Corrí el mueble con rueditas que tengo detrás de la heladera, saqué la máquina y la puse con mucho esfuerzo sobre la mesa de la cocina. Tenía varios cierres que coser y el dobladillo de la cortina del dormitorio que se había descosido en una punta. Bajé el pedal y la enchufé.
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¡Esa máquina! Qué sorpresa me dio papá cuando me la trajo, arreglada con sus propias manos como hacía cuando se las llevaban a casa y en el pequeño taller las convertía desde un pedazo de hierro. Vi decenas de ellas en el estante del taller, algunas ya restauradas para ser entregadas y otras herrumbradas y en pedazos. Es una Gardini, la marca del concesionario que había abierto papá, junto con un socio, cuando vivíamos en Casilda. En ese concesionario aprendí a coser, inclusive a bordar. Todavía me asombra recordar cómo movía el bastidor y hacía dibujos en las telas bordando un encaje broderí.
Esa máquina significó su gran felicidad y la mía cuando me dijo que era el regalo “para la pareja”. Sé que hubiera querido que me casara, pero no lo hice. Cuando terminé la secundaria mamá se enteró que en la Escuela Normal, en la que me había recibido de maestra, se había creado un terciario con varias carreras y estaba feliz porque podía estudiar ahí. Ella no quería que yo me fuera de casa. Yo soñaba con ir a la universidad. Recuerdo el día de la gran discusión. Ambos conversaban sobre mi futuro. Ante la negativa de mi madre, mi padre fue tajante: Esta chica tiene que ir a la universidad, tiene que tener un título, porque ¿y si se queda viuda o no se casa? ¡Nadie sabe cuál va a ser su futuro y tiene que poder sostenerse!
Él, el que se escondía para llorar a su madre, para ocultar su dolor. Él, que le dijo a mamá que no buscaran más hijos porque quería una hija con su madre viva y no otro con su esposa muerta. Él, al que le costaba tanto pasar la requisa en la cárcel porque se sentía violado. Y, lloraba, solitario en casa.
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Hilvané la máquina, puse el ruedo de la cortina debajo del prensatelas, bajé la palanquita y acomodé bien la aguja. Apoyé el pie sobre el pedal y el motorcito empezó a hacer ruido y la aguja a moverse. Te sigo extrañando.