El diálogo televisivo que mantuvieron Viviana Canosa y Laura Di Marco sobre la salud de Florencia Kirchner es un ejemplo perfecto de lo que es un acto de violencia política y pública.
La conversación que salió al aire por LN+ tuvo un nivel de crueldad y de pérdida de respeto tan evidente que aún aquellos comunicadores que suelen atacar de forma muy agresiva a Cristina, esta vez no hicieron causa común con Canosa y Di Marco sino que por el contrario, tomaron distancia y marcaron que se había traspasado un límite.
A esto justamente voy a referirme, a la lógica de la crueldad que subyace en los discursos donde se inventan motivos para explicar enfermedades -suele suceder con el cáncer pero también con los trastornos alimentarios y con tantas otras patologías- y donde se culpabiliza a quienes los sufren y a sus familias porque el origen siempre se explica en una actitud equivocada.
En redes sociales, en publicidades, en cursos “para sentirse mejor”, en charlas cotidianas es habitual leer o escuchar frases como “sé tu mejor versión”, “el origen de tu enfermedad está en tu historia personal”, “cuando comienzas a reír, comienzas a sanar”, entre tantas otras premisas similares que nos rodean y que muchas veces, nos abruman. No es casual.
De la mano del neoliberalismo, florece un tipo de discurso que propone un bienestar que sólo depende de la persona y de su entorno más cercano, excluyendo del análisis cualquier otro factor posible.
Según esta línea, un individuo debe sostenerse con sus propios recursos, dentro de una cultura “del bien” que lo invita a superar por sí mismo sus malestares. Una lógica imperante que indica que quien no logra el éxito y peor aún; quien no logra sanar, es porque en el fondo no quiso hacerlo. Con la perversidad que implica hacer responsable al que sufre de su propio padecimiento. Todo un acto de crueldad.
Vivimos bajo un paradigma que nos dice que somos responsables de todo lo que nos pasa. Que si alguien se enferma es porque no se alimenta o no descansa bien (como si el tipo de nutrición y cantidad de horas de sueño fueran siempre una elección), porque tiene relaciones “tóxicas” o bien cuestiones sin resolver (no hay ser humano en este mundo que tenga todo resuelto). Como si además, muchas de las enfermedades no pudieran sucederle a cualquiera y en cualquier momento de la vida.
“La felicidad, como promesa de vivir de una determinada manera, es una técnica para dirigir a las personas”, dice en este sentido la escritora y académica Sarah Ahmed, quien a través de sus libros plantea que la promesa de la felicidad en el sistema capitalista tiene el rol de ordenar el mundo, invisibilizando abusos de poder, desigualdades e incluso violencias cotidianas.
En este contexto se enmarca el diálogo de Canosa y Di Marco, cuando no sólo diagnosticaron a Florencia Kirchner sino que además encontraron la razón de su supuesta enfermedad, con una sabiduría que sólo ellas poseen y que no resiste el menor de los análisis: es hija de una mala madre.
Es que si algo le faltaba a este combo de prepotencia neoliberal en que los bien pensantes de la salud aconsejan siempre desde un pedestal cómo estar sanos y ser felices, es la carga de discurso de odio a la que sectores reaccionarios de la política nos tiene acostumbrados.
Hace veinte años que Cristina y su familia son violentadas de manera pública y sistemática por las estructuras más poderosas del país. En esta ocasión, ante la ausencia total de argumentación para la discusión política en serio, Canosa y Di Marco fueron por la salud, bajo la premisa machista y retrógrada de “la falta de nutrición materna”.
Inmersas en un discurso de odio pero también amparadas bajo este clima de época en el que los diagnósticos que pregonan “los bien pensantes” consideran que tanto el problema como la solución residen pura y exclusivamente en la persona y sus vínculos. Por eso ellas “saben” qué le pasa a la hija de la vicepresidenta y también tienen claro cómo se cura una enfermedad como la anorexia sin haber estudiado medicina.
Violencia política disfrazada de filosofía de libro de autoayuda, un nuevo capítulo en esta avanzada neoliberal que día a día nos lastima un poco más y nos deshumaniza.