De acuerdo al último informe de relevancia denominado “Global Online Glambing Markets-Previsiones de 2022 a 2027”, el espacio del azar online se ensancha y “el número de personas que participa está aumentando a un ritmo considerable”. Según este trabajo, el mercado de apuestas en línea terminó 2020 con un valor de 65.316 millones de dólares; mientras que hacia 2027, se prevé que experimente una tasa de crecimiento anual del 10 por ciento. En los próximos cinco años, se acercará a los 130 mil millones de dólares. La tendencia en alza se consolida, ya que de acuerdo a la American Gaming Association, para 2018 ya existían 2.800 sitios activos online con juegos como poker, lotería y bingo y, en 2023, dicha cifra se revela mucho mayor.
Si el mercado crece, hay que tener en cuenta que detrás de cada apuesta hay personas. El problema, precisamente, es que lo que muchas veces comienza como un juego y como una actividad intrascendente culmina por ser problemática en la vida de los individuos. Si bien en todo caso se recomienda el clásico “Jugar con moderación”, la advertencia es tramposa, en la medida en que al mismo tiempo se estimula lo contrario. En efecto, a los usuarios se les facilita absolutamente todos los medios de pago: tarjetas de débito, crédito, transferencia bancaria y mercadopago. Todos los canales a disposición con el afán de estimular un rato de diversión que, con el tiempo, puede terminar mal.
El uso compulsivo del celular y la adicción al juego
“El uso compulsivo del celular y la relación que tenemos con la tecnología se potencia y se mezcla con las apuestas online. Hoy son sponsors oficiales de los principales acontecimientos deportivos y muchos referentes internacionales promocionan esta actividad. El apostador, a diferencia del consumidor de drogas, por ejemplo, tiene una conciencia de la enfermedad muy distinta. Con lo cual es muy difícil que llegue a una consulta. Estamos a las puertas de una situación dramática”, señala el médico psiquiatra Federico Pavlovsky, en diálogo con este diario.
Una cosa es prohibir los cajeros automáticos en los bingos y las casas de apuestas, y otra muy diferente es contar con la posibilidad de dilapidar todo el dinero a través de una cuenta bancaria que se administra desde el propio celular. En esta línea, continúa Pavlovsky: “Las apuestas online constituyen un camino directo, legal y promocionado al consumo compulsivo. Desde mi perspectiva, este fenómeno tendrá consecuencias que todavía no podemos ver, sobre todo, porque a diferencia de otras problemáticas vinculadas, esto es inmediato. Con hacer dos clics ya estás apostando”.
Sin barreras ni regulación
Una encuesta reciente realizada por Playtech --una compañía de desarrollo de software de juegos de azar-- tomó datos de más de 2.500 jugadores de Argentina, Brasil, Colombia, Perú y Chile. Señaló que el 84 por ciento de los argentinos que participan de estas plataformas de apuestas online “nunca recibió una advertencia sobre su comportamiento y los posibles riesgos de generar una adicción”. Constituye el porcentaje más alto en toda la región latinoamericana y contrasta, por ejemplo, con el 52 por ciento que indicaron los brasileños.
De ese 16 por ciento restante que recibió una advertencia, el 21 por ciento admitió cambiar de postura y descansar de las apuestas al menos por un tiempo, el 31 por ciento hizo caso omiso de la alarma y continuó de la misma manera, el 15 por ciento no está seguro de ninguna decisión, el 2 por ciento dejó de jugar de inmediato y, por último, para el otro 2 por ciento la advertencia funcionó a la inversa y lo hizo apostar aún más. Más del 90 por ciento de los argentinos se reconoce “responsable” y el 64 por ciento “lo hace por diversión”.
Desde muchos espacios, en este marco, solicitan una regulación más calibrada y que priorice la salud de aquellas personas que terminan por desarrollar una ludopatía, aunque por otros medios. También, se pone el foco en el control que pueden ejercer las casas de apuestas sobre la participación de menores en las diferentes plataformas. Asimismo, un aspecto sensible se vincula con la confidencialidad de los datos personales y bancarios que los usuarios brindan toda vez que aceptan las bases y condiciones del juego.
Como siempre, no se puede dejar todo librado a las fuerzas del mercado, por lo que el Estado debería intervenir de una manera más activa. Cuanto menos, para establecer mecanismos que permitan identificar a aquellos individuos vulnerables a una posible adicción.
¿Quiénes son los ludópatas?
Todos los 17 de febrero se conmemora el Día Internacional de Juego Responsable. Los ludópatas son personas que buscan resolver sus angustias mediante el juego. De acuerdo a los datos recopilados por la Defensoría del Pueblo de Buenos Aires, dicha problemática es enfrentada por 7 de cada 100 personas. Aunque se estima que hay 19 millones de jugadores y jugadoras en el país, esa cifra, afortunadamente, no se traduce en cantidad de adictos.
Según la Defensoría, existen algunas señales de alarma que permiten identificar a aquellos que podrían desarrollar una ludopatía: se irritan y están intranquilos cuando no se puede jugar; pierden dinero e intentan recuperarlo en la jugada siguiente; apuestan cada vez más dinero porque eso refuerza la excitación; buscan plata de cualquier manera para continuar apostando.
El fútbol metió la cola
Aunque las apuestas deportivas ya existían desde mucho antes, explotaron durante el Mundial, donde el planeta entero tenía sus ojos en el certamen futbolero más importante de todos. Las posibilidades son múltiples: se puede apostar al resultado, a la cantidad de goles, a la cantidad de tarjetas amarillas y rojas, a los laterales, así como a los tiros de esquina a favor y en contra. A los equipos más grandes y a los más insignificantes del globo: las posibilidades son infinitas.
Con este nuevo impulso, también se redefinen los públicos de apostadores y apostadoras. “Además de los usuarios clásicos que tradicionalmente apostaban en las carreras o el casino, ahora hay un público digital que tiene todas las opciones en la palma de la mano. En el celular están los medios económicos que permiten apostar hasta los acontecimientos más triviales”, subraya Pavlovsky.
Y, naturalmente, con el dinero que traccionan también llegan las influencias y el poder. Las casas de apuestas ejercen presión sobre el deporte e influyen en partidos decisivos. “Personalmente, tengo miedo a lo que puede estar pasando con el fútbol. Ya no solo se apuesta por resultados, como pasaba con el Prode, sino que se puede apostar cualquier cosa. Seguramente en una liga principal, un jugador no se prestará a una manipulación para inclinar en su favor alguna apuesta, pero en ligas menores se observa cada vez más”, dice Guido Biagioni, licenciado en marketing, especialista y consultor de mercado y plataformas tecnológicas.
Después completa: “Durante el Mundial, por ejemplo, las personas realizaban apuestas como una manera de regular la ansiedad. Sentían, de algún modo, que tenían un poco de control sobre la situación de partido. Es cierto que le suma folclore, pero en muchos casos ves gente más preocupada porque se dé el resultado por el que habían apostado, antes de disfrutar el partido como espectáculo. Se experimenta tensión por un equipo que ni siquiera es el que te gusta”. Como en muchos otros rubros, la legalidad solo visibiliza un fenómeno que sucedía desde hacía mucho tiempo, pero de manera paralela.
Para sumarle más condimentos a este menú, algunas de las firmas más influyentes desembarcaron como sponsors de clubes argentinos. BetWarrior auspicia a la Selección argentina, mientras que Codere hace lo propio con River y Bplay representa a Vélez y Estudiantes. De esta manera, se deforma el propio sentido del deporte: un fútbol mercantilizado que poco representa esa esencia de potrero que se busca reflotar siempre que se intenta, en afán nacionalista, reivindicar lo propio frente a lo ajeno. En agosto de 2022, se inauguró Sportbar de BetWarrior en el hipódromo de Palermo: sencillamente, el bar de apuestas deportivas más grande de Latinoamérica. Consta de tres pantallas gigantes y más de veinte televisores en donde los clientes pueden ir observando cómo marchan los partidos y realizar las predicciones más convenientes.
Sí, los griegos también apostaban
Aunque el fenómeno de las apuestas se presente con aires renovados y con fuegos de artificio, lo cierto es que para rastrear sus orígenes hay que viajar más de dos milenios hasta la Antigua Grecia. Los Juegos Olímpicos eran eventos fundamentales para la cultura helénica, en donde un puñado de personas exhibía sus destrezas y el resto observaba con diversión a la distancia y realizaba sus predicciones para anticipar quienes, efectivamente, habían sido beneficiados por los dioses. Esas predicciones se tornaban mucho más divertidas y excitantes cuando en el medio había otros estimulantes al entretenimiento.
Luego esta práctica parece que se extendió a Roma y sus gladiadores, a la Gran Bretaña moderna y la carrera de galgos. En el presente, con la enorme variedad de eventos deportivos, sumada a las posibilidades que presenta la digitalización e internet, apostar es mucho más sencillo. A solo dos clics de distancia, sin moverse del sillón de casa. Bajo esta premisa, aunque el fútbol es el deporte más popular no es el único: también se puede apostar en partidos de tenis, carreras automovilísticas, fútbol americano, básquet y tenis, así como a dardos, billar, béisbol y cricket. La adrenalina es la misma y el deporte muta: pasa de ser la estrella y se convierte en excusa.