En la larga y zigzagueante historia del swing, los Pizzarelli ocupan un lugar importante. Entre papá Bucky, por años guitarrista de la orquesta de Benny Goodman, y su hijo John, también guitarrista, se perfila una línea de tiempo y un estilo que en la actualidad continua Martín, hijo de Bucky y hermano de John, nacido y criado en esa forma de júbilo que hizo bailar al mundo aun en tiempos de depresión. El contrabajista, que por primera vez llega a Buenos Aires actuará el viernes y el sábado a las 20 y 22.45 en Bebop Club, al frente de un trío formidable que completan Larry Fuller en piano y Ricardo Baldacci en guitarra y voz. La cartelera internacional del reducto jazzero de Palermo continuará el 29 y 30 de abril, con la presencia del cuarteto del baterista Willie Jones III.
Fiel al formato del trío que supo poner a punto Nat King Cole y que cultivaron sus mayores, Pizzarelli promete “noches de entretenimiento, buena música y maestría instrumental”, a partir del clásico repertorio familiar. “Hacemos arreglos y temas de mi padre, y también del repertorio de artistas con los que él solía tocar”, cuenta el contrabajista, y enseguida evoca los nombres de Frank Sinatra, Benny Goodman y el gran saxofonista tenor Zoot Sims, entre otros. “Yo aprendí a tocar con ese repertorio, esa fue mi formación. Aprendí a tocar con mi padre y más tarde con mi hermano y después con muchos más. La cosa era escuchar, sacar información de los discos. Recuerdo que le prestaba mucha atención a contrabajistas como Slam Stewart, Major Holly y otros que en los discos no estaban especificados. Por ejemplo en discos de Sinatra, que creo el contrabajista podía ser Ray Brown. Más tarde, tocando con pianistas como John Bunch, Dave McKenna y Hank Jones aprendí mucho de la manera en que llevaban el bajo con la mano izquierda”, evoca el contrabajista.
En la máquina de swing que propone Pizzarelli, el contrabajo es la base. “Mi instrumento tiene que mantener siempre la música en marcha. El tiempo tiene que estar ahí, fluyendo, y eso es una gran responsabilidad cuando no tenés un baterista”, explica. El resto se cumple en la comunión con dos músicos experimentados, cada uno con una larga y nutrida historia de swing. “A Larry (Fuller) lo conozco desde hace 20 años y es tan bueno como amigo que como músico. Él maneja la energía y el estilo que aprendió tocando durante años con Ray Brown y Jeff Hamilton”, cuenta Pizzarelli. “Sobre Ricardo Baldacci no puedo explicar con palabras cómo toca. Él aprendió a tocar la guitarra de siete cuerdas con mi padre, además canta y es un amante del mismo tipo de música que Larry y yo. Es por eso que nos fusionamos tan bien juntos, como un buen equipo de fútbol. Así damos vueltas las ideas musicales en el escenario y nos divertimos”, agrega el contrabajista.
Muchas cosas se hicieron en nombre del jazz durante un siglo y sin embargo el swing, como estilo, sigue siendo su sigilo. “Será porque sus melodías son fáciles de recordar. Mi padre decía que si salís de un musical en Broadway silbando una canción, eso enseguida hace que sea una gran canción”, asegura Pizzarelli y concluye: “El swing es sobre todo un sentimiento que se acomoda a cualquier tipo de música, una bossa nova o una balada o lo que sea. Más que una música en particular, el swing es la sensación de moverse siempre hacia adelante”.