A pesar de que el reggae se encargó de exaltarlo y de ponerle banda de sonido, el rastafarismo es un movimiento espiritual surgido en Jamaica en los años 30 que consolidó sus bases a partir de la convicción de que Haile Selassie I es Jah. O sea, el mesías redentor. Previo a ser coronado y a adoptar su nuevo nombre, el último emperador de Etiopía se llamaba Ras Tafari, que significa “Jefe Creador”. En la cultura popular se suele creer, y eso ha sido avalado por la ciencia en tiempos recientes, que el nombre con el que alguien es bautizado influye en la personalidad y hasta en el destino de la gente. Por eso no es fortuito que Fidel Nadal, figura referencial del rastafarismo, de la afrodescendencia y en especial de la contracultura musical en la Argentina, haya decidido llamar a su vástago Taffari. A tal punto que hoy sigue sus pasos en la música con una propuesta prometedora.
Sin embargo, antes de amigarse con su nombre y con su destino, el artista de 22 años tuvo que lidiar con los altibajos de la singularidad. “De chico, era complicado llegar a un lugar nuevo y que la gente pronunciara bien mi nombre. Y más con esa doble efe”, recuerda. “En la escuela, pasaban lista y se frenaban cuando me tocaba. Nunca logré pasar inadvertido. Al principio, no me gustaba. Pero cuando crecí, lo fui llevando mejor. Ahora encontré el amor por Taffari, y me encanta. No tuve que pensar en un nombre artístico, no conocí a otra persona que se llamara igual”. De todas formas advierte que, si bien conocía el significado que circula comúnmente, su padre le dio su propia versión del concepto que encierra su nombre. “Mi viejo me dijo que Taffari significa ‘temible’. Me gusta crear, aportar ideas y fluir con mi intuición artística, pero también me atrae la idea de ser temible”.
Aunque siguió el legado artístico no sólo de su padre, sino también de su tío Amílcar, que al igual que Fidel terminó bebiendo del folklore jamaiquino, Taffari se decidió por otra forma de comprender la música afrodescendiente. Más allá de que su carrera recién comienza, su novel repertorio ya degustó el R&B, el trap, el hip hop y ese pop enlazado con la música urbana. “Cada uno tiene su gusto”, justifica quien reconoce entre sus influencias a Chris Brown, Stevie Wonder, 50 Cent, Michael Jackson y Justin Bieber. “Lo mejor que uno puede hacer es ir por donde le gusta. Si complacés a los demás, no te vas a terminar encontrando. Tenés que seguir a tu instinto. Con las canciones que estoy haciendo ahora, trato de ir por ese lado. La música siempre estuvo presente en mí, hiciera lo que hiciera. Soy muy amplio con los estilos. De la nada, escucho una cumbia, un reggae y un rap. Ahora lo que más consumo es trap”.
Su carrera arrancó poco antes de que empezara la cuarentena, tras pasar por las inferiores de Independiente. “Cuando era más chico, le llevaba la contra a mi viejo. No quería saber nada con la música. Yo estaba en el fútbol, hacía la mía. No me interesaba el otro mundo”, reconoce. “Queríamos jugar en Wilde porque sabíamos que de ahí había salido el Kun Agüero. “Entrabas al vestuario, y lo único que se escuchaba era cumbia. Yo sabía que me gustaba otra cosa. Pero a mis compañeros no les llamaba la atención nada más. Era otra la mentalidad. Si proponías algo diferente, te retaban. Creo que ahí me di cuenta de que lo mío era la música porque, en ese sentido, era distinto a los chicos con los que jugaba. Cuando dejé el fútbol, empecé a pelotear un poco más. Ese fue el momento en el que empecé a buscar cuál era mi pasión. Y me di cuenta de que era la música”.
Aprovechando el Día de San Valentín del año pasado, Taffari puso a circular en las plataformas digitales de música su primer single: “Emojis de corazones”. “En ese momento, me juntaba con los amigos, tiraba un poco de freestyle. Empecé a creer en lo que me iba saliendo o improvisando. Ahí comencé a indagar, a bajar ideas”, explica. “'Emojis de corazones' la hice en casa, una vez que aprendí a grabarme. No me podía sacar la melodía de la cabeza. Cuando la hice, un amigo que es productor musical, y que trabaja con Duki, me dijo que era un temazo. Apenas la terminé, se la envié y le encantó. Me dijo que la semana siguiente fuera para su estudio. Así comenzó todo. Una vez que salió Emojis, todo empezó a tomar forma. Quise estar en cada detalle. Todo el día estaba pensando en eso. No me llamaba la atención otra cosa que no fuera la canción que quería sacar”.
A manera de abreboca de su presentación de este sábado, a partir de las 15 hs, en Paseo Las Tipas (Capilla del Señor), el artista lanzó el jueves último el single “Sensación”, que sucede a “En Brasil”, publicado en marzo. Sobre los tiempos para dar a conocer su música, en medio de toda la oferta que existe en esta época en la escena local, afirma: “La construcción de audiencias vendrá sola. Si sos fiel a lo que te gusta, y siempre fuiste honesto y no estás fingiendo el personaje, no tengo dudas de que tu propuesta llamará la atención. Cuando uno es verdadero, ahí es cuando empezás generar público”. Y aprovecha para aclarar: “Tengo un estilo limpio y ordenado para presentar las cosas, que se vea bien. Pero a la vez canchero. Apunto hacia la música urbana que consumo, con notas agudas y falsete. Juego con eso. En mis temas, me gusta probar por ese lado. Estoy abierto a lo que me salga, que la inspiración me lleve”.
-A propósito de la inspiración, y tomando en cuenta que venís de una familia que siempre reivindicó la afrodescendencia, ¿existe la posibilidad de que abordes el tema en tus canciones? ¿Sos militante de la causa?
-Nunca estuve en la de militar, pero siempre voy a defender lo que somos. De chico, tenía unos rulos que me llegaban a los hombros. No pasaba inadvertido. Pero es cierto que la gente piensa que porque tengo ojos claros soy blanco. O algo así. El cumplido que más me dicen tiene que ver con mis ojos. Supongo que llama la atención el contraste de ser negro y tener ojos claros. En este país, donde no hay afrodescendencia, uno lo va llevando. Por más que a veces recibí comentarios que no fueron positivos. Estoy orgulloso de quién soy y de mi ascendencia.
-Al momento de hacer música, ¿le pedís a tu padre su opinión?
-Como toda relación de padre e hijo, siempre tuve mi espacio y pude hacer lo que a mí me gustó. Estoy tranquilo con eso porque puedo ser yo.
-Formás parte de un baby boom de músicos argentinos. ¿Tenés relación con alguno que también se haya dedicado a la música?
-Me llevó muy bien con Tomy Lescano, el hijo de Pablo. Es como mi primo. Lo quiero un montón. Y con Brando, el hijo de Dante Spinetta. Si bien ahora no está haciendo música, me di cuenta de que tiene un buen oído musical.
-¿Qué rescatás de todo lo que te pasó hasta ahora?
-Muchos músicos me dijeron: “Disfrutá del camino. Todo llega después”. Por más detallista y exigente que sea, es lo que trato de hacer.