Ningún hombre es una isla. ¿O sí lo es? Esa es la pregunta forzosa que debe hacerse día tras día y noche tras noche Nemo (¡vaya nombre, dadas las circunstancias!), el protagonista de Inside, el primer largometraje de ficción del griego Vasilis Katsoupis, el director del documental My Friend Larry Gus (2016). Nemo no es capitán de ningún submarino y la isla en la que queda aislado, entrampado, tiene la forma de un penthouse en un piso del centro de Nueva York, puro fausto y sofisticación que no alteran la condición de cárcel de lujo, de jaula de cristal de la cual resulta muy difícil, sino imposible, escapar. Es un show de un solo hombre, un unipersonal de angustias y dolores, la plataforma ideal para que el talento histriónico de Willem Dafoe se apropie de todos y cada uno de los planos que integran la película. Con guion de Ben Hopkins, el director de Simon Magus y autor de la novela Cathedral, Inside, que tuvo su estreno mundial hace pocas semanas en el Festival de Berlín, podrá verse en tres únicas funciones como parte de la sección “Nocturna” del 24° Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente (Bafici), que comenzará a desplegar su programación este miércoles 19 en varias sedes repartidas por el centro de la ciudad. Una oportunidad única para apreciarla en pantalla grande, ya que su estreno comercial en Argentina no aparece en la línea del horizonte.

El hombre desciende de los cielos e ingresa al edificio con apoyo externo. Nemo es un ladrón de guante blanco especializado en un terreno específico: las obras de arte. Nunca se afirma pero puede deducirse que hay muchos años, décadas, de experiencia en la profesión. Veloz y preciso, el asaltante desactiva la alarma y comienza a recorrer los suntuosos y amplios espacios del departamento, sin detenerse en nimiedades. El objetivo es claro: cinco pinturas originales del austríaco Egon Schiele, incluido un autorretrato de fama legendaria. Anticipo: las líneas quebradas del artista representan figuras humanas y, más tarde, el propio cuerpo de Nemo, semi desnudo en el calor del encierro, podría transformarse en el modelo perfecto para una de esas creaciones. Pero a no apresurarse. Antes de las varias crisis y revelaciones, de las esperanzas y caídas en la desolación, ocurre el hecho que lo desencadena todo. Un mal funcionamiento del sistema integral de seguridad y control electrónico del aparataje hogareño que enciende las ruidosas sirenas y encierra a Nemo en el piso, acústicamente aislado de cualquier interferencia exterior. Y sellado como una tumba egipcia. El comienzo del calvario y de un proceso transformativo con mucho de espiritual.


El departamento del coleccionista está repleto de obras de arte pero vacío de seres humanos, y así lo estará durante las extensas y extenuantes jornadas de Nemo. Tal vez el dueño de casa y su pequeña hija, que aparecen junto a un perro en una enorme pintura hiperrealista ubicada justo en el centro del amplio living, están disfrutando de unas vacaciones. O quizás vivan una parte del año en otra ciudad. La heladera no está vacía, pero los escasos alimentos parecen estar a punto de entrar en una etapa poco propicia para el consumo. Esa maldita heladera, que a los pocos segundos de permanecer abierta comienza a disparar en los altavoces de la cocina la Macarena, alterando los nervios de Nemo. Otros problemas comienzan a aparecer más temprano que tarde. El malfuncionamiento del cerebro electrónico corta el agua potable de las tuberías y el sistema de aire acondicionado interpreta que es necesario calefaccionar los ambientes, sin techo para las temperaturas. Calor y falta de agua, como si se tratara de un desierto de pisos de pisos de mármol de Carrara y ventanas selladas al espacio exterior.

El Crusoe moderno ni siquiera tiene la posibilidad de trepar a un árbol en busca de una fruta o bañarse en el mar para combatir el bochorno que sopla permanentemente desde las rendijas del aire acondicionado. Lo urgente –el hambre, la sed, la suciedad corporal– apuntala lo claustrofóbico. Entrevistado por la revista online Collider, Vasilis Katsoupis relacionó la situación de Nemo con la vida en cuarentena que supimos sufrir hace poco tiempo. “Aunque no la considero una película pandémica, eso es algo que todo experimentamos. Ese encierro en nuestros departamentos, en nuestras casas, en algunos casos en nuestros cuartos. Puede decirse que es claustrofóbica, pero creo que también es liberadora, porque esta casa tiene ventanas. Y no me refiero a los ventanales. Creo que las ventanas son el arte, las obras que rodean al personaje. Funcionan como espejos, no sólo de la personalidad y el carácter de su dueño, sino también como ventanas a otro estado de percepción, otra manera de observar las cosas”. En cuanto al origen de la historia, que el guionista Ben Hopkins tomó como punto de partida para la escritura del guion, el realizador recuerda que “fue hace unos once años, luego de un viaje a Nueva York durante el cual, al mirar esos edificios sorprendentes, me pregunté qué ocurriría si algo saliese mal y uno quedara atrapado en el último piso. ¿Cómo sobrevivir? Era una linda manera de trabajar la premisa de Robinson Crusoe en el medio de una metrópolis. El protagonista está atrapado, encerrado en un lugar, puede ver a la gente alrededor pero nadie va a ayudarlo”.

Nemo no observa a la multitud allí abajo –su altura es demasiado lejana al nivel de la calle–, pero la pantalla de tevé le permite ver a través de las cámaras de seguridad del edificio. Allí están el encargado y los habitantes de otros pisos, un hombre que reparte paquetes y la joven encargada de la limpieza, con quien el prisionero comienza a fantasear. ¿Podrá escucharlo, socorrerlo? Arriba, muy alto en el cielorraso, un coqueto sistema de pequeños paneles vidriados podrían convertirse en otra posibilidad de escape y salvación. De a poco, sin que Nemo se dé cuenta de manera consciente, diversos elementos de la casa comienzan a transmutar su función original en otra. Esa reestructuración de muebles y objetos adquiere las formas de una extraña intervención artística, una instalación con aristas performáticas cuyo fin último no es otro que la supervivencia. Katsoupis es plenamente consciente de esos conceptos y utiliza la puesta en escena para reforzar la idea de arte homologado –las pinturas, las esculturas, los objetos decorativos, la arquitectura– como parte esencial de la historia. Un personaje más de la trama, incluso. En palabras del director, “visualmente quería establecer un diálogo entre Nemo y el ambiente, porque el departamento es la coestrella del film y refleja a quien está ausente, el dueño de casa. Por lo tanto, el piso debía diseñarse para que reflejase la personalidad del dueño, de manera que ambas entidades tuvieran una conversación. Por esa razón tuvimos que concebir una colección de arte que se viera legítima y que reflejara la estética de ese otro personaje”.

Y Willem Dafoe. Siempre Dafoe, quien con 67 años continúa aceptando y adoptando los roles más extremos y demandantes de su carrera (dos ejemplos recientes: el Vincent Van Gogh de la particular biopic Van Gogh: En la puerta de la eternidad, de Julian Schnabel, y el cuidador de El faro, la película de terrores metafísicos de Robert Eggers). En Inside, el actor deja salir de su entrañas los demonios dictados por el guion, sin caer en mohines o gesticulaciones desaforadas, a pesar de las limitaciones impuestas por el encierro del relato. ¿Qué otro actor podría haber interpretado de manera tan desorbitada y, al mismo tiempo, sutil la escena en la cual el agua comienza a surgir de manera inesperada, justo cuando el cuerpo está al límite de su capacidad para vivir sin líquidos? La semblanza de Vasilis Katsoupis no tiene desperdicio: “Hay que comenzar diciendo que Dafoe es una obra de arte en sí mismo. Es uno de esos actores de los cuales resulta imposible quitar los ojos de encima cuando está delante tuyo. Todo el mundo sabe que es un intérprete increíble, pero lo mejor que ocurrió en la película es que él fue coconspirador y cocreador. Muchas cosas que se ven en el film fueron creadas en conjunto. Siempre llegaba con grandes ideas y era el primero en intentar las que yo llevada al set. Así fue la cooperación durante el rodaje, un pacto que hicimos entre los dos. Teníamos un hermoso guion y sabíamos que podíamos hacer una buena película con él, pero siempre estábamos expandiéndolo. El hecho de haber filmado de manera cronológica nos permitió cierta libertad para probar cosas nuevas que no estaban escritas. Muchas de ellas terminaron en Inside. Diría que un 30 por ciento de lo que se ve en la película terminada. Esa es la gigantesca cualidad de Willem como actor: él se transforma en la película”.

El paso de los días y las semanas (¿los meses?: la pérdida gradual de la percepción del paso del tiempo es compartida por el espectador) transforma la simple supervivencia y el deseo de escapar en un laberinto cuya única salida parece ser la liberación o la locura. Hay un componente existencial en la lucha con los elementos artificiales y naturales –que los hay, incluso dentro de esas paredes–, una batalla contra todo y contra sí mismo que inyecta la historia durante los tramos terminales. Es entonces, cuando los misterios de los cuartos ocultos han sido develados, que la destrucción total cambia de sentido para iniciar un proceso de creación, excéntrico pero sensible. El caos se transforma así en un nuevo cosmos.

Inside podrá verse el jueves 20 a las 14:25 en el Cine Gaumont y el sábado 22 a las 20:50 y domingo 23 a las 22:45 en Cine Lorca.


BAFICI, un año más

Recorrer el catálogo de cualquier festival de cine es siempre una tarea titánica. ¿Qué dejar afuera y que incluir en el cronograma personal partiendo de toda esa oferta, que se antoja infinita? Como todos los años, el Bafici ofrece películas que vienen haciendo ruido en otros festivales, más los estrenos mundiales de largometrajes nacionales e internacionales que se encontrarán así, por primera vez, con un público. Una posible lista de inevitables no debería dejar de lado L’Envol, la nueva película del director de Martin Eden, Pietro Marcello, otra alucinante fábula histórica que nunca deja de sorprender. O el notable documental El caso Padilla, del realizador Pavel Giroud, que reconstruye con material de archivo inédito la retractación pública del poeta cubano Heberto Padilla de sus dichos en contra de la Revolución. O el último largometraje del gran Paul Schrader, Master Gardener. O Passages, filmada en Francia por el estadounidense Ira Sachs, que será uno de los invitados internacionales de esta nueva edición del encuentro porteño. Las páginas del catálogo también reflejan la diversidad de retrospectivas y focos –figuras a descubrir: el indio Rajat Kapoor y el francés Clément Cogitore– y los rescates de títulos del pasado remoto y reciente. La sección Britannia Lado B ofrecerá un puñado de films de terror británico y las competencias oficiales, desde luego, serán las principales venas para medir el pulso de este nuevo Bafici, que está a punto de cumplir un cuarto de siglo.