Este fin de semana volví a engancharme con las series; o mejor dicho, me amigué con las plataformas digitales de contenido audiovisual. Había dejado de usarlas porque perdía demasiado tiempo buscando en cuál de todas las opciones estaba lo que quería ver. Si a esto le sumamos las claves diferentes para entrar en cada servicio y --al menos en mi caso-- que cada uno se comanda con controles remotos distintos, el resultado suele ser que para cuando encuentro lo que deseo, ya me dormí. Si bien no estoy de acuerdo con los monopolios, me parece excesiva la cantidad de plataformas: muchas veces una termina pagando para ver una sola propuesta interesante.
A unos cuantos nos pasó lo mismo con las plataformas: al inicio todo era mucho más simple con un Netflix con contenido diverso y buenas propuestas. Durante un tiempo fue líder indiscutible, pero cuando ya estábamos familiarizados, llegó HBO; después, Prime Video, Disney para lxs niñxs, Disney Plus para grandes, pero Star Plus para las carreras de fórmula 1. Como si el combo no estuviera completo, algunos le suman el abono de Youtube. Cuando te diste cuenta, tenés un gran presupuesto por mes destinado a todas ellas y no sabés qué ver. O al menos es lo que me pasó a mí. ¿No les parece que todo era mucho más simple cuando existía una sola opción? Sí, sé que es mucho más democrático y que siempre está la posibilidad de no consumir todo lo que nos venden, pero pienso que tanta oferta, al final, termina en un resultado que es poco ágil para lxs usuarixs, además de costoso.
Como les contaba al inicio, volví ¡y lo hice con todo! Me clavé dos series completas en el fin de semana. La primera que vi fueThe White Lotus, de HBO. Hice maratón de sus dos temporadas con dieciséis capítulos y me gustó mucho. La segunda fue Bronca, de Netflix (Beef su nombre en inglés) y en esta serie me quiero detener porque para mí tiene un planteo muy interesante y original. Sus escenas están llenas de gritos y de adrenalina y reflejan con mucha veracidad la ira desmedida que se vive en el mundo después de la pandemia y de los meses de encierro. Su trama, además, urge al espectador a ver el siguiente episodio. Hace tiempo que esto no me sucedía.
Bronca comienza con un conflicto de tránsito y el típico bocinazo como respuesta: algo que en la actualidad presenciamos con mucha frecuencia lxs porteñxs. La cosa se complica cuando uno de los conductores monta en cólera y comienza a perseguir al otro. La escena se construye con un realismo que eriza la piel y resulta mucho más inquietante cuando uno se entera de que estuvo inspirada en un episodio conflictivo que vivió su creador, Lee Sung Jin, en una autopista de Los Ángeles. Lee contó a la prensa que luego de una serie de gritos e insultos él decidió perseguir varias horas al otro conductor que era parte del altercado; el furioso trance le dio el estímulo para crear una de las series del año: una ficción sobre dos personas embotelladas en sus propias circunstancias, que están pasando por momentos difíciles en sus vidas y un simple altercado hace que despisten.
La historia interpela al espectador: nos enfrenta a nuestros propios fantasmas y a las batallas que libramos a diario en una sociedad cada vez más irascible. La violencia, la intolerancia, las frustraciones, la incertidumbre, una economía inestable, la inflación y una juventud que no ve un futuro en un mundo que descarta: todos son ingredientes de un cóctel que podría hacer estallar a cualquiera en cualquier momento. La serie está ahí para decirnos que el crujido está más cerca de lo que creemos.
La exclusión de ciertos sectores, el trabajo precarizado y los salarios por debajo de lo que cuesta vivir contribuyen a esta violencia desmedida instalada en las sociedades actuales, que dan más importancia a las apariencias que a los valores o a la formación como línea a seguir para lograr conquistas personales. Hoy el destrato y la mala educación son las armas que algunxs utilizan para separar su fracaso personal de un sistema que no da posibilidades de soñar con la casa propia y los típicos mandatos sociales. Entre tanto ataque, por ejemplo, a veces asistimos a la humillación del pobre para sentir superioridad. Son reflejos de la mediocridad de una clase perdida por la crisis social que alivia su fracaso y frustración aplastando al más débil. En este sentido, creo que lo que más me gustó de la serie fue la crudeza con la que presenta esto y el dilema que plantea para quien es espectador del drama, que se queda sin una clara respuesta.
Bronca evidencia que no existe un lado o el otro: todos somos víctima de un mundo capitalista donde la zanahoria nunca se alcanza.