"Los jueces técnicos suelen estar muy condicionados por poderes externos, influencias o casos similares pasados, pero eso no pasa con los ciudadanos comunes que sólo los guía su sentido de responsabilidad de saber que tienen que decidir sobre la libertad de alguien.” El que habla es Andrés Harfuch, presidente de la Asociación de Juicios por Jurado, un sistema que comenzó a implementarse en la provincia de Buenos Aires el 1° de marzo de 2015 y que todavía es mirado con desconfianza por miembros del Poder Judical que temen perder su status en la sociedad.
El primer caso fue en el distrito de San Martín, por el asesinato de un joven. Y el veredicto fue “no culpable por legítima defensa”
Según la Constitución Nacional los juicios populares son, desde hace 150 años, el método que debe aplicarse para juzgar los crímenes. Incluso desde la antigüedad (Tribunal de los Heliastas de Grecia) ya se los nombra como la forma más directa de democracia y de delimitación del poder del Estado para castigar y juzgar.
Sin embargo, su implementación nunca fue fácil.
Una de las reticencias más grandes más grandes se escuda en que los integrantes del jurado pueden ser influenciados en su decisión por la información y comunicación públicas. Pero Harfuch opina que “el pueblo argentino se caracteriza por ser muy participativo”, y según dice, esto ayuda “a que se den procesos mucho más claros".
Aldana Romano, representante del Instituto de Estudios Comparados de Ciencias Penales y Jurídicas (INECIP), es categórica y asegura que “el jurado eleva la calidad del sistema jurídico” y argumenta: “El lenguaje técnico deja de primar en la explicación sobre los hechos. Nuestros abogados y abogadas aprenden a litigar, tienen mejores herramientas, y todo eso colabora con tener juicios de mejor calidad. De hecho los fiscales en Provincia de Buenos Aires confiesan que investigan los casos de manera distinta cuando creen que va a ser un Juicio por Jurado”.
“Señores y señoras del Jurado”
El proceso de selección de jurados comienza con un sorteo en el que se convoca a 48 ciudadanos. De esa cantidad son elegidos 18, 12 titulares y 6 suplentes. La selección, a cargo de la fiscalía y la defensa, busca resguardar la cualidad de imparcial. Es decir, que ninguno de los posibles jurados tengan algún interés particular, más allá del esclarecimiento del hecho.
En el caso de Argentina existe paridad de género, por lo que la selección contempla a seis mujeres y seis hombres. Además, por obvias razones, está asegurado su anonimato. Las personas que participan de este proceso deberán esperar por lo menos tres años para volver a ser elegidos, en el caso de salir nuevamente sorteados.
Como representantes directos de la ciudadanía, las personas elegidas deben deliberar sobre los acontecimientos que se presentan en el juicio. Escuchar a la fiscalía, a la defensa y realizar deliberaciones conjuntas para tomar una decisión y emitir un veredicto que será “culpable o no culpable”. El juez solo aplicará -en caso de corresponder- el monto de la pena y también ordena el proceso e instruye al jurado en medidas de Derecho pertinentes.
Para poder llegar a una resolución, la votación exigida es de un mínimo de diez votos para delitos con penas temporales y unanimidad para la reclusión perpetua.
Ocho años en la justicia provincial
Según estadísticas del INECIP, en la Provincia se realizaron hasta el momento 539 juicios con jurados populares. Las resoluciones de los veredictos muestran un 72 por ciento de condenas y un 26 por ciento de absoluciones.
Entre los casos más conocidos está el asesinato de Melina Romero, por el cual se condenó al acusado Joel Fernández; el juicio al carnicero Daniel Orzarzún, que fue absuelto luego de ser acusado de asesinar a quien robara su negocio; la condena al “Salvaje” Villalba, hijo del narcotraficante condenado, “Memeluco” Villalba, por el asesinato de un joven de 17 años; y el juicio por el femicidio de Claudia Schaefer a manos de su marido Fernando Farré, quien fue condenado a cadena perpetua.
Según Harfuch, la implementación de la política en la Justicia provincial ha sido “muy exitosa”. En diálogo con BuenosAires/12 asegura que la medida “viene a devolver al pueblo una forma de democracia directa que la Constitución exige hace 150 años”. “El juicio por jurado viene a reparar una relación del pueblo con la Justicia que parece rota, porque controla y oxigena al Poder”, asevera.
Harfuch destaca que en el país existen jurados interculturales e indígenas, en los casos en que se considera pertinente. ”Este tipo de juicios ya llevan casi 800 casos en todo el país. No es sólo Buenos Aires, es CABA, Mendoza, toda la Patagonia; casi medio país tiene este tipo de medidas”, asegura.
“Hay algo fundamental -subraya-, y es que el juicio por jurado obliga a que las pruebas y todo el proceso general sea más concreto y claro porque hay que convencer a gente común que se guía por el sentido común". Agrega que esa situación no deja lugar "para un oscuro léxico y expedientes ilegibles”.
Y añade: “Eso es lo que a veces parece molestarle a parte del Poder Judicial. Que los juicios populares lo bajan del pedestal. Se abren los claustros y el poder vuelve al Pueblo, con su idioma y sus formas. A veces algunos prefieren hablar de manera poco clara, pero con estos juicios ésa deja de ser una opción válida”.
En 2018 el INECIP publicó un informe llamado “El poder del jurado: descubriendo el juicio por jurados en la Provincia de Buenos Aires”. En él hay definiciones y análisis de los juicios populares bonaerenses, sustentados en información cualitativa y cuantitativa. El informe da cuenta de que el 65 por ciento de fiscales y defensores coincide con los resultados alcanzados por los jurados; mientras que en el caso de los jueces la coincidencia asciende al 76 por ciento.
Al respecto, Aldana Romano, quien también es autora de “El Poder del Jurado. Descubiendo el juicio por Jurado en la Provincia de Buenos Aires” junto a Sidonie Porterie, explica que “los jurados populares tienen una actitud sumamente responsable” y suma : “No es lo mismo lo que una persona puede decir desde el living de su casa a cuando tiene la responsabilidad de la libertad de alguien en sus manos. Cuando la sociedad se pone en los zapatos del jurado se pone más exigente porque entienden que tienen una responsabilidad única".
Juez y parte
A Andrés Bernhardt se lo podría definir como “El Jurado 0”. Es un vidriero y herrero de la zona de San Martín que el destino transformó en el primer presidente de Jurado de la Provincia de Buenos Aires. “Lo que pasó en marzo del 2015 no solo cambió mi vida, sino la historia de toda la Provincia”, explica al ser consultado por este medio.
Guillermo Barrios, el acusado, había salido en defensa de su hermana ante las agresiones de su ex pareja. Eso llevó a una pelea y la posterior muerte del agresor. El jurado entendió que se enfrentaba a un caso de “legítima defensa”.
“Me tocó leer el veredicto ante un lugar lleno de periodistas, jueces y personas famosas, pero yo solo podía mirar a la cara al acusado y a su familia. Pensaba cómo reaccionaría yo si alguien de mi familia corriera riesgos y sabía que él era inocente”, rememora.
Bernhardt recuerda la “contundencia de la defensa” y la “claridad para mostrar las pruebas”. “A medida que iba avanzando el juicio cada vez era más claro y cuando llegaron alegatos finales destrozó cualquier duda”, explica.
Después de tres días y la lectura del veredicto que absolvió a Barrios, Andrés recuerda la llegada a su casa de Villa Ballester. “Es muy fuerte tener la responsabilidad de la vida de alguien y de toda su familia, es algo que hay que vivir para entenderlo”, cuenta y se emociona hasta las lágrimas.
Con el tiempo, cuenta el comerciante, que algunas veces “soñó con saber cómo seguía la vida de Guillermo Barrios” e incluso fantaseó con “estudiar derecho”. “El trabajo y la edad ya no me lo permitieron”, se lamenta.
“Barrios no vio nacer a su hijo, porque estaba esperando el juicio en prisión y gracias a nosotros, ese niño tiene un padre presente que se iba a comer 20 años de cárcel de forma injusta", destaca el hombre que pasó a la historia judicial bonaerense. "Esta Provincia tiene miles de injusticias pero nosotros hicimos algo para que sea un poco más justa”, cierra.
El juez de La Matanza Franco Fiumara estuvo a cargo del juicio que significó la primera condena que un jurado solicitó en la historia de la Provincia que fue ratificada por Casación Corte de Provincia y de Nación.
Mientras rememora el Caso Masson, Fiumara revela “no tener una postura clara sobre el tema”. Entre los puntos a favor marca que “la gente toma dimensión real de lo que es el Sistema de Justicia porque son ellos los que realmente se convierten en 12 jueces”.
Entre las contras señala las “deficiencias de infraestructura”. “Carecemos de salones amplios para realizar estos tipos de juicios, por lo menos en los departamentos judiciales en los que yo trabajo”, dice a modo de ejemplo.
“También hay cuestiones técnicas -agrega- porque a veces los propios jurados tienen que volver al otro día cuando saben que juzgaron o van a juzgar a personas que son del mismo barrio. Esto ya es más que nada un cariz sociológico.”
Sobre los casos en que le tocó oficiar en un juicio popular, el juez matancero reveló que “siempre estuvo de acuerdo con el Jurado”, pero eso es “muy subjetivo”, aclara.
El peso de la opinión pública
Una de las preguntas más recurrentes es si existe una presión social o influencia colectiva en la decisiones de los jurados. En ese aspecto, todos los entrevistados coinciden en que no se registra tal fenómeno, más bien todo lo contrario. “Los jurados adoptan una mirada mucho más crítica del consumo de noticias”, aclara Romano.
Para Harfuch, creer que las personas se dejan llevar por el consumo de noticias es parte de “un preconcepto, que no se relaciona con la realidad en los casi 800 casos que se dieron en todo el país". Dice que "más bien todo lo contrario”.
De hecho, cuenta Romano, se creía que el jurado se iba a tomar livianamente la tarea y condenar duramente en todos los casos. "Por el contrario, se demostró que los jurados tienen un estándar más alto que los jueces a la hora de condenar”, dice.
“Siempre hay que creer en el pueblo”, cierra Harfuch de forma categórica.
No más preguntas, señor Juez. O señor jurado.