En un gesto visionario, Daniel Feierstein publicó hace cuatro años La construcción del enano fascista, los usos del odio como estrategia política en Argentina, libro que Clave Intelectual acaba de reeditar en una versión revisada y actualizada. No había ocurrido aún un hecho de la magnitud del atentado a CFK ni existía Javier Milei como figura política cuando el doctor en Ciencias Sociales advertía que lo que estaba pasando -y lo que podía pasar- era muy espeso: el fascismo como práctica social estaba imponiéndose en discursos y acciones de los argentinos, filtrándose en las capas populares, y eso estaba siendo utilizado políticamente.
Corría el 2017 y al especialista en el análisis de procesos de persecución, hostigamiento y exterminio le llamó la atención cómo sectores de la política legitimaron el asesinato de Santiago Maldonado y comenzaron a perseguir a organizaciones, familiares del joven y docentes que hablaban del tema en las aulas. Una serie de artículos, por sugerencia de José Natanson, mutó en este libro. "Veía una transformación muy significativa del mapa político argentino, articulada con transformaciones del mapa de la región y del mundo, que me producía una enorme preocupación: el surgimiento de las condiciones de posibilidad de emergencia del fascismo", recuerda Feierstein en la charla con Página/12.
"Es interesante volver a publicarlo cuatro años después: los elementos que señalaba se han potenciado muchísimo y los peligros que planteaba se han vuelto realidad", dice el investigador del Conicet, autor de títulos como El genocidio como práctica social y Los dos demonios recargados.
-¿Por qué es importante retomar el concepto de fascismo?
-Es un término súper interesante y actual. Da cuenta de la especificidad de una forma política que en nuestra región en general no conocimos antes de este momento. Es una experiencia eminentemente europea, de mediados del siglo XX, y las expresiones que tuvo en América latina tendieron a ser bastante marginales. La percepción que por lo general tenemos es la de las dictaduras autoritarias, que han sido en algunos casos genocidas pero que sin embargo no han sido fascistas, en tanto no han logrado -ni siquiera han buscado- una capacidad de movilización reaccionaria. Su poder se basaba en la intervención de las fuerzas armadas y de seguridad, y la búsqueda, a través del terror, de paralizar a la sociedad, mientras que el fascismo busca movilizarla y que la violencia sea ejercida por distintos sectores sociales.
-Diferenciás tres maneras de ver el fascismo y planteás que la definición adecuada para entender este tiempo es la de "práctica social".
-Hay tres grandes grupos de trabajos sobre el tema. El primero plantea la idea del fascismo como ideología. Es relativa en el momento actual: la ideología fascista de la Europa del siglo XX está presente en algunas cosas pero en otras no en los movimientos que vemos ahora. Ese fascismo venía de la mano de un nacionalismo expansionista, por ejemplo, que ahora no se ve. Una segunda perspectiva, más clásica de las ciencias políticas, es la del fascismo como sistema de gobierno, un sistema de dominación con una alianza de corporaciones que implica al poder empresarial, los militares, la Iglesia, los sindicatos. Esto está absolutamente ausente en el presente. Lo que tiene más potencia es la mirada del fascismo como práctica social, que prioriza qué tipos de construcciones y relaciones sociales busca construir.
-¿Cuáles son esas construcciones y relaciones?
-Se dan tres elementos: la búsqueda de una movilización reaccionaria, movilizar a la población pero en un sentido regresivo. No es para conquistar derechos sino para recortarlos. Podemos verlo en la estigmatización de los beneficiarios de planes sociales. Un segundo eje tiene que ver con la irradiación capilar del odio, el mecanismo de la proyección: esa movilización busca encontrar algún grupo o algunos para dirigir toda nuestra frustración y enojo por la situación de nuestra vida, responsabilizándolos, en lugar de enfrentar las condiciones que hacen que estemos en esta situación. Por último, la realización de la victoria del capital. Lo que busca esa movilización reaccionaria es consolidar una redistribución regresiva del ingreso.
-¿Cuáles son los riesgos?
-Esto lleva a la posibilidad de un profundo incremento de la violencia, a la ruptura de los pactos políticos democráticos. Porque el eje del fascismo es que la vía de salida de los enojos y frustraciones que genera un empeoramiento permanente de las condiciones de vida de las grandes mayorías sea la agresión hacia el grupo que es visto como responsable de nuestro sufrimiento. Al no ser direccionada, conducida, desde el aparato del monopolio de la violencia legítima que es el Estado, genera una situación de irradiación capilar del odio y la violencia. Es lo que estamos comenzando a ver: episodios crecientes de justicia por mano propia, llamados a la agresión de determinados grupos, recorte de derechos para legitimar formas de agresión. Lo que es novedoso para nosotros es que esa agresión, en la mayoría de los casos, aparece como espontánea. No lo es realmente; está generada por distintas usinas de promoción y difusión. Pero la lleva a cabo cualquiera: un grupo de vecinos, una persona que fue agredida... Puede ocurrir en un hecho de criminalidad común, un evento de tránsito, eventos políticos donde, de la mano de la antipolítica, (el fascismo) también busca la imposibilidad de circulación de distintas figuras por la vida cotidiana.
-El asesinato del colectivero Daniel Barrientos y todo lo que ocurrió alrededor del crimen condensa mucho de lo que estás diciendo.
-Es un hecho muy complejo y contradictorio. Lo que yo veía hace cuatro años, que se ha potenciado, es que cualquier hecho o sufrimiento encendía la mecha. Es lo que se ve en el crimen del colectivero. Es realmente un sufrimiento, una persona que estaba al borde de la jubilación, ya cerrando su vida laboral, lo que pueden sentir sus compañeros... un caso que se viene repitiendo con esa línea y en esa región. Hace estallar la mecha. Pero lo preocupante es cómo. No es que la hace estallar para la organización de los colectiveros en función de enfrentar las causas que están generando esta situación, sino que viene de la mano de comenzar a plantear estigmatizaciones y acusaciones hacia grupos de población que no tienen nada que ver con ese hecho de inseguridad. Que aparezca, por ejemplo, un discurso frente a los planes sociales no tiene ninguna vinculación; hasta podríamos decir que es absolutamente contrario a la lógica que se está queriendo plantear. Si desaparecieran los subsidios y planes tendrías mayores situaciones de inseguridad, más allá de que las grandes mayorías de los sectores populares que sufren consecuencias económicas no caen en la delincuencia común. Es un hecho contradictorio porque el que sufre la agresión de los colectiveros es Berni, una de las figuras que viene atizando este tipo de discursos, planteando hace años la estigmatización de los inmigrantes, los planes sociales...
-Por eso en Twitter algunes festejaban la agresión...
-Exactamente. Es como decir "ha recibido su propia medicina". Esto es muy importante en el fascismo. Cuando uno atiza los odios de esta manera no tiene un manejo de cómo van a expresarse. Berni va muy tranquilo a esa manifestación porque siendo una de las personas que atiza esos odios cree que puede encontrar apoyo en esta postura de salir con una ametralladora y plantear que la solución al problema social es meter bala. Y se encuentra con el resultado de lo mismo que él ha ido atizando junto a Bullrich, Milei y otra cantidad de figuras, sufriéndolo en carne propia. Más allá de que (la agresión) haya sido más organizada o más espontánea, me parece que da cuenta del peligro al que se expone la antipolítica. Se lleva puestos también a aquellos funcionarios que la atizan y puede dar lugar a figuras que parecen excluidas del mundo de la política, como Milei. Figuras que pueden correr el límite de lo aceptable porque no participan de una construcción que debiera tener algún nivel de responsabilidad por las consecuencias de acciones, discursos y prácticas.
-Varios filósofos extranjeros vienen hablando de la ruptura de lo común. En la Argentina pareciera que la grieta -mencionada en tu libro más de una vez- llegó a un punto de no retorno. ¿Se perdió toda posibilidad de diálogo entre los que piensan distinto, que, encima, piensan cada vez más distinto?
-Hay un quiebre en las formas de subjetividad que es un salto por sobre las experiencias fascistas previas. Tiene que ver con la articulación del fascismo con algunas consecuencias del neoliberalismo. El fascismo del siglo XX, europeo, plantea que hay grupos que no son parte de la comunidad. Todavía hay alguna noción de comunidad. En este neofascismo del siglo XXI no se recorta la noción de comunidad sino que se la busca hacer implosionar directamente. Es la desaparición de la posibilidad de pensarse como parte de una comunidad. También está la pérdida del arte del diálogo con el que es distinto. Y esto va mucho más allá de la nueva derecha, atraviesa también a todo el campo popular y todas las representaciones de la izquierda, los sectores de centro. Es producto de la desaparición o destrucción progresiva de los espacios de encuentro de lo diverso, que en nuestro país fueron históricamente la escuela y la salud públicas, el barrio, la calle, instancias donde uno se encontraba con gente muy distinta a uno, social, económica, cultural y políticamente, y era capaz de construir herramientas para dialogar. Eso, producto también de una serie de transformaciones subjetivas de este momento neoliberal se ha ido destruyendo, entonces cada uno no sabe cómo hablarle a alguien que piensa distinto. Esto también está muy potenciado por las redes sociales, que nos ofrecen un filtro burbuja: potencian lo que pensamos y nos hacen desaparecer del entorno toda disonancia cognitiva. Entonces todos los que no piensan como nosotros son imbéciles, y son tratados como imbéciles. Eso impide cualquier diálogo porque nadie puede dialogar sobre la base de que el otro lo trata como un imbécil que no entiende. Esto se puede ver también en el campo del periodismo. Los medios tienen un alineamiento que hace que solamente publiquen noticias en un sentido y dirección, con una imposibilidad de incorporación de cualquier información disonante.
-El enano fascista del que habla el libro, o el odio... ¿en qué proporción están en nosotros y en qué proporción son construidos por los medios?
-Son las dos cosas. Todos nacemos con todo el acervo de emociones. Por supuesto que tenemos muchísimo odio dentro nuestro. La pregunta es qué hacemos con eso. La transformación en la sociedad se vincula a transformaciones en el periodismo y los medios, que atraviesan todo el espinel político y potencian lo peor de nosotros. En los últimos años de los '90 y a comienzos del siglo XXI, el Grupo Hadad encaró una transformación que liberó la lógica de legitimar el insulto, la descalificación, las formas soeces y la denigración como parte de algo aceptable y festejado dentro del medio. Como este estilo logró escucha y rating, irradió hacia otro montón de periodistas y medios. También hacia su escucha. El periodismo tenía un modo de hablar mucho más profesionalizado, un cuidado en el lenguaje, las formas, el modo de plantear que también irradiaba hacia el oyente. Un respeto hacia la opinión del otro que incluso uno podía encontrar en los periodistas de la derecha más dura. La transformación impulsada por Hadad se volvió hegemónica. Si somos formados en un espacio donde se nos muestra que la forma no es esa, nos la guardamos. Si participamos de un espacio donde se nos muestra que todos la dejan salir y eso está bárbaro, nosotros también la dejamos salir y así es como crece.
-¿Qué escenario electoral imaginás?
-Profunda fragmentación de todos los campos, no sólo del partido de gobierno. El problema es que en esas situaciones puede pasar cualquier cosa. Esta nueva derecha constituye uno de esos sectores fragmentados, si no más de uno. Es muy relevante para el conjunto de los movimientos sociales entender la necesidad de crear lazos entre todas las fuerzas que no están dispuestas a avalar estas modalidades neofascistas para poder cerrarle el camino a aquellas figuras que lo plantean. Hoy el mayor peligro es la posibilidad de que alguna de estas expresiones pueda acceder al gobierno. Hay que pensar en cómo blindar al resto del sistema político ante este peligro. No parece ser lo que prima. Pareciera que hay una confusión, en la que cada uno está muy centrado en sus objetivos, enemigos y propias lógicas internas. Y esas son las circunstancias en las cuales no se observa cómo va creciendo ese huevo de la serpiente. Cuando uno lo deja crecer después se vuelve mucho más difícil de confrontar.
Peronismo e izquierda
Los límites del campo popular
-¿Cuáles son los límites del peronismo y de la izquierda? ¿En qué están fallando?
-Mucho del crecimiento de las nuevas derechas se basa en la incapacidad de escucha de las distintas formaciones políticas del campo popular, que no puede hacer lugar a la palabra del otro, la estigmatiza, mientras que la nueva derecha ofrece una respuesta espantosa pero lo está escuchando. ¿Qué escucha se tiene ante el nivel de sufrimiento y transformación de la vida que genera el aumento sostenido de la inseguridad a lo largo del tiempo, desde el fin de la dictadura hasta hoy? La mayoría de las respuestas del garantismo hacen una negación: "esto no es tan grave" o "no existe". Este tipo de transformación de la vida que afecta sobre todo a los barrios populares se encuentra entonces, de un lado con la negación, del otro con la propuesta del "meta bala" que termina siendo la única que reconoce el problema. Un segundo nivel es el rol del narcotráfico en la transformación de los lazos sociales en los barrios populares. Un tema absolutamente ignorado por la mayoría del campo popular, y escuchado y utilizado como caballito de batalla por las nuevas derechas que ofrecen una salida absolutamente inefectiva, que es la intervención de las fuerzas armadas como estrategia de represión. Por último, lo que explica la adhesión de tantos varones jóvenes a las nuevas derechas es el efecto que ha generado un conjunto de injusticias y sufrimientos de varones muy jóvenes en relación a la marea verde y el avance del feminismo. Su impacto es tremendamente positivo en la mayoría de los planos pero ha implicado situaciones concretas de problemáticas, sufrimientos e implementaciones discutibles de muchas lógicas, sobre todo la del escrache entre pares en el ámbito escolar. Esto también es ignorado y estigmatizado por distintos espacios del campo popular, y escuchado y aprovechado por las nuevas derechas, que montan sobre eso una salida terrible: la estigmatización de las luchas de género.
Legislación
Libertad de expresión
-¿Nos debemos un debate acerca de la libertad expresión? ¿Debería haber cambios en la legislación para hacerle frente al fascismo?
-Estoy bastante en desacuerdo con esa línea. ¿Esto se resuelve con una intervención legal o con una de carácter sociopolítico? Ahí es donde está un nudo importante. Los intentos de legislación sobre el negacionismo en general le han dado estatus de contrahegemónico. Han terminado siendo muy contraproducentes. La confrontación se tiene que dar en nuestra intervención en cualquier instancia. Preguntarnos qué hacemos en los medios, con la estructura política, cómo recomponer ciertos principios fundamentales del funcionamiento de la institucionalidad política. Tiene más que ver con acuerdos, diálogos, formas de reducir al mínimo a estos grupos. Plantear un rechazo generalizado que con formas de intervención legal que implicarían darle demasiada importancia a la formalización jurídica de algo que no se resuelve jurídicamente. Si tomamos esto como aceptable va a seguir creciendo, haya o no una condena. El derecho penal está para condenar acciones, no opiniones ni formas de opinión.