La escritora inglesa Anne Perry falleció en Los Ángeles a los 84 años. Vendió unos 25 millones de ejemplares con sus novelas policiales, entre las que destaca las series protagonizadas por Thomas Pitt y William Monk. Perry vivió en Nueva Zelanda en su adolescencia y allí protagonizó un hecho que podría haber sido parte de alguna de sus tramas: el asesinato de la madre de una amiga. Siendo adolescente, estuvo presa cinco años y, tras salir de la cárcel, cambió su nombre y regresó al Reino Unido.
La escritora nació como Juliet Marion Hulme el 28 de octubre de 1939, en las primeras semanas de la Segunda Guerra. Su padre fue el físico Henry Rainsford Hulme, uno de los cerebros en el desarrollo de la bomba de hidrógeno. En 1948, la familia se instaló en Nueva Zelanda, tras el nombramiento del padre como rector de la Universidad de Canterbury.
Una amistad intensa
La relación del físico con sus colegas en esa casa de altos estudios se deterioro con el correr de los años, hasta que renunció a su cargo en marzo de 1954, tres meses antes del hecho que llevaría a su hija a la cárcel.
La pequeña Juliet comenzó a cursar la escuela en Christchurch. Allí conoció a Pauline Parker. Ambas congeniaron al saber que tenían un largo historial de enfermedades. Juliet había pasado su infancia en Bahamas para tratarse de tuberculosis. Parker soportó osteomielitis.
La amistad entra ambas fue tan fuerte que comenzaron las sospechas de una relación lésbica, motivo por el cual las familias trataran de distanciarlas. Cuando el padre de Juliet renunció a la Universidad, la idea era llevarse a la joven de 15 años a Sudáfrica. Harriet planteó la idea de irse con ella, y su madre, Honora, se negó. Ese fue el germen del asesinato.
De hecho, Pauline anotó en su diario en esas semanas: "Miles de personas mueren cada día, ¿por qué no mis padres?" El 19 de junio escribió: "Vamos a matar a mi madre, tenemos el plan definido. Estamos un poco nerviosas, pero con esperanzas".
El crimen
La familia Hulme tenía previsto irse de Nueva Zelanda el 3 de julio. Las chicas arreglaron una salida con la madre de Pauline, a modo de despedida antes del viaje de Juliet. El 22 de junio, Juliet almorzó en casa de los Parker. Después de comer, Honora y las jóvenes salieron a tomar un colectivo que las llevara al centro de Christchurch.
Media hora después de su salida, las adolescentes regresaron y pidieron ayuda al dueño de una tienda. Según contaron, Honora se había caído y golpeado la cabeza contra una piedra, y creían que estaba muerta. El hombre las acompañó hasta donde dijeron que estaba el cuerpo. Honorah tenía una gran cantidad de golpes en la cabeza. Había sido un ataque. La policía llegó minutos más tarde.
No había dudas de que la señora Parker fue asesinada allí mismo. Un ladrillo manchado de sangre fue encontrado junto al cuerpo. A pocos metros, apareció una media, también ensangrentada. Según Pauline, su madre se había resbalado y se desentendió de la media.
La policía interrogó a Juliet y comenzaron las inconsistencias. Se quebró y confesó. Había llevado un paquete de ladrillos a la casa de los Parker, que entregó a su amiga. Pauline se responsabilizó del hecho, buscando exculpar a Juliet. Declaró: "Tan pronto como comencé a golpear a mi madre me arrepentí, pero no podía dejar de hacerlo".
La policía encontró el diario de Pauline y Juliet contó cómo fue el crimen. Según declaró, madre e hija comenzaron a discutir y Pauline golpeó a la señora Parker con un ladrillo envuelto en la media. Agregó la futura autora de policiales: "Después del primer golpe, sabía que iba a ser necesaria matarla. Yo estaba aterrorizada e histérica".
Juicio, condena y después
Ambas fueron a juicio. La defensa buscó la inimputabilidad, no por la edad (tenían 16 años), sino por aspectos psiquiátricos. El argumento de la demencia fue desestimado: ambas estaban en sus cabales al momento de planear el asesinato.
Tras apenas cinco días de juicio, un jurado las halló culpables. No se les podía aplicar la pena de muerte por su edad, y fueron condenadas a estar "detenidas en la gracia de Su Majestad". Es decir: el ministro de Justicia decidiría cuándo podrían salir en libertad.
Cinco años más tarde fueron liberadas. Las autoridades les plantearon que no debían volver a verse. "Se cree que Pauline y Juliet han cumplido con ese requerimiento, y si faltaron a su palabra es un secreto entre ambas", anotó el periodista y escritor Marcos Mayer en el capítulo que le dedicó al caso en su libro Artistas criminales.
De Pauline se sabe que se convirtió al catolicismo y fracasó en su vocación de ser monja. Juliet regresó a Inglaterra, trabajó en una compañía aérea y más tarde se instaló en Estados Unidos, donde abrazó la fe mormona. Radicada en Escocia, adoptó el nombre de Anne Perry. El apellido nuevo era el de su padrastro.
En 1979 vio la luz su primera novela, El verdugo de la calle Cater, en la que aparece Thomas Pitt. Habían pasado 25 años desde el crimen. El tiempo y el cambio de nombre habían llevado a tapar lo ocurrido. Nadie la asociaba con aquel homicidio, hasta que se hizo una película.
La película de Jackson
Peter Jackson saltó a la consideración del mundo del cine en 1994, siete años antes de la saga de El señor de los anillos. Fue con Criaturas celestiales, un film que narra el asesinato de Honora Parker. Una muy joven Kate Winslet personificó a Juliet Hulme/Anne Perry. Fue un éxito de crítica.
Perry comenzó a ser consultada sobre lo ocurrido. DIjo que nunca lo había escondido, pese al cambio de nombre, y que solamente hablaba del asesinato si alguien se lo recordaba; si no, no pensaba en ello. Incluso, sostuvo que por su tuberculosis tomaba una droga en esa época que, afirmó, le hacía perder control sobre sus actos. Una extraña manera de tratar de relativizar su rol. Dijo que había admitido lo que pasó y que estaba arrepentida.
Mayer resaltó que la obra de Perry sitúa a sus personajes lejos de la parafernalia de herramientas modernas para combatir el crimen, como los exámenes de ADN. De hecho, el detective Monk es contemporáneo al Dupin de Edgar Allan Poe. O sea, anterior a Sherlock Holmes y al desarrollo de las primeras técnicas de investigación.
"Como si Perry quisiera depositar su participación en la muerte de la madre de su amiga en el lugar más lejano del tiempo, sus historias son previas al crimen, como para no quedar marcada y seguir escribiendo, paradójicamente, sobre aquello mismo que quiere olvidar", apuntó Mayer. Los obituarios de Perry no obvian ese hecho decisivo de su vida, aunque su editor afirme, al anunciar su muerte, que será recordada por sus “personajes memorables, rigor histórico, calidad de sus novelas policiacas, y también por su exploración de temas sociales”.