Con sus canciones atmosféricas y etéreas –sobretodo instrumentales–, con su afecto e insistencia por géneros musicales que hoy podrían parecer ya muertos –el shoegaze, el post-rock– y, claro, por su nombre rotundo, aunque casual, las Fin del Mundo resultaron un soundtrack perfecto para el invierno pandémico. Así las bautizaron –sus fans, los periodistas– que se fueron amontonando a distancia cuando aparecieron con sus primeras canciones crepusculares en 2020, mientras ellas las veían crecer en las estadísticas, bien lejos de los escenarios. Quizás el impacto fue inmediato porque lejos de la claustrofobia de esos días feroces, esas canciones suyas, flotantes, libres y casi sin estribillos ni estructuras, parecían lo contrario: a uno lo hacían pensar más en la potencia viajera de un roadtrip para una carretera infinita que en el techo de una habitación. Con un pie en Buenos Aires y otro en la Patagonia argentina, con los poemas de Alejandra Pizarnik y de Alfonsina Storni que reinventaron para algunas de sus canciones y con sus paisajes sonoros sugestivos pero decididamente basados en paisajes naturales locales, las chicas le aportaron algo nuevo a esa música ensoñada y melancólica de otra era. Es más: las acercaron a la forma en la que esos géneros musicales siempre quisieron sonar ¿por qué no? Al fin del mundo, claro. “Crecí en Tierra del Fuego, el nombre remitía más al fin del mundo geográfico, pero después, apenas publicamos el primer EP, que fue en medio de la pandemia, el nombre tomó otro significado. Las letras de Lucía tienen que ver con paisajes de Chubut, de la playa, del lado que quizás no es el más conocido de la Patagonia: el desierto, el mar, el viento. Yo además viví en Río Grande, donde es un poco más extremo el clima. Cuando empezó el aislamiento, dije, bueno, yo casi ya viví esto. Los inviernos ahí eran casi un aislamiento por el clima, no se podía hacer muchas cosas afuera y por eso muchos teníamos bandas desde chicos, había que inventar cosas dentro de la casa”, cuenta Julieta Heredia, guitarrista de la banda.
Fin del Mundo nació en 2019, compuesta por Heredia en guitarra, Lucía Masnatta en guitarra y voz –ambas crecidas en la Patagonia argentina–, Julieta Limia en batería, y Yanina Silva en bajo. Las cuatro tocaban en bandas desde la adolescencia, y algunas de ellas, ya se habían encontrado integrando algunas de la escena independiente local como Temporada de Tormentas, Boedo, Nadar de Noche o Penny Peligro. Con sus dos Ep, uno homónimo y uno titulado La ciudad que dejamos, se han ido abriendo espacio a caballo entre la escena indie y otra más vinculada al rock. Por ejemplo, este mismo domingo debutan en un escenario grande, el de Teatro Vorterix, en un Festival donde acompañan a Las Ligas Menores, pick del indie argentino de la segunda mitad de este siglo, pero su siguiente concierto a lo grande será teloneado a una de sus bandas favoritas, Eterna Inocencia, una banda de hardcore punk de los 90. Dos escenas que se podrían pensar en colisión. “Es un tipo de música al que está re bueno sumarle mujeres, porque hay pocas. Yo lo re quería llevar para el lado del emo, del post-rock, donde no hay muchas chicas tocando, creo que no hay porque también hay que animarse. Si lo pensamos, no hay una sola banda compuesta enteramente por mujeres en estos géneros. Tampoco es un género en auge, como sí otros que inclusive revivieron. El emo, el math y el post-rock han ido en decadencia. Son géneros instrumentales, por ahí son más aburridos, bueno, no se, para mí es lo más divertido del mundo”, se entusiasma Limia. El resultado efectivamente es muy llamativo y es verdad que cuesta pensar en otras bandas formadas enteramente por mujeres que decidan explorar esas canciones. Pero son canciones que crecieron escuchando las cuatro chicas, que están a la mitad de sus 30, que fueron adolescentes en los ‘90 y que habitan en el espacio liminal donde colisiona la educación sentimental a través de formatos físicos y las posibilidades que hoy da el mundo digital y las redes sociales.
De todos esos géneros que ya parecían muertos –cuando primero el género urbano y luego la pandemia y sus coletazos prometía terminar con las bandas– ellas han hecho un caldo de cultivo. “Incluso ahora viajamos y nos dicen ¿Pero cómo no trajeron cassettes? Y nosotras… ¿cassettes?”, se ríen las chicas. Ahora no solo tienen cassettes sino que, debido a su rápida expansión, este año se edita en Argentina, Perú, Chile y España un vinilo que contiene a cada lado sus dos EP –unidos por un hilo conductor– mientras ellas se deciden a grabar su primer disco de larga duración en el que trabajan por estos días. “Para el primer EP pensamos en un viaje, una ruta, en el desierto, las playas del sur, los lugares donde nos ubican las letras de las Lucia, que sin ninguna duda son del sur patagóico. El segundo EP es sobre una chica que deja una ciudad, que también puede referir a las chicas que han dejado sus ciudades para venir. El desarraigo, el cambio de amigos, lugares, paisajes. Pero también todo siempre está ligado a la naturaleza, es nuestra esencia, a la introspección en una situación de naturaleza, el estar enfrentado a algo tan inmenso con el mar, por ejemplo. El segundo EP además es sobre una ciudad tomada por la naturaleza pero vacía”, explica Silva.
El fin del aislamiento y el regreso a los escenarios encontró a las Fin del Mundo con sus dos EPs pequeños y un hambre voraz por tocarlos en vivo. La visita de KEXP –la radio con base en Seattle– a Buenos Aires, justo a tiempo para el regreso a los conciertos, las encontró a ellas listas para salir a la luz. Y después de ser seleccionadas entre cientos de bandas locales, se convirtieron, de hecho, en la banda más escuchada del programa en su edición argentina. Su sesión filmada en el Centro Cultural Kirchner viaja por internet con más de 700 mil visitas, cosa que las ha ayudado a generar un pequeño culto en Latinoamérica y en otros parajes (se ríen sorprendidas, con los ojos enormes, contando que en Australia religiosamente una oyente les deposita dinero por simple afecto de fan). “Hacemos la música que crecimos escuchando. Nuestra premisa siempre fue tocar la música que nos gusta. Creo que simplemente hicimos algo genuino, sin esperar mucho más”, dice Heredia. “Pero además, estamos todo el tiempo pensando en esto... nunca no estamos hablando de la banda”, agrega Limia, y casi responden todas a coro: “¡Re pesadas!”
Fin del mundo tocan hoy en el Festival Nuevo Día, desde las 16 en el Teatro Vorterix, Av. Federico Lacroze 3455