El dólar agro, incluido el dólar soja 3, es un tipo de cambio diferencial a plazo fijo para conseguir reservas imprescindibles para el Banco Central. No es una devaluación discreta (hasta un 25 por ciento) o brusca (más de 25 hasta 50 por ciento), sino que, por el contrario, es una medida controvertida para evitarlas.
Quienes insisten, de una u otra forma, de que se trata de una devaluación, en realidad están promoviéndola o, en todo caso, están generando las condiciones para legitimarla más adelante.
Esto último fue lo que sucedió en diciembre de 2015, con el cambio de gobierno, cuando la secta de economistas ortodoxos estuvo sentenciando durante años la existencia de atraso cambiario para que, llegado el momento, sea la administración Macri la que aplicara inmediatamente una fuerte devaluación, punto inicial para el derrumbe de salarios y jubilaciones en términos reales, pérdida que ambos ingresos aún no pudieron recuperar.
Como si no se hubiera aprendido nada desde entonces, pocos interpelan la reiteración de esta misma estrategia de dar por descontada la inevitabilidad de un ajuste de carácter regresivo, que debiera ser aceptado por las mayorías como sacrificio en el altar de un futuro mejor.
Se sabe que esto no es así, aunque la derecha económica ha mostrado en varias ocasiones la habilidad de proponer la receta del irremediable castigo a trabajadores y jubilados para engañar que todos podrán de este modo estar mejor. Para un análisis que excede el exclusivamente económico, este tipo de condena resulta aceptada por las mismas víctimas.
O sea, grupos socioeconómicos vulnerables se lanzan a convalidar la autodestrucción atrapados de fuegos artificiales de encuestas sesgadas que preanuncian la catástrofe del oficialismo o amplificando, como si fueran serios, los panfletos de la derecha encubiertos en artículos periodísticos.
La elección de la opción menos mala entre dos pésimas
La medida cambiaria anunciada por el ministro de Economía, Sergio Massa, beneficia mucho a un sector históricamente favorecido, que en estos meses padece la peor sequía de la historia, cuyos miembros son los dueños de gran parte de los dólares comerciales.
Ellos poseen las divisas necesarias para escapar del peor desenlace: una fuerte devaluación con el consiguiente estallido inflacionario y posterior crisis sociolaboral, económica y política.
Para evitar este escenario destemplado aparece el objetivo de captar en forma imperiosa esos dólares. Esto implica quedar atrapado de una estrategia extorsiva de quienes pueden aportar divisas. La fijación del dólar a 300 pesos hasta fines de mayo para exportaciones de soja, en lugar de la paridad oficial del mercado mayorista a 210 pesos, es el resultado de una negociación desigual.
No es un misterio que ni uno ni otro sendero cambiario constituye una elección que pueda superar el test de evaluación distributiva y de equidad. En ambas la calificación sería la reprobación. El análisis a realizar es precisar cuál de los dos escenarios es el peor y entonces hacer lo que se pueda para eludirlo.
En concreto, se trata de la elección del menos malo en un estado de situación de extrema vulnerabilidad cambiaria y debilidad política del Gobierno.
La cotización más alta de los dólares financieros es por la especulación ante la falta de dólares en el Banco Central
El principal argumento de los devaluacionistas permanentes reside en señalar que el tipo de cambio oficial está atrasado. Otra forma de decirlo es que "está barato", lo que implica "no estar en equilibrio", aunque es bastante complicado definir cuál es el equilibrio con las actuales tensiones y volatilidad de las principales variables macroeconómicas.
Dicen que el atraso estaría probado al identificar dos cotizaciones del dólar. Una, la de los dólares financieros (contado con liquidación y MEP) que en la última semana transitó el terreno de los 400 pesos por unidad (en esta categoría suman el blue, pero es un mercado insignficante en volumen pero muy potente en la construcción de expectativas). La otra, es la definida por Massa para el dólar agro en los 300 pesos.
El aspecto no mencionado en esta campaña de confusión deliberada se encuentra en que son cotizaciones que no están referenciadas en "la competitividad" vinculada al comercio internacional, sino a otra cuestión bastante complicada: los pocos dólares disponibles en el Tesoro del Banco Central para atender la demanda de diversos sectores.
Ante la escasez y la restricción de acceso a las divisas aparece un mercado alternativo (a través de operaciones bursátiles), que deriva en la formación de una brecha cambiaria reflejando esta limitación objetiva y, a la vez, las expectativas devaluacionistas.
Son cotizaciones –superiores a la oficial- que no equivalen a atraso cambiario en términos de competitividad, sino que expresan la especulación cambiaria motivada por las restricciones.
Una y otra cotización entonces no tiene su origen en el supuesto atraso cambiario. Para que sea todavía más claro: una devaluación brusca que vendría a dar respuesta a ese imaginario atraso no llenará de dólares las arcas del Banco Central ni disminuirá la brecha cambiaria, sino que sólo provocará una nominalidad más elevada y, fundamentalmente, una transferencia de ingresos extraordinaria a los sectores poseedores de dólares. El problema de la escasez seguirá pero en un contexto macroeconómico todavía peor.
La tecnoburocracia del FMI hace lo de siempre: pide más
En el tradicional corrimiento del arco que realiza la tecnoburocracia del Fondo Monetario en cada revisión trimestral de un acuerdo, el último staff report advierte acerca del atraso cambiario al estimarlo de 10 a 25 por ciento.
Pese al sobrecumplimiento de las metas cuantitativas de las principales variables macroeconómicas en el 2022, que debería ser lo único importante en esta evaluación, los economistas del Fondo que se ocupan del caso argentino aseguran que el tipo de cambio oficial está atrasado, como si esta definición no incrementara la incertidumbre cambiaria, acelerara la corrida y, por lo tanto, complicara el cumplimiento de los objetivos acordados para este año.
En las páginas 6, 15 y 16 del reporte de 111 y en el Anexo I afirman lo siguiente:
* La posición externa es frágil.
* La cobertura de reservas se ha reducido a menos de tres meses de importaciones, después de excluir las líneas swap (con China y el Banco de Basilea).
* La brecha entre los tipos de cambio paralelos y el tipo de cambio oficial se ha ubicado en el 90 por ciento.
* La aceleración de la tasa de devaluación desde mediados de 2022 han disminuido la apreciación, aunque la posición del sector externo sigue siendo débil. Existe por lo tanto una sobrevaluación cambiaria de 10 a 25 por ciento.
* La tasa de ajuste diario del tipo de cambio (crawling peg) debe ser consistente con la mejora de la competitividad externa a lo largo del tiempo para reducir la brecha cambiaria y aumentar las reservas.
* Se necesitan "acciones decisivas tempranas para racionalizar el complejo régimen cambiario actual y mejorar su eficacia".
* Mientras tanto, las intervenciones en el mercado paralelo de divisas a través del uso de las reservas internacionales netas o los instrumentos de deuda externa a corto plazo deben evitarse.
Un par de preguntas a partir de estas sentencias fondomonetaristas:
1. ¿Cómo saben los técnicos del Fondo cuál es el tipo de cambio real de equilibrio para reclamar la aceleración de la tasa de devaluación?
2. ¿Cómo estimar cuál debiera ser la velocidad de ajuste nominal del tipo de cambio oficial para reducir el supuesto atraso cambiario cuando acelerar el ajuste alimenta la inflación y, por lo tanto, la nominalidad de esas variables?
Las respuestas a estos interrogantes son que no lo saben y sólo intervienen de este modo en el diseño de la política económica y, por ende, en la estabilidad política con criterios tecnocráticos que resultan tóxicos. Si esta intervención es de un FMI considerado amigable, es inquietante imaginar uno que no lo sea.
No hay atraso cambiario pese a lo que dice el FMI y la secta de economistas
La principal referencia objetiva para indicar si hay o no atraso cambiario es el informe del Banco Central sobre el tipo de cambio real multilateral. Un aspecto fundamental para no caer en la trampa de los devaluacionistas es saber que el tipo de cambio es una variable distributiva y su nivel tiene impacto en los ingresos de la población, al tiempo que es un indicador –no el único- de competitividad de la producción local en el mercado internacional.
Esto significa que la evaluación de ambos aspectos se debe realizar con la cotización del tipo de cambio oficial y no con los paralelos que, como se explicó arriba, están definidos por la especulación ante la escasez de reservas en el Banco Central y la consiguiente restricción de acceso a las divisas.
El tipo de cambio real multilateral se ubica en abril de este año en el número índice 96,92 (100 es equilibrio, debajo hay atraso y por encima, sobrevaluación). Es casi el mismo valor de enero de 2016 luego de la fuerte devaluación de Macri (96.00) y está por encima de octubre pasado (88.25)
Esto implica que la gestión Massa ha estado mejorando en forma lenta pero persistente el tipo de cambio real y que el umbral de equilibrio está a apenas 3 puntos, lejos del 10 al 25 por ciento de ajuste que reclama el FMI.
Otro elemento de la competitividad externa se encuentra en los precios internacionales de la canasta exportadora. El último informe Política Monetaria del Banco Central precisa que los términos de intercambio continúan siendo favorables para Argentina.
Detalla que si bien los precios de las exportaciones de bienes consolidaron su tendencia bajista -respecto al pico de mayo de 2022 y acumularon una caída de 11,5 por ciento a febrero de 2023, reflejando lo acontecido con los precios globales de los alimentos-, los precios de las importaciones se retrotrajeron a niveles de marzo de 2022.
El Central explica entonces que, en este contexto, "continuó calibrando la tasa de crawling peg (ajustes diarios del tipo de cambio) en el marco del régimen vigente de flotación administrada, adaptando el ritmo de depreciación para mantener niveles adecuados de competitividad externa". De este modo, en los primeros tres meses del año el Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral (ITCRM) registró una depreciación de 2,1 por ciento.
Qué es el Índice de Tipo de Cambio Real Multilateral
Este indicador mide el precio relativo de los bienes y servicios de la economía argentina con respecto al de los de los principales 12 socios comerciales del país, en función del flujo de comercio de manufacturas.
Se obtiene a partir de un promedio ponderado de los tipos de cambio reales bilaterales de los principales socios comerciales del país.
Se considera la evolución de los precios de las canastas de consumo representativas de los socios comerciales expresados en moneda local en relación con el valor de la canasta de consumo local, constituyéndose como una de las medidas amplias de competitividad (de tipo precio).
Las actuales ponderaciones en el comercio de manufacturas (promedios móviles de doce meses) son: Brasil, 32 por ciento; Estados Unidos, 12 por ciento; China, 16 por ciento; y Zona del euro, 19 por ciento.
Qué pasó con la paridad del dólar oficial desde la década del noventa
El Banco Central detalla que desde mediados de la década del '90, el ITCRM atravesó las siguientes etapas:
1. Durante la vigencia del Plan de Convertibilidad la moneda doméstica se encontró relativamente apreciada (atrasada) en términos reales, situación que se intensificó hacia fines de la década del '90, principalmente a raíz de la devaluación del real brasileño.
2. La depreciación (devaluación) posterior inició un período de tipo de cambio real alto y competitivo que se extendió hasta aproximadamente fines de 2007. En esos años, en promedio, el tipo de cambio real fue 36 por ciento superior al del promedio de los últimos 19 años.
3. A partir de allí se inició un proceso tendencial de apreciación real, brevemente interrumpido por períodos de incrementos en el tipo de cambio nominal, como los ocurridos en 2009, a comienzos de 2014 y a finales de 2015.
4. Con la eliminación de los controles cambiarios y la unificación del tipo de cambio en diciembre de 2015, la moneda local se depreció alrededor de un 36 por ciento en términos reales.
Hoy el tipo de cambio real se encuentra en el mismo nivel de este último ajuste.
Es mentira que no haya devaluación
Existe una confusión deliberada en la cual participan economistas ortodoxos y la oposición política sobre el tipo de cambio. Dicen que hay que devaluar porque la paridad con el dólar está atrasada. Lo desconcertante de esta polémica es que una de las características de la política cambiaria del Banco Central en el gobierno de Alberto Fernández es que ha mantenido una permanente devaluación del peso.
Los miniajustes diarios de la paridad buscan preservar grados de competitividad y protección de la producción local a través del frente cambiario. El debate podría plantearse con más precisión si las posiciones en disputa se dividieran entre quienes proponen variaciones más aceleradas dentro del régimen de flotación administración del tipo de cambio y los devaluacionistas seriales que postulan una fuerte e inmediata alteración de la paridad. Ambas posiciones son inflacionarias en menor o mayor intensidad.
Los devaluacionistas seriales tienen representación desde diferentes vertientes, cuyo origen puede descubrirse en protagonistas de crisis pasadas, conocedores que una devaluación brusca provoca la alteración de la estabilidad política, económica y social derivada del shock inflacionario del ajuste. O sea, la devaluación que proponen es profundamente regresiva, además de precipitar un cuadro agudo de desestabilización política.
Pese a que ellos son parte activa de experiencias traumáticas, mantienen una permanente prédica sobre el atraso cambiario y la necesidad de una fuerte devaluación. Tanta es la insistencia que terminan abrumando hasta debilitar ciertos análisis heterodoxos que pasan a repetirla sin exigir, al menos, datos rigurosos que respalden el eslogan.
Las presiones devaluacionistas provienen de varios sectores, desde industrias exportadas hasta productores agropecuarios pasando por economistas con contratos en dólares con organismos internacionales e instituciones privadas del exterior.
Los datos objetivos muestran que no hay un atraso considerable y que es manejable en términos de competitividad externa. Para no caer en confusiones es necesario entonces indicar que quienes insisten en una devaluación brusca quieren, en realidad, además de entregar ganancias extraordinarias a sectores exportadores, licuar aún más los salarios y las jubilaciones.