Una cruda y compleja enfermedad en sus riñones hizo que Flora Gril se encontrara con las plantas sagradas. La ayahuasca y la wachuma (el cactus San Pedro) dejaron de ser “drogas” a las que temía y se convirtieron en “medicina” que comenzó a curarla. Cuando volvió de su primera toma irradiando vitalidad, su compañero, Hernán Vives, quiso compartir esas experiencias junto a ella. Y la acumulación de ceremonias en siete años fue decantando en Sueño florido, un proyecto que reúne diarios personales, poesías, canciones y piezas musicales inspiradas en la posibilidad de traducir y compartir las visiones y mensajes de esa realidad extraordinaria por la que los guiaban las plantas.
“Fue natural que aparecieran las canciones. Quizás pasan cuatro días después de la ceremonia y estás llorando sin entender por qué, pero a la vez sabés de dónde surge ese llanto”, dice Vives en relación a los momentos en los que se gestó Sueño florido, que presentarán en el ciclo Canciones Inclasificables programado por Noseso Records, junto a Vika Souto y Habla Laura. “Hay cosas que no tienen que ver con la razón sino con que estás comprendiendo algo: el llanto, las canciones o lo que sea que te suceda lo despertaron las plantas, y te queda hacerte cargo o no de esa comprensión.”
La música popular americana y la medieval fueron lenguajes con los que Vives pudo hablar de lo que les sucedió en esos viajes ancestrales a los que se entregaron, y marcaron las inflexiones en las melodías a las que Gril les puso voz. Armados apenas con una guitarra y un laúd, tallaron 12 canciones que viajan desde la intensidad de poderosos acordes abiertos a las armonías de arpegios que vienen de muchos siglos atrás.
“Las plantas te van abriendo y se expresan con lo que tenés dentro. No hay una sola manera de que hablen, un género musical determinado. Si tu historia viene del rock o el hip hop, te van a hablar en esos términos”, dice Vives. “En la medida que baja, hay que estar atento a buscar la vitalidad. Eso que tiene un grado de novedad y de conexión sincera, y que hace que la canción esté viva.”
Para este dúo, la posibilidad de alcanzar esa vitalidad a través de las plantas sagradas –sea en la ciudad o en cualquier otro espacio– está marcada por la sacralidad del ritual. “Le tememos mucho a las modas, porque se corre el peligro de bastardear una experiencia sagrada”, asegura Flora. “Son sustancias que nuestros cuerpos ya tienen, y lo que hacen es desactivar los inhibidores que las controlan. Por eso todo lo que surge es algo que tenemos dentro, y tenemos que ser muy cuidadosos con eso, porque estas plantas son las que pueden traer la salud que le falta a nuestra sociedad.”
* Viernes 4 a las 21.30 en Roseti, Roseti 722.