Alemania comenzó a cerrar este ´sabado sus tres plantas de energía nuclear que quedaban funcionando como parte de una transición planificada hacia la energía renovable. La salida de servicio de los reactores Emsland, Neckarwestheim II e Isar II, fue acordada hace más de una década, se da en la reciente crisis energética.

El cierre estaba previsto para el 31 de diciembre de 2022, pero con los precios de la energía disparados por la guerra en Ucrania, el gobierno del canciller alemán Olaf Scholz decidieron una extensión cuya fecha límite se cumple este sábado. 

Los desastres nucleares en Three Mile Island, Chernobyl y Fukushima presionaron a los gobiernos alemanes para poner fin al uso de esta tecnología, que para los activistas antinucleares, es insegura e insostenible.

"Los riesgos vinculados a la energía nuclear son definitivamente no manejables", dijo esta semana la ministra de Medioambiente, Steffi Lemke.  En Alemania, la lucha contra los riesgos asociados al uso civil de la energía nuclear movilizan a amplios sectores de la población desde hace décadas y sentó los cimientos del movimiento ecologista.

Greenpeace organizó una celebración de despedida en la Puerta de Brandenburgo en Berlín: "Al fin, ¡la energía nuclear es historia! Hagamos de este 15 de abril un día memorable", es la proclama.

Según los expertos en energía, los tres reactores generaron en 2022 un total de 33 teravatios/hora, en tanto la energía renovable de las plantas eólicas y fotovoltaicas produjeron 20 teravatios/hora adicionales, que se sumarán en 2023 otros 13 teravatios/hora, con lo que se terminará el hueco que deja la energía nuclear. En tanto, el superávit en la producción de electricidad en 2022, de 26,3 teravatios/hora, prácticamente igualó el volumen generado por los tres reactores.

En tanto, otros países industrializados, como Estados Unidos, Japón, China, Francia y Gran Bretaña, siguen apostando a la energía nuclear para reemplazar los combustibles fósiles que provocan el calentamiento global.

Las dudas sobre la producción energética

Cuando ocurrió la catástrofe en la planta nuclear de Fukushima, en 2011, el entonces gobierno de Angela Merkel aprobó por una amplia mayoría en el Parlamento alemán -513 votos a favor y 79 en contra- poner fin a esta tecnología en el país. 

El punto límite era el último día del año pasado, pero se extendió el retraso de la desconexión de los últimos tres reactores -Isar 2, Neckarwesthiem 2 y Emsland- por otros tres meses debido a la demanda del sistema energético durante el invierno y la menor importación de gas ruso a causa de la guerra en Ucrania.

La industria alemana alertó sobre las posibles consecuencias en un sector castigado por el elevado costo de la electricidad. La oposición democristiana propuso diferir la interrupción de los reactores, y científicos alemanes, entre ellos dos premios nobel, apelaron este viernes mantener en funcionamiento las últimas tres centrales para alcanzar los objetivos climáticos.

En tanto, el 59 % de los alemanes rechaza el abandono de la energía nuclear. El gobierno reconoció que, a corto plazo, Alemania tendrá que depender más del carbón y el gas natural contaminantes para satisfacer la demanda energética. El país aspira a ser neutral en carbono para 2045.

Si el gas se vuelve a encarecer, la reducción de la oferta podría impulsar los precios de la electricidad en el mercado mayorista alemán, con lo que el costo final y el uso adicional de energías fósiles “podría variar fuertemente a base de diversos factores marco”.

“En general, el suministro eléctrico en Alemania en 2023 es muy seguro y la producción que se pierde por las centrales nucleares puede ser compensada sin problema”, aseguró la experta energética Anke Herold. 

“Tampoco es probable que las emisiones de gases de efecto invernadero aumenten otra vez en Alemania como el año pasado, ya que la compensación se realizará sobre todo a base de energías renovables”, agregó la directora del centro de investigación independiente Öko-Institut.