“Yo quiero jugar” dijo Ámbar apenas pudo pronunciar esas palabras a sus papás. La pelota la apasiona desde los dos años cuando se paraba frente al televisor en Bahía Blanca a relatar los partidos de Messi. Desde la primera vez que tocó la redonda es en lo único que piensa. Lunes, miércoles y viernes entrena en el Club Asociación Civil Deportiva y Cultural de Profesionales de Viedma y Patagones, y los martes y jueves encontró un espacio en la Asociación de Empleados de Comercio para jugar con un grupo de chicas que les gusta el fútbol. A pesar de eso, en la segunda fecha de la Liga Rionegrina, cuando Ámbar estaba sentada junto a sus compañeras en el banco de suplentes, el árbitro les sacó tarjeta y las mando detrás del alambrado. "Ustedes no pueden estar acá", ordenó. La expulsión tenía un antecedente: en 2021, cuando Ámbar tenía 9 años, el club la incluyó en la lista de jugadores que entregó a la Liga y la respuesta fue informar al entrenador que ella no podía competir porque el torneo es exclusivo de varones.

Ámbar es obediente y suele aceptar lo que le dicen sin cuestionarlo, pero cuando sus padres llegaron con la noticia de que no iba a poder competir, lo primero que preguntó fue: “¿Cómo que no puedo jugar? ¿Por qué no puedo?” Esa pregunta a su mamá le hizo ruido y la impulsó a reclamar por el derecho a jugar y logró que a los 9 le permitan continuar por dos años más. En este tiempo algunas chicas que habían dejado el deporte volvieron y otras se sumaron a partir de la posibilidad de poder competir. 

La Liga Rionegrina, como todas las otras del país, se ajusta a los estatutos y reglamentos de la AFA. En este sentido, el Consejo Federal de AFA no prohíbe por escrito que las mujeres puedan competir mixto, dejando en manos de la buena voluntad de las ligas la decisión de que los clubes tengan fútbol mixto. 

En estos dos años las familias solicitaron una reunión a la Liga y enviaron notas para hablar sobre realizar una modificación o conseguir una solución para las jugadoras que inminentemente iban a cumplir los 11 años, pero nunca recibieron una respuesta. Ámbar el año pasado cumplió 11, por ende en este torneo la Liga Rionegrina le anunció que no va a poder competir. “No les interesa el fútbol femenino porque en estos dos años tranquilamente se podría haber convocado a otras chicas para que armen su propio torneo para mayores de sub 12”, afirmó Lorena Fontao, madre de la niña.

En Río Negro las futbolistas pueden jugar fútbol mixto hasta los 11 años, pero al no haber una categoría de fútbol femenino ni tampoco mixto hasta que pasan a primera, se quedan sin jugar hasta los 17 años. “Hay nenas jugando en barriales y asociaciones, entonces no es ridículo pensar que se pueda formar un torneo propio, pero hay que armarlo. Lo que pasa es que Ámbar tiene 11 años hoy y se pasa su infancia, que es ahora”, aseguró su madre. 

En la categoria de Ámbar hay otras dos nenas más que estan reclamando para poder seguir jugando, pero pidieron no exponerse públicamente. "Es victimizar a los chicos esta situación, no es fácil para ellos exponerse para que los dejen jugar", aseguró la mamá de Ámbar, que está en contacto con otras familias que pasan por lo mismo, no solo en Río Negro, sino en distintas partes del país. "Cuando le dijimos que podía sonar su nombre en radios o medios nos dijo que no le importaba porque está enojada con lo que está pasando. No entiende por qué no la dejan", afirmó la mujer sobre su hija, que el año pasado junto a sus dos compañeras formaron parte del equipo que llegó a semifinales. 

“Los organismos no pueden hacerse los distraídos porque hay una vulneración de los derechos”, agregó la mujer, que envió escritos a los organismos que podían interceder como la Secretaría de Géneros de Río Negro, la Secretaría de Deportes provincial y municipal; la de Niñez Adolescencia y Familia de la provincia y la Defensoría del Pueblo. 

Uno de los principales argumentos que utilizan quienes le niegan el acceso a las canchas es que Ámbar se podría lastimar jugando con varones, lo que queda desestimado cuando se tiene en cuenta la diversidad de cuerpos. A un niño que no cumple con los estándares corporales para su edad a nadie se le ocurriría prohibirle competir, lo que sí pasa con las mujeres. “El Club entiende y comprende que la situación es injusta y que las niñas son parte del club y tienen derecho a jugar”, aseveró la madre de Ámbar, que en la lucha es apoyada por toda la comunidad del club, incluídos los entrenadores que dejan seguir partipando a las niñas durante la semana de los entrenamientos.

Mientras tanto, las familias se organizan para buscarle la vuelta y que puedan seguir jugando. La cuestión es que Ámbar quiere una cancha con césped, vestirse con una camiseta y la competencia formativa. Ella conoce lo que es pertenecer a un equipo, los viajes, ganar y perder. “Parece exagerado, pero hay un potencial en que los niños y las niñas puedan jugar juntos un deporte por excelencia en Argentina. Está ahí el cambio cultural que necesitamos, no podemos minimizarlo”, sostuvo Mayra, la mamá de un compañero de Ámbar. 

El torneo ya comenzó y va por la cuarta fecha, Ámbar continua con los entrenamientos, pero no le permiten jugar al igual que a sus compañeras, que ante esta medida decidieron pasarse a otros deportes. “La primera fecha que ellas decidieron ir todas, estaban sentadas en el banco y les dijeron que podían estar pero no con la ropa del club. No podían estar como jugadoras, lo que es muy fuerte”, remarco la mamá de Ámbar, que sufre viendo a su hija alentar al equipo detrás del alambrado. 

Ámbar no quiere faltar a los entrenamientos ni tampoco a los partidos, aunque no la convocan los fines de semana por ser nena. “A la larga va a haber consecuencias porque ella se pierde cosas que vive el grupo dentro del campeonato”, dijo Lorena. “Les están enseñando a los varones que por el solo hecho de serlo tienen el privilegio que su compañera no”, afirmó Mayra, que asegura también que para su hijo tiene más beneficios compartir la cancha con mujeres adentro y no alentando desde afuera. 

Ámbar ama el fútbol, tal vez en unos años sea la próxima Estefanía Banini y juegue en los clubes más importantes del país, traiga copas y gane mundiales. O tal vez no sea así y a los 14 años decida que quiere otra profesión. Pero hoy su sueño de ser futbolista está en peligro. Su derecho más elemental e innegable, el de jugar, está siendo negado. Ella lo tiene claro, como siempre, y se lo dice a todos: “Yo quiero competir”.

Informe: Mercedes Chamli.