Jonatan Pereira ("así, sin H") es el dibujante y humorista más conocido en las redes sociales como Jona Dibujos. Si el nombre no suena conocido es porque lleva la máscara de la virtualidad. Jonatan es la cara detrás de la serie de dibujos virales en las redes "Equis-Men": los superhéroes X-Men, como Wolverine o Beast, pero apodados Guepardo y Bestia. En vez de salvar al mundo y hablar en neutro, toman mate, se refrescan en la pelopincho y tienen entrevistas de trabajo. Hablan en argentino, putean y se frustran. Mientras festejan las fiestas con pan dulce y sidra en vez de nieve, se ríen de sus referentes yanquis y se unen a la cadena que inauguró el Batman argentino, interpretado en los tempranos 2000 por Alfredo Casero en el programa televisivo Chachacha.
Oriundo de la zona Oeste (más precisamente de Pablo Podestá, partido de Tres de Febrero) Jonatan (33) y sus Equis Men ya cuentan con más de 73 mil seguidores en Instagram. El flamante artista charló con Buenos Aires 12 acerca de la reivindicación del humor argentino, sobre hacer animación en el país, los lentes que uno se pone para mirar el mundo cuando viene del conurbano y hasta de cuál es el futuro de la animación ahora que la inteligencia artificial parece estar potencialmente amenazándolo.
—Contame un poco de tu historia personal con el arte y de cuáles fueron tus primeros encuentros.
—Estudié diseño gráfico en la UBA, pero no terminé nunca. Trabajé de eso mucho tiempo, pero lo que siempre me interesó fue la actuación. Hice teatro desde chico, mimo, improvisación. Creo que esa formación fue fundamental a la hora de pensar los videos. En el 2019 trabajaba en un call center y dibujaba mucho mientras hablaba por teléfono con la gente. Eran boludeces, al costado de la hoja del cuaderno, personajes. Siempre me gustó Quino, ese tipo de humor de viñetas, los cómics. Trataba de hacer eso, viñetas, por puro hobbie, chistes que se me ocurrían y los quería dejar plasmados en algún lado. Para que no los vea solamente yo, los publicaba en Instagram pero quedaban ahí. No los veía mucha gente. Como en la cuarentena no podía hacer teatro, empecé a actuar con un micrófono con la compu y empecé a agregarle animación a lo que eran los dibujos. Canalicé mi pasión por ese lado. Y bueno, todavía sigue siendo algo bastante incierto para mi. Sigo publicando y voy viendo los laburos que me van surgiendo día a día. Si me preguntás por qué, no se por qué lo hice. Por el mismo motivo por el que iba y actuaba en el teatro, para expresar algo y que alguien lo recibiera. Le empezó a interesar cada vez a más gente y dije bueno, acá hay algo. Pero hasta la pandemia, nunca se me había ocurrido. Creo que algo que funcionó como referente o disparador fueron los videos de Alexis Moyano. Me acuerdo que un amigo me mostró sus videos y dije qué interesante esto, es como un audio grabado y animado. La improvisación estaba muy presente, también el argentinismo. Al mismo tiempo eran dibujos simples, a veces más complejos, pero encontré en él mi faro principal. Siempre miré y miro muchos dibujos animados, como South Park, Rick&Morty, Bojack Horseman y los Los Simpson, obvio.
—Noto que en tus dibujos hay algo improvisado, o por lo menos no es una estética limpia y perfecta. ¿Eso es intencional?
—Eso en la animación es algo medio tramposo, porque es un arte cuadro a cuadro, que hay que revisar mucho y lleva mucho tiempo. Tiene poco de espontaneidad. Pero entiendo lo que decís, a mi me gusta producir ese efecto de que fue así nomás, esa frescura de cuando agarré el micrófono por primera vez. Sí, es intencional. Una vez un amigo me dijo que mis personajes eran como los personajes del trencito de la alegría, el de la Costa Atlántica, esos disfraces medio deformes, medio berretas, hechos con ropa casera, para que se parezcan a los personajes posta pero sin llegar a serlo. Y me gustó eso porque es así, me siento identificado tanto con los dibujos que hago como en dónde pongo el ojo para contar las historias que cuento.
—¿Y dónde pones el ojo para contar las historias?
—En las cosas más cotidianas, en lo más simple. Lo que siento que no esta muy representado en el medio audiovisual argentino, llamémoslo mainstream o como quieras, donde siento que mayormente se habla de cosas que están al alcance de pocos. La tele, las películas: familias con dos autos, problemas con los que la mayoría nos sentimos poco identificados. Trato de llevar lo que hago a un área donde me identifique más yo y mi entorno, la gente que yo conozco, los temas de los que charlamos. Puede ser algo muy simple, como ir a la ferretería a comprar un repuesto, y no una historia grandilocuente que nunca te va a suceder en la vida. Me gusta más eso, lo pequeño, lo cotidiano.
—¿De dónde surgió la idea de argentinizar a los X-Men?
—Lo de los Equis-Men surgió creo que de dos cosas. Primero de la anécdota, que fue algo bastante simple. Yo uso mucho el latiguillo “¿qué te iba a decir?” y se me ocurrió que esa pregunta era una pregunta sin respuesta. El único que podría responderla era el Profesor Charles Xavier, de los X-Men, que tiene poderes psíquicos. Ahí se me ocurrió que él le lea la mente a Guepardo y sepa qué le iba a decir, porque si no la pregunta queda en el aire. Lo empecé a grabar con el micrófono, medio jugando, y para que apareciera esa frase era si o si necesario que hablen con acento rioplatense. Le agregué un tanguito de fondo, en una radio vieja y mal sintonizada, y que tomen mate en la vereda. A medida que fui haciendo otros, empecé a pensar qué otras cosas del barrio, de mi cotidiano le podía poner. Creo que un poco también es el humor que mejor me sale hacer. Con toda la cultura pop que tengo encima, consumí todas las series y películas yankis, todos los superhéroes, todo lo que todos vimos todo el tiempo. Que me encanta, soy super pochoclero, hollywoodense, ciencia ficción, comedia, me gusta todo eso y lo tengo encima. Por otro lado, esto mundano que te decía, lo cotidiano del conurbano, de la Zona Oeste que me acompaña, siempre estoy anclado en eso. Y mezclé esos dos mundos medio inevitablemente, no fue una decisión consciente, simplemente lo mezclé y salió.
—¿De qué manera nacer y crecer en el conurbano afectó lo que hacés hoy en día?
—Creo que inevitablemente lo afecta. Es una manera muy particular de pensar y de vivir, es un lugar muy místico. Es una forma muy particular de ver el mundo. Probablemente siempre es así seas de donde seas, de capital de una manera, de alguna otra provincia de otra. El conurbano te pone unos lentes muy particulares para mirar la vida. No sabría describirlo y tampoco soy tan sabio o elocuente para poder vivirlo, pero está ahí inevitablemente. Es una voz. Si la sabes canalizar, el conurbano habla a través de esa voz, a través tuyo, de alguna manera. Y eso no está tanto en el mainstream. Se acusa mucho a los medios de "porteñocentristas". Es lógico, hay mucha producción audiovisual en CABA, y muchos productores que son de CABA, van a tener una visión muy de ahí. Es inevitable. Entonces cuando aparece algo un poquito distinto, llama mucho la atención. Y está bien que así sea.
—Algunos artistas del conurbano observan esto que decís de los discursos nocivos, prejuicios de los medios masivos sobre el territorio donde viven y deciden adueñarse de la narrativa, no dejar que hablen por ellos. ¿Sentís que ese discurso te influenció para "tomar la posta" o contar tu propia historia?
—No sé si diría "tomar la posta", porque no sé si me animo a tanto. Sí creo que hay una representación bastante errónea, como la puede haber de muchos lugares, y que está bueno alejarse quizás de esas representaciones más hegemónicas y hablar desde otro lado. También es productivo oponerse y decir bueno, yo no lo veo así, vivo acá y lo veo de esta otra manera. Quizás no es tan inseguro, tan oscuro, tan esto, o no es tan distinto tampoco a otras cosas, me parece que está bueno desmitificar un poco eso.
—¿Cómo es el tema de vivir de esto, de la monetización en las redes sociales? ¿Te gustaría migrar a otros lados o estás cómodo como artista en las redes?
—Con respecto a la monetización, yo los videos los subo gratis. A partir de esos videos, si es que se viralizan, lo ve alguna empresa y si tengo suerte, me contratan para hacer algo, ya sea un cliente para hacer una ilustración. Se monetizan de una manera u otra. La única red social que monetiza directamente es Youtube, donde yo soy bastante nuevo, pero le quiero poner pilas. También hago merchandising, tazas, remeras y esas cosas. Por último le ofrezco a la gente que me sigue la posibilidad de colaborar con lo que hago, para que pueda seguir haciéndolo y creciendo. Así se va armando. Creo que es lo que conozco, desde ahí salí. Antes, cuando hacía obras de teatro, el problema era tratar de que la gente vaya, ahora pasó a ser otra cosa, pero es la misma dinámica. Creo que está buenísimo para difundir artistas emergentes. Cuando era chico y dibujaba jamás pensé que se podía llegar a tanto público desde mi casa. Como tiene sus cosas buenas también tiene sus cosas malas. Está el tema del algoritmo, que te empieza a exigir cada vez más, mantener a la gente enganchada. Trato de que no me afecte y subir los videos cuando se me ocurre la idea o cuando me parece bien a mí. Sé que podría hacerlo más rápido, pero prefiero tomarme mi tiempo y que salga bien, tratando de que la gente siga enganchada en el medio. Lo sufro porque es exigente el sistema. Sabe que tu trabajo es gratis o se monetiza por otro lado, lo que te ofrecen las redes es difusión a cambio de exigirte que generes más y más contenido. Al mismo tiempo, trato de no ser tan pretencioso conmigo mismo. Soy consciente de que lo que hago es probable que la gente lo mire sentada en el inodoro, para reírse un rato, y después se olvida. Para mi es re importante, pero soy muy firme con eso. Realista.
—Debe ser difícil pasarte tanto tiempo perfeccionando algo y que para la gente sean solamente 15 segundos. ¿Cómo te llevas con esa dinámica?
—Mirá, la última serie que hice de uno de los personajes, Tito Bilbao (un relator de fútbol desempleado), dura en total menos de una hora, si sumas todos los capítulos, y fue hecha durante meses, por un equipo de gente. Pero creo que pasa con todo lo audiovisual, es mucho tiempo de producción para un resultado muy chiquito. Yo me acostumbré a eso y a aceptarlo. Aceptar lo efímero también está bueno, le saca un poco de presión. Yo tuve la suerte de que con mi compañero con el colega con el que hicimos la serie, Lucas De Costa, nos llamaron para producir la serie de los personajes. Es una productora pequeña, pero es una semilla de algo que a uno le da cierta esperanza de que puede crecer.
—¿Cómo ves el medio de la animación argentino, hoy en día y a futuro?
—Si me preguntabas hace dos o tres años, te decía sí, absolutamente. Así como hoy llega Netflix y hace series argentinas de buena calidad, sería genial que con más presupuesto se hagan series también de animación. Creo que puede pasar, si hay ganas, pero falta mucho. Como estoy yo hay un montón de animadores y animadoras argentinos e independientes que también hacen voces, escriben, pero somos todos así emergentes. Lo que creo que falta es producción. La animación es algo muy caro y donde no muchos quieren poner plata. Un reality show sale dos pesos hacerlo y quizás hace mucho rating. La animación todavía es una apuesta difícil en el país. Con respecto al futuro, con lo que siento bastante incertidumbre es con el tema de la inteligencia artificial. Porque me hace pensar en lo rápido que cambian las cosas. Hace algunos años me puse a dibujar y ahora ya hay algo que lo hace mejor que yo. Le da un poco de miedo a uno. Obvio que uno quiere pensar que las herramientas tecnológicas siempre están para ayudar al ser humano y no reemplazarlo. Es como tenerle miedo al Photoshop, no tiene mucho sentido. Antes la animación se hacía con una hoja de calcar y se dibujaba todo una y otra vez. Después había que sacar foto para emular el movimiento. Hoy en día yo hago todo eso, pero ya me ayuda una inteligencia artificial, que sabe hacer todas esas cosas más rápido. Pero bueno, yo ya estoy haciendo algo que antes hacía un equipo de diez personas. Pero se hace difícil ver qué tan fácil o difícil va a ser producir una animación en dos o tres años. Quizás todo el equipo con el que hicimos la serie lo haga la IA, quizás ya no van a existir más los dibujantes. O quizás si vos sabes dibujar bien, vas a poder indicarle a la inteligencia artificial como hacerlo mejor, como un director de teatro que quiere saber actuar. Ojalá que si me saca el trabajo, por lo menos me deje vivir en la playa y pueda descansar.
—¿Vos, como dibujante, a pesar de estos miedos, le recomendarías a alguien que aprenda a dibujar manualmente sabiendo que podría ser reemplazado?
—Yo creo que siempre aprender a hacer cualquier cosa va a ser recomendable. Yo no sé dibujar bien, así que mucho no puedo hablar. Hago lo que puedo, no soy un gran dibujante. Así que me lo recomendaría a mi mismo, aprender a dibujar. Pero en serio, creo que como decía el Pity, lo artesanal siempre va a estar ahí. En definitiva, el arte es lo más humano que hay. Por más de que vos le pidas al chat de inteligencia artificial que te cuente un chiste, no te va a dar tanta gracia.