima, en su tiempo libre Boyega visitó escuelas y organizaciones dedicadas a la juventud en Londres, hablando con jóvenes y viendo cómo ayudar para mejorar su experiencia.
Nacido en Camberwell, Boyega creció en la cercana Peckham con sus padres nigerianos -una madre se dedicaba al cuidado de personas, su padre es pastor pentecostal- y dos hermanas mayores. Se mantiene cercano a su familia, y le da crédito a sus hermanas por mantenerlo al tanto de qué es lo que está "caliente" en línea, desde los memes que presentan su figura a las más recientes opiniones sobre The Real Housewives of Atlanta.
Tras más de una década en el ojo público, ¿se siente diferente estar de regreso en Peckham? "¡Bueno, así es como sé que si ustedes se hicieran ricos dejarían el lugar!", dice con una repentina explosión de risas. Por "ustedes" se refiere a los periodistas, y no lo dice necesariamente con afecto. Claramente, encuentra increíble la idea de sentirse fuera de lugar en su hogar del sur de Londres. "Nunca tuve un distanciamiento de mi hogar que me hiciera sentir diferente. Nunca viví del todo en Los Angeles. Siempre estuve yendo y viniendo, con lo que mantuve los pies en la tierra."
"Aún veo y hablo con los pibes que crecieron en la iglesia de mi padre", continúa. "Simplemente te mantenés conectado con ese mundo. La gente de allí ni se preocupa -'Vemos a John todo el puto tiempo'-, mantengo una conexión." Para semejante nivel de éxito, Boyega es muy poco hollywoodense. Aunque es importante para él, actuar es un trabajo: no se mete al Método ni se mantiene en un personaje 24/7. "Me lo saco como quien se saca las medias", dice medio encogiendo los hombros. "No puedo evitarlo. Estábamos filmando Breaking en Los Angeles y yo me quedaba en una casa cercana con mis mejores amigos. Para el momento en que llegaba al hogar, eran ellos mismos, haciendo bromas, riéndose. Ya no había ningún Brian ahí."
La conversación tiene lugar pocos días después de la entrega del Oscar. A pesar de las proyecciones, intérpretes de color como Danielle Deadwyler (Till) y sus coprotagonistas en La mujer Rey, Viola Davis y Lashana Lynch, no tuvieron nominación ni reconocimientos de la Academia. Semanas antes, en los Bafta solo hubo premios para personas blancas, disparando críticas sobre el escaso progreso obtenido a pesar de las promesas previas.
"Cuando una institución te reconoce conseguís mucho más reconocimiento, y oportunidades a futuro", dice. "Mucha más gente ve tus proyectos. Creo que aquellos que valen la pena deberían ser nominados por eso por lo que trabajan tan duro. Sheila Atim, Lashana Lynch, Viola Davis... trabajan muy duro."