Purificado, quizás, por el largo feriado de Pascuas, se me dio por pensar en el crimen del colectivero y en qué diría sobre esto Groussac, el de la calle homónima que queda entre Ituzaingó y San Antonio de Padua. Lo llamé con la idea de hacerle una entrevista telefónica pero, cuando le comenté la idea me dijo que fuera para allá. Eso sí, agregó, que no olvidara de llevar una torta de ricota para el mate y colgó.
Salí del Acceso Oeste en la bajada de Martín Fierro, enfilé para José María Paz y luego me detuve en una panadería en donde compré la torta. Cuando llegué, Groussac estaba cortando el pasto del jardín del frente. A modo de saludo rezongó por la bordeadora eléctrica: “La compré de oferta y un día de estos termino carbonizado por cortar el cable sin darme cuenta”. Le expliqué que la tanza era plástica y la manija también y que no había peligro. Me miró como quien mirara a un perro rengo.
Ya en la cocina, mientras ponía la pava en el fuego y sin que yo se lo preguntara se largó a hablar del asesinato de Daniel Barrientos, el colectivero de Virrey del Pino. Que a él no lo jodieran, dijo; le plantaron un muerto a Axel (me llamó la atención que lo nombrara así, como si se tratara de un amigo o de un pariente y que no dijera “el gobernador”, por ejemplo, o no lo llamara por el apellido). Capaz que los tipos estaban “puestos”, dije yo para matizar. Andá -me desestimó- ni siquiera el cana de la Ciudad, que tiroteó a los asesinos, dijo que el chofer se había resistido; lo liquidaron en seco, concluyó Groussac. ¿Y Berni para qué fue al piquete? Eso sí que no se entiende.
Groussac habla como si pensara en voz alta; su soliloquio no sólo impone las propias respuestas sino que también presupone las de su eventual interlocutor. No espera, incluso, a que yo lo interrogue, sino que da por hecho que ya lo hice. “Decime si este crimen no es vinagre derramado sobre la llaga abierta de la inflación, la pobreza y el poroteo electoral del lado nuestro. ¿No es un changüí para la derecha más brutal, acaso? Fijate la manija que se dieron. Pero lo peor es que esa manija multiplica lo que le pasa por la cabeza a millones de pobres cuando los afanan de arrebato en los andenes o en las paradas del bondi. Pobres afanando a pobres mientras ´Sergio´ -hace una mueca- pacta con el Fondo el aumento de las tarifas públicas, la devaluación y les da a los del campo un dólar a trescientos mangos sin que haya un aumento de suma fija para los salarios. ¿A vos te parece? Trasca, los que reciben un sueldo de morondanga putean a los que tienen un plan y los que tienen un plan y la ministra se los saca acampan en la 9 de Julio y, ahí sí, todo el mundo putea contra todo el mundo pero nadie se acuerda de que una jueza norteamericana condena a YPF a pagar una fortuna. Qué casualidad ¿no? Ahora que YPF apunta para el litio, para Vaca Muerta, para el agro, para la sociedad con los bolivianos, nos cae un fallo de los yankis que es como si lo hubiera dictado la generala esa que es la jefa del Comando Sur”.
Morondanga. Me quedo tildado ahí, con esa palabra. Mi viejo decía morondanga. Era en la época que los domingos ponía radio Splendid para escuchar a Delfor y La Revista Dislocada, un programa humorístico que popularizó, ya en tiempos de la revolución fusiladora, aquel cantito que decía “Deben ser los gorilas / deben ser / que andarán por ahí”. Y mi viejo lo cantaba mientras la fuente con los ravioles se adueñaba del centro de la mesa del comedor. El aparato de radio tenía una cubierta de baquelita amarilla y el dial estaba a un costado. Se ve que mi viejo la había pagado cara y temía que un golpe la mandara al piso porque la enchufaba y la ponía sobre el techo de un bargueño en donde mi vieja guardaba las copas y toda la cristalería que les habían regalado para el casamiento.
“Te fuiste”, dice Groussac que no es ningún gil, y yo no sé si asentir o negar porque, justo en ese instante en el que él se da cuenta que estoy en otra parte, me suena en la cabeza otro de los cantitos de La Revista Dislocada: “Estos gladiolos / son para ti / dulce pimpín / son de la quinta / que tengo en Boulogne / a cuatro cuadras / de la estación”. Como para salir de la situación le pregunto si conoce Boulogne, aunque doy por descontado que aquella localidad ya no tendrá quintas a cuadras de la estación como a mediados de la década de 1950. Para mí sorpresa, Groussac dice que estuvo ahí en 1990, cuando los carapintadas que respondían al coronel Seineldín, tomaron la fábrica de tanques de guerra. Que qué hacía él ahí, le pregunto en un hilo de voz, porque ni por las tapas me lo imaginaba junto a militares golpistas. Me dice que estaba viendo televisión y se enteró, entonces salió a buscar a un vecino, “un viejo peruca que estuvo en la Resistencia después de 1955”, y los dos salieron en un destartalado Fiat 125 rumbo a Boulogne. “Agarramos derecho por la avenida Vergara, que es la 4, el Camino de Cintura, y cuando llegamos a la altura de José León Suárez ya todo era un quilombo. Había patrulleros por todos lados y la gente en las veredas. Escuchamos explosiones y después alguien nos dijo que eran morterazos. El milico que comandó el asalto a la fábrica salió de ahí con diez tanques y uno chocó a un colectivo. No sé cuántos pasajeros murieron y el tanque quedó en el lugar. Los demás rajaron para el lado de Mercedes pero, antes de llegar a la ciudad, el hijo de puta ése, creo que era un coronel, se pegó un tiro en la boca. Como los nazis ¿viste?”.
Insisto en preguntarle qué hacía ahí. “¿Y qué querías que hiciera? ¿Quedarme en casa y ver cómo esos milicos repetían lo de la Semana Santa con Alfonsín? ¿Otra vez sopa, la casa está en orden, pero ahora con el Innombrable en la Rosada?”. Estoy a punto de interrogarlo de nuevo, de olvidarme que Groussac es un maestro ninja del soliloquio, cuando él razona: “Aunque, la verdad, la verdad, es que el Innombrable ya había indultado el año anterior a más de doscientos milicos golpistas y Balza se comió a Seineldín entre dos panes porque la oficialidad le respondió a él y no al carapintada. Además, los grandes empresarios ya lo tenían al Innombrable para hacer negocios; ¿para qué querían a un santulón fascista y de uniforme? ¡Qué bárbaro el Patilludo! Nos prometió la revolución productiva y el salariazo, disfrazado de Chacho Peñaloza, y terminó piloteando una Ferrari, jugando al golf con Bush y cantando la Marcha Peronista como si fuera ´Rubias de New York´ por Carlitos Gardel”. Se interrumpe. Me pregunta si traje la torta de ricota, no porque no me hubiera visto en la mano, cuando llegué, la bolsa plástica de la panadería sino porque quería ir al baño: “Es la próstata ¿viste? Si no la atiendo me saca tarjeta roja directa”.
Todo. Groussac te habla de todo como si fuera la versión humana de Wikipedia. No es que no tenga filtro tampoco; él encara un tema, te pone los ejemplos, los detalles y, de repente, salta a otra rama del árbol y desde ahí vuelve a escudriñar el paisaje que, un ratito antes, te describía desde el gajo de al lado pero ya no es el mismo panorama, ahora tiene un color y una profundidad que antes no tenía. De regreso del baño, masculla que antes necesitaron que el Innombrable (insiste en no llamarlo Menem) se disfrazara de Rey Momo para que, mientras nosotros estuviéramos distraídos tirando chorros de espuma, ellos nos afanaran en medio del carnaval. “Ahora no -dice- les basta con la Corte Suprema para reemplazar a los milicos golpistas y les sobra con nuestras idas y vueltas para tener una candidatura presidencial como la gente. Mientras tanto, ´Sergio´-reitera la misma mueca de antes- sigue las cláusulas del Fondo, Alberto Fernández juega a postularse de nuevo como si alguna vez se hubiera postulado por voluntad propia, Cristina sigue en sus trece y nosotros ¿qué querés que te diga? bien, gracias. Lo único que tenemos seguro es a Axel y al Programa del 17 de Octubre”.
Paro de cortar la torta de ricota y lo miro cuando dice eso. ¿El Programa? ¿Cuál? “¿Vos estuviste en la Plaza el 17 de Octubre del año pasado?”. Asiento. “Bueno ahí se leyó un programa, un documento, bah, que es de lo más claro que hay. Y todavía nadie le dio bola. Control de precios. Suma fija para todos los salarios. Derogación de la ley de entidades financieras. Control del comercio exterior. Renegociar la deuda externa. Reformar el sistema judicial. ¿Sigo? Ese es nuestro Programa de ahora y para las elecciones y que no me vengan con tu tía ni con la canzoneta de la correlación de fuerzas porque la dichosa correlación de fuerzas se inventó para cambiarla y no para quedarse en el molde y no hacer un pomo. ¿Me entendés?”.
Está embroncado y le alcanzo una porción de torta para que pase el mal momento. Mientras mastica, dice que la ricota está buena y comenta, como quien no quiere la cosa, que una vez fue a un recital de Los Redonditos en La Plata. Ahí me abismo. “El Indio Solari es un capo total. Él y Los Redondos primero y ahora con la otra banda que tiene, la del Aire Condicionado, la rompieron en serio. Yo los conocí porque una novia que tuve hace mucho me hizo escuchar el cassette de ´Oktubre´. Un cassette ¿te imaginás? Es muuuuuucho tiempo ¿no? Y el chabón banca a Cristina. No entiendo por qué razón un tipo como el Indio puede ser así como es él, tan original, tan salido de la norma con la edad que ya tiene encima, y la militancia todavía no pueda romper los diques y se conforme con las ingenierías electorales. ¡Loco! ¿Qué nos está pasando? ¿Por qué clamamos contra la proscripción de Cristina, así, como en el aire, y no la afirmamos en el Programa del 17 de Octubre? ¿Para qué queremos que sea candidata, me podés decir?”
No, no le puedo responder porque, al fin y al cabo, me hago las mismas preguntas que él y en la pausa de la charla salgo hablando de Boca, de lo mal que está jugando y de la panzada que se hace Macri con esta racha adversa que él, Macri, se la atribuye por entero a Román. Groussac es bostero, claro, de lo contrario no me hubiese atrevido a hablarle de Boquita, pero él es también un bicho y me pregunta: “¿Qué Macri? ¿El que tiene inteligencia artificial?” Me parece mentira que Groussac tenga en su radar -y en medio de esta conversación ya de por sí entreverada- el actualísimo tema de la inteligencia artificial. Sin embargo, me desmiento: el tipo es un disruptivo y por eso, también, es ricotero.