Como parte de la sección dedicada a la música de la actual edición del Bafici, este sábado a las 23, en el teatro Astros, se estrenará Tequila: sexo, drogas y rock and roll, de Álvaro Longoria. En la pizzería que está cruzando corrientes, uno de los protagonistas del rockumental le sugiere a Página/12 ir al fondo del local y él mismo elige la mesa con el número 69. Pese a que ayudó a escribir uno de los capítulos más fascinantes del rock español, el músico argentino Alejo Stivel es un ilustre deconocido entre sus compatriotas. “Es la primera vez que vengo a actuar”, revela con una sonrisa propia de lo inverosímil. “Un amigo suele decirme que soy el eslabón perdido del rock nacional”.
Poco luego de que la dictadura militar tomara el poder, tanto la familia de Stivel como la de Ariel Rot decidieron instalarse en la España de la Transición. Un año antes había fallecido Francisco Franco, quien había dejado una sociedad sumida en el oscurantismo cultural. A la dupla, junto a otros tres músicos madrileños, se le debe el haber inyectado de technicolor a la primavera democrática de la nación europea a punta de rock and roll. Mientras Tequila revolucionaba el otro lado del Atlántico, con los Rolling Stones y la escena argentina como pilares de su propuesta, acá su historia pasó inadvertida. “Nuestros padres estában en las llamadas ‘listas negras’, por lo que al ver nuestros apellidos en los discos los rechazaban”, explica. “Luego de que se separó la banda, me dediqué a producir. Se me pasó el momento y no hice aquí nada”.
Si bien el grupo del que Stivel era compositor y cantante estuvo en actividad entre 1976 y 1983, luego experimentó dos reuniones. La última de ellas se produjo entre 2018 y 2021. Es por eso que el artista de 64 años aprovechó la invitación del Bafici para armar una banda con la que tocará los clásicos de Tequila. El primer show sucederá el jueves 20 a las 22 en la sala Humboldt (Humboldt 1358) y el otro sucederá el sábado 22 en el Teatro Astros (Av. Corrientes 746), una vez que termine la proyección de la película. “Es ahora o nunca la ocasión para tocar”, afirma. “Con Tequila nos despedimos hace un año con un concierto muy grande en Madrid. Ahora cada uno está por su lado. La idea de la película fue de Alvaro Longoria, que era muy fan nuestro cuando era jovencito. El hizo el documental con una pluma ligera y fina”.
-¿Qué sentiste cuando viste el documental terminado?
-Yo soy parte de la producción del documental, por lo que estuve en el proceso. Pero sí es cierto que cuando lo pasaron en el Festival de San Sebastián, que fue la primera que lo vi en una sala con público, me emocioné.
-¿Cuál es el lugar que ocupa hoy Tequila en el imaginario español?
-Fuimos una banda muy popular y masiva. Vendimos millones de discos y tocamos en lugares gigantes. Si bien éramos transgresores, nuestra propuesta no tenía nada que ver con el punk. La transgresión tenía más que ver con que proponíamos la evasión y la fiesta en una época post dictatorial.
-¿Podés adelantar los tópicos que aborda la película?
-El título te lo dice todo: sexo, drogas y rock and roll. Todo eso lo vivimos a full, en un 120 por ciento y en un tiempo muy comprimido. Fue una locura. Yo dejé el colegio para irme de gira con una banda de rock de amigos. Le recomiendo a todos los adolescentes que hagan eso. A pesar de que hoy se consumen más el trap y el reggaetón, hay jóvenes descarriado que aún apuestan por el rock. No todo está perdido.
-Ustedes fueron escuela para el rock español.
-No era lo que teníamos planeado, pero el destino quiso que pudiéramos ofrecer una propuesta necesaria en ese momento. Acabada la dictadura, la gente necesitaba olvidarse de la represión, liberarse y soltarse. Allá se vestían de gris y de marrón, y nosotros nos propusimos concretamente vestirnos de forma colorida. Eso impactó, al igual que nuestra actitud ganadora. Llegamos pensando que íbamos a ser estrellas.
-¿Cómo conociste a Ariel Rot?
-Su padre y el mío trabajaban en el diario La Opinión, y un día fui con mi mamá al Gran Rex a ver a Paco Ibáñez. Y Ariel fue con su mamá y con su hermana. Cuando estábamos en el lobby, nuestras madres arreglaron para que nosotros tres nos sentáramos juntos. A partir de ahí, nos hicimos muy amigos, hasta que un día empezamos a componer. Tocábamos en garajes de amigos. Cuando ambas familias decidieron irse juntas a España, él y yo nos propusimos hacer música de manera profesional.
-¿Y qué consumían?
-Aparte de marihuana y unas pastillas que nos daban en el colegio que nos producían un colocón, yo iba a ver a Pescado Rabioso, Manal, Pappo y la Pesada del Rock and Roll. Eso, más los Beatles, Dylan y los Kinks fueron las bases de nuestro sonido. Pero lo que más nos impactó fue cuando los Rolling Stones sacaron “It’s Only Rock ‘N’ Roll”. Nos demostró que no había que ser un virtuosos para tocar rock. Llegados a España, coincidimos con la new wave y el punk, que terminaron confirmando eso.
-¿Cómo respondía la escena española ante una manera de cantar y componer muy propia del rock argentino?
-Les encantó, a tal punto de que éramos súper stars. A nosotros se nos considera un grupo español. El hecho de que hubiera dos argentinos era sólo una acécdota.
-Moris también estaba allá en esa época.
-Era nuestro ídolo. Nos hicimos amigos y terminamos siendo la banda de acompañamiento de su primer disco en España, Fiebre de vivir.
-En tres de sus cuatro discos de estudio incluyeron covers del rock argentino. De hecho, en España se cree aún que “Las vías del ferrocarril” y “Míster Jones” son de su autoría.
-Era una especie de cábala para nosotros incluir temas clásicos del rock argentino. Queríamos compartir nuestra formación con el público español.
-Su sonido estaba notablemente influido por los Stones. ¿Son pioneros del rock rolinga?
-Siempre digo que no somos rolinga, sino más bien “stoneanos”. A los rolingas los veo más como algo más barrial, una tribu urbana.
-A pesar de su éxito, no llegaron a formar parte de ninguna escena. No pertenecían ni siquiera a la entonces incipiente Movida madrileña.
-Las nuevas generaciones siempre tratan de romper con las anteriores. Lo curioso de la Movida es que allí había gente incluso mayor que nosotros. Lo que pasa es que éramos muy precoces. Arrancamos cuando teníamos 17 o 18 años.
-Cuando se separó Tequila, Ariel se lanzó como solista y luego estuvo en Los Rodríguez. ¿Vos por qué no seguiste cantando?
-Estaba saturado, tras esos seis o siete años. Casi no tuvimos un día libre. Si no estábamos haciendo discos, estábamos haciendo promoción, tocando, ensayando o componiendo. Hicimos cuatro discos en ese periodo. Necesité un tiempo para drogarme, beber y salir hasta las 8 de la mañana. Eso lo hice durante dos años. Cuando se me acabó el dinero, decidí volver a hacer algo.
-¿Qué hiciste?
-Las disqueras no me atendían el teléfono. Tenía 25 años y me trataban como a un viejo rockero jubilado. Me dediqué de lleno a hacer jingles para publicidad y de a poco empecé a producir discos. Produje más de 250 discos (destaca 19 días y 500 noches, de Joaquín Sabina), que en total vendieron unas 10 millones de copias. Como me lo pasaba bien, no tenía ganas de cantar.
-¿Y en qué andás ahora?
-Centrado en mi carrera de cantante. Ahora estoy preparando mi gira para el verano, y saqué mi nuevo single hace un mes y medio.
-¿Hiciste las paces con tu pasado en Tequila?
-Estoy muy orgulloso. Como no terminé el secundario, siempre digo que mi universidad fue Tequila. La universidad del rock and roll. Ahí aprendí todo lo que sé.