“Entender no cambia los acontecimientos, pero ¿qué cambia los acontecimientos? Revisarlos con la escritura se siente como un subrayado prolijo sobre la historia que nada repara, pero al menos da la tranquilidad de haber nombrado todo lo posible” dice, ya llegando al final, la última novela de Marie Gouiric. En esas tres líneas aparece casi todo lo que atraviesa Ese tiempo que tuvimos por corazón, editado por Penguin RandomHouse.
Es la historia de una maestra principiante, el oficio que aprende de un grupo de niñes, el paisaje de quienes miran la ciudad de lejos y una caja de herramientas para consultar sobre lo que no se cuenta del aula. Todo en la voz de la maestra que escribe “para nombrar todo lo posible” y juega a agotar todas las posibilidades de las metáforas que puedan crearse en el aula. Como un subrayado prolijo sobre una historia que viene a desmontar el lugar común de la maestra y transforma la ciruela en un corazón enorme.
“La Seño” no tiene nombre pero es cuidado, amor y desobediencia (esto último lo aprende de sus alumnes). Marie Gouiric dice “ella es las mejores maestras que conocí” y en esa búsqueda está también el truco de la novela: la autora es escritora, poeta y docente. En esa trieja se organiza para escribir en primera persona la primera vez de una maestra en un aula de un barrio popular amarrada a la pregunta sobre las direcciones del aprendizaje y desde una vivencia personal en Villa Fiorito despliega esta historia que hace disfrutar de unas escenas de una ternura incomensurable como también asomarse a la profunda tristeza del mundo.
Sobre tus vivencias como docente en escuelas no formales ya tenías poemas publicados en Un método del mundo (Blatt&Ríos, 2016) que ahora son parte de la trama de Ese tiempo que tuvimos por corazón. ¿Cómo trabajaste la transposición de los poemas a la novela?
--Les saqué el corte de verso, copié y pegué. Después los acomodé para que entren dentro de la línea de la novela.
Qué fácil...
--No te creas. Escribí esta novela llorando, se me caían las lágrimas todo el tiempo. Me emociona mucho y al final creo que existe algo de la poesía en la novela que tiene un nivel de condensación porque tiene capítulos muy cortos pero muy profundos.
¿Por qué tomaste esa decisión de capítulos cortos?
--Pensé que fuera un libro que en un tiempo breve se pudiera entrar y salir. Siento que estamos ante un público que no tiene mucho tiempo de lectura, que la atención es más breve o que se suele leer arriba de un colectivo. Entonces esto facilita la lectura, hay capítulos que son muy vastos y que funcionan independientemente si los sacaras de ahí adentro. También creo que se puede volver al libro como si fuese un libro de consulta.
¿A quién te imaginas consultándo?
--Pensé en las maestras como lectoras y también en quienes no son maestras y quieren conocer algo de las maestras que no se piensa o no se conoce. Todes tuvimos maestras, las odiamos, las quisimos, pero hay algo de la imagen estereotípica que no deja profundizar. Pensé en cómo conocer el corazón de una maestra porque de las maestras no se sabe nada, esa es la verdad. Incluso nosotras mismas como docentes nos desconocemos por responder a esa imagen que viene de Sarmiento, y eso no responde mucho a la realidad.
La novela te lleva a lugares bellísimos y a otros muy oscuros, muchas veces al mismo tiempo ¿coincidís en esto?
--Sí, y también es verdad que elegí cuidar a quien lee. Pensar en que terminé de contar algo muy triste entonces ahora voy a mostrarle una escena que sea preciosa. Me fui moviendo de manera muy parecida a cuando escribo poesía, que pongo un poema corto, después un poema largo y de ésta manera voy cuidando a quien lee del propio dolor con el que yo escribí la historia.
El personaje principal de la novela es una maestra que llega a una escuela no formal de un barrio popular por primera vez. ¿Sentiste el riesgo de caer en lugares comunes en relación a la estigmatización de la pobreza?
--Fue un gran temor al momento de escribir, sobre todo al principio y con el personaje de Dylan que es el niño que le compite el protagonismo a la maestra en la novela. En la segunda parte cuando él crece fue donde más tuve que detenerme a pensar esa cuestión. Hay invenciones en la novela que tuercen el foco para no caer en esos lugares: por ejemplo no aparece la palabra “hambre” y en cambio me dediqué a describir como esos niñes disfrutan la comida. También hay una droga que aparece pero que decidí inventarla para la novela. Para mi son estrategias que te dejan ver de otra manera la historia. Si yo hubiese puesto “paco”, ya sabemos que viene todo un bagaje y una cantidad de estigmas que no te van a dejar ver qué le pasa a un personaje.
La novela discute mucho sobre la idea de “vocación de maestra” y profundiza en la idea de trabajo ¿Crees que la docencia es un trabajo poco reconocido?
--Creo que sí. Las docentes escribimos, las docentes tenemos teorías y tenemos ideas de cómo trabajar y de cómo tratar con nuestros alumnos. Parece obvio pero en realidad no lo es. Somos trabajadoras, por eso elegí sacarla del lugar de la vocación y en la historia la puse en el lugar de una trabajadora. Porque me parece que es una idea contra la que hay que pelear, porque para mí la idea de vocación es una trampa para la precarización.
Como la vocación de ser madre para las tareas de cuidado…
--Y sí, son trampas, en el caso de las maestras cuando hacen paros para reclamar mejores condiciones laborales o lo que fuera todo el mundo dice “ay, no tienen vocación”. En la novela lo dice así: las maestras estudiamos porque necesitamos trabajar. No hay una maestra que sea de clase alta y que esté en una escuela. Yo no conocí ni una.
¿Recibiste devoluciones de maestras que leyeron la novela?
--Muchas maestras y muchas maestras jubiladas. Una me dijo que la novela le devolvía el orgullo de ser obrera. Y me emociona mucho, porque la población docente es gigante y siempre hablamos de lo que hacen mal y muy pocas veces de todo lo que hay puesto ahí.
¿Hay en la novela una suerte de reparación para las maestras que muchas veces entran en una caracterización de “la que castiga”?
--Sí, yo me peleo con ese estereotipo de maestra que fue súper vendido siempre. Gasalla tenía una maestra toda mal pintada y que era un desastre y ese discurso se sigue repitiendo, pero por otro lado dejamos a nuestros niñes en la escuela ocho horas. Les dejamos en manos de quienes nos burlamos y precarizamos. Es bastante contradictorio y absurdo.
¿Cómo diseñaste el personaje de la maestra?
--Ella no reflexiona con las herramientas mías sino con las de las maestras que yo fui conociendo. Por eso no me llama la atención las devoluciones de las maestras que se emocionan, porque realmente hay una trampa en la novela y es que si bien la maestra es joven, revisa los hechos con las herramientas de maestras muy experimentadas y con mucha sabiduría en la docencia.
También es una maestra que se transforma en escritora…
--Yo creo que sin darse cuenta se vuelve una escritora, porque ella hace el esfuerzo de escribir la historia que pide ser contada.
En ese sentido la escritura funciona de alguna manera como oportunidad de repasar los hechos ¿es ahí donde se encuentra la reparación?
--Sí, ya tener la oportunidad de nombrar, de tomar la palabra es una forma de reparación. Y ella reflexiona sobre la autoridad y la obediencia que es algo que hay que pensar mucho en relación a la docencia. Y tal vez el mayor acto de desobediencia de ella sea contar esta historia y esa desobediencia ella la aprende de sus alumnos.
¿Hay un corrimiento de ciertas características leídas como propias de las infancias, como puede ser la inocencia que aparecen muy marcadas en ella como adulta?
--Ella dice que se va curando de esa inocencia estando con ellos. A mi me gustó mucho trabajar eso porque siempre se dice “la maestra también aprende de sus alumnos” y yo siempre me pregunté ¿qué aprendés de un niño?. Y cuando me puse a escribir la novela y fui pensando en eso también fui viendo todo lo que ella había aprendido de esa experiencia de compartir con esos niñes en ese territorio.
Ese territorio desde el que ve a la ciudad de lejos es un gran protagonista en la historia...
--El territorio mueve los hilos de la novela sin dudas, no es solo la idiosincrasia, el pensamiento y lo que cada uno puede en el mundo. Es que viene un viento y te vuela el techo. Es un territorio que determina lo que se puede y lo que no se puede, que da permisos.
Ella subraya mucho cómo crecer en un territorio que te muestra que siempre estás afuera…
--Y que pone en evidencia el lugar que estos niñes ocupan en el mundo y como se autoperciben como la otredad, están en los márgenes de las hojas y no están en los renglones en donde se escribe la historia. Afortundamente la seño si lo escribe.