La metáfora médica está siempre a la mano, o en la boca, de aquellos que nos quieren mostrar un panorama sobre la realidad socio-política:
Diagnósticos al por mayor, cirugía mayor, se ataca la fiebre, pero no la causa, el país está en terapia intensiva y un sinnúmero de locuciones por el estilo pretenden arrojar luz sobre dimensiones de la realidad que nada tienen que ver con la patología.
Últimamente se ha ido más lejos aún, los diagnósticos han llegado a los actores de la vida pública, con total desparpajo se nos hizo saber de un síndrome que personalmente, y los colegas que conozco, desconocíamos como entidad patológica: me refiero al síndrome de hubris; apareció también como sentencia diagnostica: “tal persona es mala”. Si esto no tuviera la penetración insidiosa que tiene en el imaginario del público, casi que sería gracioso, pero son intervenciones enmarcadas en dos pasiones del ser tremendamente destructivas del lazo social: el odio y la ignorancia.
El turno ahora le llegó a la anorexia, profiriendo una sarta interminable de sandeces al respecto.
Me permito humildemente hacer alguna aclaración.
La anorexia nerviosa está descripta en los primeros historiales de la literatura psicoanalítica como uno de los síntomas patognomónicos de la histeria. Fenoménicamente, se trata de negarse a ingerir alimentos, los motivos pueden ser muy diversos; una distorsión de la imagen corporal, una fantasía de envenenamiento, un rechazo a los caracteres sexuales, etc.
Del siglo XIX a nuestros días ha pasado mucha agua debajo del puente, y las formas de padecimiento subjetivo han sufrido modificaciones, a veces para decirnos de los mismos padecimientos de siempre con un lenguaje de la época y a veces para decirnos de nuevas formas de malestar en la cultura contemporánea.
Un fenómeno contemporáneo de esta índole es la incidencia cuasiepidémica que tienen las anorexias-bulimias en las formas de sufrimiento actual. Ya no es un patrimonio exclusivo de la histeria, puede presentarse en cualquiera de las estructuras clásicas de la psicopatología.
Es necesario aclarar que, para los psicoanalistas, decir que se trata de un trastorno de la alimentación no aporta ninguna luz al asunto, más precisamente no se trata de eso sino de un problema en relación al deseo, se rechaza el don del alimento con la oculta e inconsciente intención de que aparezca el lugar para que habite el deseo. Es muy importante tener en cuenta que la extrema delgadez no necesariamente es un signo de anorexia, alguien puede tener en apariencia una figura “normal” y padecer anorexia y también alguien puede tener una extrema delgadez y no estar tomada/o por tal afección.
Afirmar que alguien es anoréxico/a por su imagen en una foto es sencillamente incorrecto, cuando no canalla.
Jaques Lacan, el notable psicoanalista francés, ha dado una indicación muy precisa para poder orientarse en el tratamiento de las anorexias. Voy a permitirme citar algunos párrafos textuales para poner en contexto la polémica mediática que me ha motivado a escribir estas líneas:
“Lo que de este modo al Otro le es dado colmar, y que es propiamente lo que no tiene, puesto que a él también le falta el ser, es lo que se llama amor, pero es también el odio y la ignorancia...” y unos párrafos más adelante: “pero el niño no se duerme siempre así en el seno del ser, sobre todo si el Otro, que a su vez tiene sus ideas sobre sus necesidades, se entromete, y en lugar de lo que no tiene, le atiborra con la papilla asfixiante de lo que tiene, es decir confunde sus cuidados con el don de su amor.
Es el niño al que se alimenta con más amor el que rechaza el alimento y juega con su rechazo como un deseo (anorexia nerviosa)”.[i]
Si alguien no interiorizado en las teorizaciones del psicoanálisis quisiera hacer una lectura superficial de este artículo de Lacan notará que no se trata de la ausencia de la madre sino, muy por el contrario, de una presencia que no deja lugar a la falta, condición sine que non para la emergencia del deseo. Pero a poco de raspar un poco la superficie de los conceptos cualquier persona medianamente culta puede comprender que cuando en psicoanálisis se habla de la madre, no se refiere a la persona concreta que ha parido a otro ser, sino que se trata de una función constitutiva de la subjetividad, que pertenece a las coordenadas simbólicas del lenguaje.
Si se me permite un forzamiento, coordenadas simbólicas del lenguaje es equivalente a decir malestar en la cultura contemporánea.
En este sentido propongo la hipótesis de pensar la cultura contemporánea en el mismo lugar que la supuesta “madre de la anoréxica” atiborrando al sujeto con objetos de consumo que taponan la emergencia del deseo porque son renegadores de la falta[ii].
En este sentido, la anoréxica exhibe su huelga de hambre como un modo de defensa del deseo, ella denuncia pagando con su padecimiento el imperio de esas pasiones del ser que son el odio y la ignorancia, tan a la orden del día en estos tiempos.
Osvaldo Rodriguez es profesor adjunto Psicoanálisis Freud I, Facultad de Psicología, UBA.
Notas:
[i] Lacan. J.: “La dirección de la cura y los principios de su poder” Escritos II 1958. (el subrrayado es mio)
[ii] Rodriguez,O.: “Lecturas del malestar en la cultura” en Adicciones JVE ediciones.