“Pasión y gestión” promete Andrés Ibarra como candidato a la presidencia de Boca. Bendecido públicamente por Mauricio Macri el lunes pasado en un corto video casero de cumpleaños –por el 118 aniversario del club–, su delegado ya juega el largo partido que terminará por diciembre. Para entonces quedará saber si podrá con el oficialismo que lidera Jorge Amor Ameal y la idolatría que despierta Juan Román Riquelme. El obediente ex funcionario de Juntos por el Cambio aspira al mismo cargo que le permitió a su jefe llegar hasta la Casa Rosada en 2015. Con el fútbol y una pasión politizada como plataformas de despegue, intentará recuperar un gobierno que le fue esquivo en 2019. El actual senador bonaerense Christian Gribaudo encabezaba la fórmula cuando la derecha populista perdió su bastión.
El macrismo sin Macri no resultó competitivo hace cuatro años cuando fue derrotado por más de 22 puntos (52,84 % a 30,60%). Este año probará de nuevo con un economista de la UCA sin carisma que ya pasó como gerente general por la institución en 2004. Ibarra es un técnico de la administración pública, pero sin la popularidad de Hugo, el ex lateral derecho y entrenador despedido el 29 de marzo que tiene el mismo apellido. También parece la versión acartonada del expresidente y siempre dispuesto a dar la cara por él. Le gusta decir: “Le quiero devolver a Boca el nivel logrado en aquella gesta histórica de Mauricio Macri, ganar copas internacionales y volver a tener un club serio”. Mayor exaltación de un dirigente que no jugaba sería imposible de conseguir. La gesta omite a Carlos Bianchi y su plantel. No parece un acto fallido.
Ex empleado jerárquico de SOCMA y del Correo Argentino, secretario de Recursos Humanos del gobierno porteño, ministro de Modernización en la ciudad y en la Nación, Ibarra es como la sombra de su mentor. A dónde Macri iba lo acompañaba él. Quizás tenga ahora la tarea más difícil. Volver al club para imprimirle una visión empresaria, de presunta eficiencia, con el declamado propósito de “dar un camino previsible y seriedad profesional, cosa que no está pasando”, como declaró en entrevistas recientes, ya lanzado a cumplir la misión que le encomendó su jefe.
Para conseguir esa meta camina la Boca, se reúne con socios e hinchas y lo hace de manera más o menos discreta. Falta demasiado para la elección. Tanto como ocho meses. Ya tendrá tiempo para levantar su perfil, aunque como anticipo, participó del videíto donde Macri pide un deseo ante una torta de cumpleaños y lo mira a él, embelesado.
El 19 de febrero Ibarra se mostró en las redes sociales con Diego Cagna, uno de los exjugadores que sumó para el retorno del macrismo al club. “Quiero contarles que el gran capitán de nuestra Gesta Histórica se suma al equipo que estamos armando. Diego representa todo lo que queremos para el Boca que viene: garra, talento y humildad. ¡Gracias por sumarte, capitán!” escribió. En esa escudería de apoyos el candidato es muy probable que cuente con Carlos Tevez, Guillermo Barros Schelotto, Roberto Abbondanzieri, Rolando Schiavi y algunos ídolos boquenses de otros tiempos como Alfredo el Tanque Rojas.
Los colores unen lo que la política desune y el club se transformará otra vez en un laboratorio de tensión electoral. Macri juega ahora el partido que no pudo en 2019 cuando el expresidente Daniel Angelici impuso a su candidato Gribaudo y quedó relegado el suyo. Venía muy golpeado por la derrota en su intento de reelección para seguir en la Casa Rosada. Ahora volvió con su plan original: Ibarra al gobierno, Macri al poder.
¿Pero quién es y qué hizo en Boca su ex gerente general? Este hombre de 66 años que minimiza los logros deportivos de la actual gestión de Jorge Amor Ameal y Riquelme. “Por más que hayamos ganado seis títulos locales, nosotros estamos para apuntar a otra cosa, a las copas internacionales”, declaró el 2 de abril en CNN Radio. El futuro dirá si esta frase resiste un archivo.
Ibarra llegó al club en febrero de 2004. Durante su gestión como empleado jerárquico fue designado jefe de Seguridad el comisario Jorge Fino Palacios, un cargo que no existía hasta ese momento. En aquella etapa era vox populi que el espionaje se había extendido del gobierno porteño a la Bombonera. Según el ex vice de Boca, Roberto Digón –fallecido en 2022– Palacios reportaba al ahora candidato a presidente.
Macri y su jefe de la Policía Metropolitana tiempo después, terminaron procesados por la Justicia en la causa de las escuchas. El expresidente estuvo casi cinco años en esa condición hasta que ganó los comicios nacionales de 2015. A 19 días de convertirse en jefe de Estado, el fiscal Jorge Di Lello pidió su sobreseimiento. La Cámara de Casación anuló toda la causa en 2018.
Al exfuncionario que aspira conducir a Boca desde diciembre, Macri lo sacó del Correo después de que la empresa manejada por su holding familiar quebrara el 16 de diciembre de 2003. La Justicia le prohibió a Ibarra que saliera del país durante casi siete meses. Era el director titular de la compañía que le causó un grave perjuicio económico al estado nacional. Ya en Boca, su ex empleador y jefe político lo empoderó para hacer ciertos negocios en China con la marca del club.
Ahora, veinte años después de su llegada como gerente general, Ibarra pretende volver repotenciado. “Pasión y gestión” es el mantra que suele repetir, palabras que le dieron nombre a un libro que escribió en coautoría con Macri y Alberto Mario Ballvé, un personaje que se define como “especialista en educación ejecutiva” y “conferencista”.
La obra editada en 2009 sostiene que antes de la llegada a Boca del actual presidente de la Fundación FIFA, el club “era una marca desprestigiada y obsoleta”. Una marca que no es la marca de un producto. La élite iluminada del macrismo cree que representa un antes y un después en 118 años de historia. Las urnas darán su veredicto en diciembre. Lo demás es puro cuento.