La existencia del dicho popular “los chicos no mienten” convierte a los niños en objetos de diversión, burla o indignación desde una mirada adultocéntrica que los condena a los bordes de la comunicación masiva. Teniendo en cuenta esto, en los últimos días se han emitido entrevistas televisadas que exponen la fragilidad de los niños en un marco de pobreza estructural y desarrollo de una política económica excluyente. En ese plano, el universo mediático y periodístico reactiva a la emotividad como una cuestión fundamental para fortalecer el relato y el discurso de la información.
A partir de ello, la interpretación de los hechos y/o los dramas particulares de los sujetos que miran la realidad en función de lo emocional, genera un clima de reflexión contextual mínima y coyuntural. Por tanto, las responsabilidades sociales y los factores causales de la desigualdad y de las injusticias sociales se invisibilizan y se rigen según las reglas de lo empático. Ante esto, la exhibición de la congoja, la lástima o el dolor convierte en noticia a los acontecimientos que persisten más allá de las conmociones de los periodistas y los columnistas de TV.
Tanto en el caso del niño entrevistado en el programa “Periodismo para Todos” como en la escena que conmueve a la periodista de Crónica TV, luego de escuchar que un nene asiste a un comedor porque tiene hambre, las explicaciones valen poco frente a la explotación de la emoción –ya sea indignación o angustia– que no empatiza con el niño, sino con la incomodidad del periodista. En ese aspecto, el mediador no se circunscribe a los datos de la noticia, sino a “sentir” la realidad como si fuera uno más de la audiencia.
En lo que refiere al programa conducido por Jorge Lanata, la exposición de “El polaquito” contribuye a un discurso gubernamental que pretende bajar la edad de imputabilidad y construye un relato de enojo y estupor que es trasladado a los espectadores. Asimismo, en cuanto al reportaje del Canal Crónica, los planos cortos profundizan la crispación y la emoción de una periodista que interrumpe la charla con el niño e inclusive se aleja de él, dejando de lado todo tipo de continuidad al aire. En ambos casos, la historia y las circunstancias de esos niños se ubican en un lugar secundario y solo se destaca lo que sintieron los periodistas, quienes representan a ese “nosotros” de las audiencias masivas.
Sin duda, la emotividad también puede ser una vía de acceso al razonamiento acerca del contexto y de las causas de las imágenes de la pobreza. Sin embargo, no se indaga en la compleja trama de relaciones socioeconómicas ni en los anclajes culturales que hacen que los testimonios interpelen lo sensible. Es que, desde hace unos años atrás, se observa un fenómeno de voces que se legitiman por su “naturalidad”, y que los autoriza a opinar de cualquier tema, porque “es lo que dice la gente”.
En esta instancia, vale destacar la consolidación de nuevos líderes de opinión que provienen de campos de formación diversos y que integran las filas del periodismo político actual empleando un lenguaje empático y “cercano”: Alejandro Fantino, Santiago del Moro, Pamela David o Mariana Fabbiani, son sólo algunos ejemplos. Esta nueva generación de animadores televisivos se acerca a lo político según una experiencia de supuesta afabilidad y un sentimiento a flor de piel ante los hechos construidos como noticias en el tamiz mediático. Por esto mismo, en la mayoría de esos casos, lo que se busca no es la información, sino una instancia de desahogo construida a partir de la exasperación y la opinión solapada que dialoga con el llamado “cierre de grieta”.
Desde este lugar, la construcción mediática en tiempos de Cambiemos expone una problemática que refiere a una normalización y a una homogeneización de la agenda. Por este motivo, las consideraciones y las opiniones que se construyen en los medios plantean una unicidad de valoraciones que suplantan y no permiten discusiones de fondo. En ese marco, el espacio periodístico y del entretenimiento televisivo contiene un lenguaje que forja un vaciamiento discursivo y un direccionamiento en rigor de lo emocional como estrategia y funcionamiento.
* Doctor en Comunicación (UNLP), docente investigador FPyCS-UNLP. @cristianseculg
** Doctoranda en Comunicación (UNLP), docente investigadora Unlam. @cebediaz