Dos seres, dos sistemas desconectados, habitan, no la misma casa, sino el mismo cuerpo. Cada cual con sus mecanismos y reglas. Se llamarán Kemis e Ispectus.
Kemis es microscópico, invisible para el ojo humano. Sus agentes son moléculas altamente eficientes y tiene mecanismos de auto-corrección. Es casi perfecto. Funciona sin que el otro mecanismo lo sepa. Produce con una rapidez incomprensible reacciones químicas en microsegundos, máquinas moleculares que convierten luz o polvo en vida. Autopistas interconectadas por donde circula la información celular, mecanismos asombrosos para almacenar y usar la energía. Compuertas que se abren o cierran precisamente en el momento adecuado. Cientos de proteínas actuando coordinadamente para hacer una copia fiel del ADN o cometer un suicidio programado para la supervivencia grupal.
Ispectus es mental y trata de entender algo. Es mucho más rudimentario, egoísta, torpe y lento. Quiere imitar y limitar a Kemis, que avanza y puede llevarse todo puesto. Ispectus analiza en dos o tres dimensiones, piensa geométricamente. Se traba con dudas, contradicciones y paradojas que no puede resolver. Y vuelve a cero. Con suerte.
Kemis no duda, no puede. Ejecuta, y prueba alternativas de supervivencia sin discriminar. Sin sentir las particularidades. Sólo le interesa el resultado final. Lo universal, la eficiencia, la rapidez de la re-producción.
Ispectus se emociona, se detiene en el detalle. No puede decidirse entre dos vestidos de distinto color. Pierde horas que nunca recupera. Encuentra belleza en lo distinto, en una mirada, en un reflejo fugaz e inútil sobre la superficie de un río turbulento y espeso. Procesos lentos y enredados buscando una síntesis armoniosa en un laberinto que no cesa. Todo sucede en el mismo cuerpo.
Ispectus inventa la ciencia, la tecnología y la inteligencia artificial. Quiere entender y controlar a Kemis, usando lógica humana, busca tomar las riendas.
Nuevos equipos miden cada vez con mayor precisión distancias o fuerzas cósmicas. O interatómicas. Tecnología “ómica” detecta la presencia de cada molécula que conforma cada ser vivo o muestra. Estudios cada vez más específicos y penetrantes registran continuamente las caras y los movimientos de automóviles, de distintas agrupaciones de materia. Se inventan máquinas que integran datos de magnitudes infinitas, intentando descifrar, capturar y predecir al menos estructuras o relaciones lineales. Se intenta delinear un mapa con sabor a humano, establecer jerarquías de interacciones entre moléculas.
Tranquilo, el torbellino final avanza sin mapa. Se filtra por las persianas y las rejas. Espera en el ascensor de acero y espejos de un edificio serio, en el estómago de un hombre hambriento.
Se manifiesta con todo su esplendor una mañana radiante. Volátil pero intenso. No cristaliza como las proteínas: transmuta todo el tiempo y no tiene urgencia. Sabe que los dos seres, Ispectum y kemis, se encuentran inexorablemente en la tierra.