Los límites de lo decible en los medios de comunicación se han ido corriendo a extremos que vulneran la democracia, entendida como un sistema que debe garantizar derechos fundamentales, que incluyen el derecho a la información, a vivir una vida libre de violencias, de discriminaciones y estigmatizaciones, además de la libertad de expresión.
La comisión de la OEA que realiza el seguimiento de la Convención de Belém do Pará sobre violencia contra las mujeres (MESECVI), visitó la Argentina. Y estudió varias situaciones: el intento de asesinato y la proscripción contra Cristina, pero también el agravio de Cristian Ritondo, cuando le hizo un gesto de violencia sexual a la presidenta de la Cámara de Diputados, Cecilia Moreau, en medio de una sesión. Un acto de violencia política con contenido de género.
Desde el MESECVI destacaron en sus conclusiones la constante violencia política y simbólica contra la Vicepresidenta, que fue recrudeciendo desde lo verbal hacia el acto concreto del intento de asesinato. El clima precedente fue generando las condiciones para el pasaje al acto femimagnicida. Y acrecentó una espiral de violencia que tiene correlato con las manifestaciones en debates electorales, por parte de la derecha más extrema o más moderada, de recortar las políticas públicas y los derechos conquistados en clave de género y diversidades.
Ahora se sumó una nueva forma de ataque. Fue contra Cristina en su rol de madre, y también a su hija Florencia. Se hicieron en televisión diagnósticos sin elementos. Se habló de supuestos intentos de suicidio. Se responsabilizó a Cristina, como madre, de la enfermedad de la hija. Además de la violencia mediática, simbólica y política, debemos sumar la violencia vicaria, que consiste en atacar a los hijos para castigar a la madre. El extremo de esa forma de violencia es el asesinato de los hijos. Es un fenómeno que se ha caracterizado, porque dentro de la violencia de género, suele ocurrir más a menudo de lo que se reconoce.
Hay comunicadores y medios que saben que no hay mayor forma de castigar a Cristina que exponer a su propia hija. Tienen el objetivo de seguir la zaga de persecuciones y ataques para dejarla fuera del escenario político; acoso y derribo es la meta que persiguen. No bastó con el intento de asesinato, ni con la proscripción con una condena sin pruebas de delito, ahora es también el ataque a su hija, que está atravesando problemas de salud, especialmente agravados a raíz de la hostilidad que hace años padece ella y su familia.
Es importante entender que cuando el periodismo se lleva todo por delante tiene efectos muy nocivos para nuestra sociedad, más allá incluso de las actoras de la política que están en el centro de la situación. En este caso se sostuvo que los problemas de salud “galopantes” que tendría Florencia Kirchner son por “falta de madre”, porque Cristina es una mala madre, sin empatía, ni con su hija ni con la sociedad. Con tono doctoral, la periodista sentenció una relación causa-efecto inapelable: la madre es la responsable, y el subtexto sería: “La ciencia lo ha demostrado así”.
Pero, además, hablaron de trastornos de la alimentación, anorexia y bulimia, un tipo de problemática de salud que en nuestro país es muy generalizada. Argentina es el segundo país con más casos de trastornos alimentarios del mundo[1], especialmente en mujeres jóvenes. Entonces, ese mensaje no es sólo para la política. Es hacia las mujeres. Se estigmatiza a todas las mujeres que tienen hijas/hijos con este tipo de trastornos. El subtexto dice que las madres no están cuidando como deben, que están haciendo otras cosas, que quieren autonomía y libertad y estas son las consecuencias. Es gravísimo. Son discursos estigmatizantes y discriminatorios que atacan el liderazgo y la autonomía de las mujeres. Así, de un plumazo y con tono de sapiencia, se violó gran parte del marco legislativo vigente en el país.
La libertad de expresión en la que se escudan, no es un derecho absoluto, aunque se muevan como si lo fuera. No puede haber libertad para arrasar con los derechos de las personas. Estas prácticas son un abuso de poder que, en definitiva, devastan nuestro sistema democrático. Porque, finalmente, de eso se trata: del poder de enunciar sin códigos ni ética.
En contrapartida, la TV Pública ha producido, en un proceso muy participativo, un código de ética, que no tienen los medios privados; no obstante, marca un camino virtuoso a la hora de pensar los derechos de las audiencias y otras formas de respetar a quiénes nos ven y escuchan.
Por último, comparto una distinción en la naturalizada violencia contra Cristina. La trataron de matar, pero hacia ella se ejerce violencia hace décadas. Son ataques a la Vicepresidenta que no están disociados del proyecto político que ella encarna. No atacan a todas las mujeres de este modo. Atacan a una mujer que representa un proyecto popular, que amplió derechos y encarna un liderazgo basado en un vínculo amoroso con millones de personas. Atacan a Cristina porque atacan las mujeres que están dispuestas a transformar.
En tiempos electorales, inciertos y virulentos, hay que volver a salir a la calle, con nuevos consensos democráticos, que revaloricen la palabra pública y la política. Los medios de comunicación —así sean de gestión privada— trabajan con un bien central de las sociedades, como es el derecho a la información. El resultado de las urnas y el voto popular debería ayudarnos a colocar en agenda para el período venidero estos temas tan cruciales para la vida cotidiana.
*Ministra de las Mujeres, Políticas de Género y Diversidad Sexual del Gobierno de la provincia de Buenos Aires.