Se puede convivir con un deseo a lo largo de los años, dice Oscar Barney Finn, incansable director de teatro, también reconocido por su labor en cine, ópera y televisión. Lo del deseo postergado se refiere a la historia de Bruto (Marco Junio Bruto, el senador romano implicado en el asesinato de Julio César), asunto que desde hace mucho tiempo tenía la idea de llevar a escena. Finalmente, junto al periodista y narrador Marcelo Zapata se decidió a escribir Brutus, obra que acaba de subir a escena en el Teatro Payró (San Martín 766), con Paulo Brunetti –un actor que trabajó en más de 10 montajes junto al mismo director- en el papel protagónico. Completan el elenco Ana Yovino, Carlos Kaspar, Nelson Rueda, Beatriz Dellacasa, Mariano Madrazo y Joaquín Cejas.
Aunque en su larga carrera abordó textos de Shakespeare, Barney Finn desechó la idea de montar Julio César, obra en la que el inglés también se refiere al fin de la República y al asesinato del máximo líder. Sin recurrir a la obra del bardo isabelino, entonces, el director buscó reflejar el clima de descontento motivado por el nombramiento de César como dictador perpetuo y las movidas de sus detractores orientadas a desconcentrar el poder para salvaguardar el espíritu republicano.
Barney Finn y Zapata aseguran en la entrevista con Página/12 haber investigado varias fuentes. Y aunque acuerdan con la opinión del especialista estadounidense Harold Bloom, quien en su ensayo Shakespeare, la invención de lo humano afirma que la tragedia de Shakespeare debería haberse llamado Brutus, los autores decidieron enfocar al personaje desde otra perspectiva. Sus dudas acerca de su participación activa en la conspiración podrían deberse a la posibilidad de ser hijo del propio César, dado que Servilia, su madre, había sido amante del poderoso político y militar.
“La idea fue hacer un Brutus de cámara”, señalan los autores de esta obra que, en poco más de una hora, sin ninguna reconstrucción arquitectónica o vestimentaria de la época, da cuenta de un clima de tensión e intriga. “Quisimos lograr un espacio de experimentación en el que se destaquen los personajes y una situación que se revela desde el inicio”, sintetizan ambos, haciendo referencia a la negativa inicial del protagonista a encabezar la conjura a la que lo empujan tanto el intrigante Casio como el filósofo Cicerón.
Barney Finn asegura que este espectáculo le implicó nuevos desafíos, desde el hecho de compartir la autoría del texto hasta la toma de decisiones de los detalles de la puesta. “Hacer teatro es, para mí, la mejor manera de sentirme vivo. No hay nada más vivificante que creer en lo que se hizo toda la vida, pero yendo cada vez más hondo en las búsquedas”, sostiene el director. Agrega, además, que le interesa “trabajar por un teatro de texto, de ideas, sin temor a ser tildado de antiguo”.
Autor de la novela El secreto de Puccini, Zapata dice que a lo largo de las reuniones se dividieron el trabajo: el director se abocaría a la estructura y a los personajes y él se dedicaría a la escritura de las escenas. “No es una obra histórica, aunque se apoye en sucesos verídicos”, advierten. Así, en lo que describen como “una actitud mesurada”, ambos versionaron la conjura y sus consecuencias inspirándose en diversas fuentes, como la película de 1953 con James Mason en el rol de Brutus. “Los espacios no realistas que pensó Oscar están en paralelo con el espacio espiritual del protagonista”, explica Zapata y subraya que, en la obra “es notorio cómo la política atraviesa al personaje”.
En ese sentido, Zapata destaca las convicciones republicanas del personaje protagónico: “Louis de Saint-Just, guillotinado a los 26 años, aún más radicalizado que el propio Dantón, tenía como referente a la figura de Bruto”, detalla refiriéndose a la Revolución Francesa. Otro tema que ambos realzan es el posicionamiento femenino que deriva de las fuertes convicciones de la mencionada Servilia y de Porcia, esposa de Bruto. Finalmente, tomando en cuenta que tras el asesinato de César la República se diluye para dar lugar al Imperio Romano, Barney Finn se pregunta: “¿Los hechos violentos sirven para efectuar algún cambio?”. Aunque ninguno de los dos responde la pregunta, sí tienen la expectativa de aportar elementos para “despertar reflexiones en los espectadores inteligentes”.
*Brutus, Teatro Payró, (San Martín 766), viernes y sábados, a las 20.