Con 34 años, Sanna Marin se convirtió en 2019 en la líder más joven del mundo. Cuatro años después, tras encabezar una coalición de cinco partidos, todos ellos liderados por mujeres, la finlandesa sale derrotada en las elecciones mientras se abre paso un gobierno conservador y encabezado por hombres tras una legislatura en la que la primera ministra ha sido víctima de no pocos comportamientos machistas.
"You look amazing", le decía un periodista a su llegada a una cumbre europea. Poco después le preguntarían en rueda de prensa por su edad. Pero el momento más polémico fue la publicación de un video en el que la joven salía bailando y divirtiéndose junto a unos amigos. La crisis y la presión a la que se vio sometida la llevaron a someterse a un test de drogas, que salió negativo. Mientras sus oponentes políticos utilizaron este episodio para desprestigiarla, millones de personas de todo el mundo le mostraron su solidaridad publicando vídeos en las redes sociales.
Sus defensores incidían en el sesgo de género: mujer, poder y guapa
"Soy humana (…) En medio de estos tiempos oscuros yo también extraño a veces la alegría, la diversión y la luz", afirmó entre lágrimas en su primera rueda de prensa, en la que pidió disculpas a la nación, tras el estallido de lo que se convirtió en un drama nacional y que dividió a la opinión pública entre detractores y simpatizantes. Los primeros acuñaban que no era un comportamiento digno de una primera ministra. Los segundos incidían en el sesgo de género: mujer, poder y guapa, la triple combinación por la que muchas de ellas se encuentran mucho más juzgadas y expuestas que sus homólogos masculinos.
Las imágenes de Marin bailando abrieron periódicos e informativos en medio globo y dieron lugar a un debate sobre el linchamiento con tufo sexista al que se estaba sometiendo a la mandataria desde el ámbito mediático, social y político. La pregunta que sobresalía era: ¿hubiese pasado lo mismo si se tratase de un hombre?
La pregunta que sobresalía sobre el caso de Marin era: ¿hubiese pasado lo mismo si se tratase de un hombre?
El exprimer ministro italiano Silvio Berlusconi montó un carrusel de fiestas sexuales y estuvo investigado por prostitución de menores agravada. El ex primer ministro británico Boris Johnson fue al anfitrión de numerosas fiestas en su domicilio de Downing Street durante la pandemia del coronavirus. A la primera ministra socialdemócrata, los detractores le achacaron salir a una fiesta en un momento en el que el país estaba en alerta por la agresión rusa a su vecino ucraniano.
La mandataria lideró su país durante dos de las graves crisis que han golpeado a la UE en los últimos años: la pandemia del coronavirus y la guerra en Ucrania. Durante la crisis sanitaria, Finlandia fue uno de los países europeos con una tasa de letalidad más baja. Y la semana pasada, el país nórdico consumó un giro copernicano entrando en la OTAN y dejando atrás su histórica política de neutralidad y de no alineamiento. Marin ha sido una de las voces más firmes y duras en la mesa del Consejo Europeo contra Vladimir Putin. De hecho, el suyo es uno de los nombres que suena para sustituir a Jens Stoltenberg a los mandos de la Alianza Atlántica.
Con una rápida búsqueda en Google el nombre de Sanna Marin está asociado a sus imágenes y vídeos bailando
Con todo ello de fondo, la herencia política que deja queda empañada por el episodio de la fiesta. Con una rápida búsqueda en Google el nombre de Sanna Marin está asociado a sus imágenes y vídeos bailando. Sin embargo, aunque todo ello haya calado de una forma u otra en el electorado, no ha sido este el factor determinante en su derrota durante las elecciones del mes pasado. Muchos conciudadanos la consideran responsable de la difícil situación económica del país. Los últimos años la deuda pública y la inflación, como ha ocurrido en la mayoría de Estados europeos, se han incrementado. Las consecuencias económicas de la guerra en Ucrania continúan agitando los bolsillos de millones de ciudadanos europeos, que ven cómo el precio de la luz, las hipotecas, los alimentos o los combustibles se han disparado a niveles sin precedentes en las últimas décadas. Y esta coyuntura tiene, evidentemente, un impacto muy fuerte en las urnas.
Adelantamiento por la ultraderecha
Las elecciones de marzo en Finlandia certifican el giro político hacia la derecha de la región nórdica. El año pasado, el partido ultraderechista Demócratas Suecos, con raíces fascistas y de supremacismo blanco, se convirtió en el segundo más votado en las urnas. Su apoyo es clave para mantener al Gobierno conservador que lidera actualmente el Partido Moderado y que puso fin al Ejecutivo socialdemócrata previo.
También Dinamarca ha movido fichas. Las elecciones de 2022 salvaron a la primera ministra, Mette Frederiksen. La socialdemócrata representa una de las agendas menos progresistas de la izquierda europea y, de hecho, cambió a sus socios de coalición de izquierdas por sus principales opositores: liberales y conservadores. El caso sui generis de Copenhague se puede observar a través de la gestión migratoria. Aunque el país continúa en manos socialdemócratas, las políticas que se están implementando emanan de la agenda de ultraderecha. El país prepara una ley de guetos y estudia externalizar los centros de acogida de refugiados y migrantes a países de África.
Helsinki culminó el mes pasado este viraje. Los socialdemócratas de Marin quedaron en tercer puesto, siendo superados por la ultraderecha del Partido de los Finlandeses en unos comicios que alzaron a los conservadores del Partido Coalición Nacional liderado por Petteri Orpo. Las conversaciones para formar gobierno avanzan, pero todo hace entrever que serán consumadas en torno a un gobierno de derechas liderado por hombres.