Blanca Varela es una poeta que no se complace en sus hallazgos ni se embriaga con su canto”, escribió el mexicano Octavio Paz sobre la gran escritora peruana, contemporánea suya, cuya Poesía Completa (1949-2000) acaba de publicarse en la Argentina, por primera vez.

Las cosas que digo son ciertas es el título de esta obra envolvente, contenida y explosiva, cuchillo y herida en simultáneo. Se trata de una coedición entre Caleta Olivia y Gog & Magog que incluye la escritura lírica de los volúmenes Ese puerto existe, (1949-1959), Luz de día (1960-1963), Valses y otras falsas confesiones (1964-1971), Canto villano (1972-1978) Ejercicios materiales (1976-1993), El libro de barro (1993-1994), Concierto animal (1999) y Falso teclado (2000).

“Es el primer trabajo compartido entre las dos editoriales. Surgió de la necesidad de traer y difundir a una poeta contundente como Varela, dado lo poco que circuló acá porque si bien algunos de sus libros se leyeron no eran accesibles”, dice a Las12 Pablo Gabo Moreno, poeta y creador de la editorial que lleva el nombre de su localidad de origen, en Santa Cruz.

El poema que le da título al volumen Las cosas que digo son ciertas dice en uno de sus versos: Todo es perfecto. Estar encerrado en un pequeño cuarto de hotel, estar herido, tirado e impotente, mientras afuera cae la lluvia dulce, inesperada. “Me gusta el tono de ese verso, de afirmación sin altisonancias, de manifiesto sin réplica ni exigencias”, señala la escritora María Negroni en la contratapa.

“Para mí la poesía es respiración y silencio. Esto último es muy importante porque en ese silencio debe haber cosas que tienen que quedar en el alma del lector”, escribió Varela, quien le otorgó a la soledad una trascendencia simple y aguda, construida con un gran abanico de texturas.

La tapa del primer libro que co-editan Gog & Magog y Caleta Olivia, dos de las editoriales de poesía más importantes de nuestro país.  

Una poética sin estridencias

Varela fue una de las más grandes poetas latinoamericanas de la segunda mitad del siglo pasado. “Su poética no tiene conjeturas, se afirma en la inmediatez de una mirada rigurosa y moderna para la época”, aporta el editor de Caleta.

Fue reconocida con diversas distinciones: la Medalla Internacional Gabriela Mistral y el premio Octavio Paz de Poesía y Ensayo. En 2006 también fue galardonada con el Premio Internacional de Poesía García Lorca y ese mismo año obtuvo además el Premio Ciudad de Granada. Dos años antes de su muerte recibió el Premio Reina Sofía.

Para que Las cosas que digo son ciertas llegue a las librerías, la narradora y poeta Vanina Colagiovanni, de Gog & Magog, trabajó casi tres años. “Es una de las mejores editoras contemporáneas. Tuvimos un vínculo extraordinario. Su mirada, su experiencia y su gran capacidad de trabajo hizo que sea la persona adecuada. Se encargó de revisar el texto que nos entregaron los herederos y luego fue ensamblando todo el contenido”, destaca Moreno de la autora de la reciente biografía de la poeta argentina Juana Bignozzi, Todo se une con la noche.

Es tan aguda la voz del deseo/ que es imposible oirla/ es tan callada la voz de la verdad/ que es imposible oírla, dice Varela en este compendio de emociones que encuentra su armonía entre las imágenes y el pensamiento.

Su tono es directo, a veces irónico, sin exceso y consciente de sus límites. La paradoja y el claro oscuro son otros de los recursos habituales en sus textos: No sé si te amo o te aborrezco/ como si hubieras muerto antes de tiempo/ o estuvieras naciendo poco a poco/ penosamente de la nada siempre.

Varela nació en Lima en 1926 y murió en 2009. Sucesivas generaciones de su familia se dedicaron a la escritura, la música y la pintura. Conoció a su esposo, el artista plástico Fernando de Szyszlo, en la universidad de San Marcos, donde ella estudió Letras y Educación. Tuvieron dos hijos, Vicente y Lorenzo. Viajaron juntos a París donde conocieron a Octavio Paz, quien se convirtió en su guía, un impulsor de su escritura y el enlace con el círculo literario de la ciudad francesa.

Amiga de Simone, periodista, crítica

La poeta conoció en la plenitud del existencialismo a Simone de Beauvoir y Jean Paul Sartre y la autora de El segundo sexo y La mujer rota se convirtió en su amiga y confidente. Solía decir que en Simone encontró una escucha especial, alguien con quien compartir en la intimidad intereses comunes. Más adelante, el matrimonio peruano estuvo en Florencia y vivió tres años en Washington DC donde Blanca trabajó como periodista y traductora hasta regresar en forma definitiva a Perú. En el semanario de actualidad Oiga escribió reseñas de películas que luego fueron reunidas en el libro Cine: opinión y chisme por Cosme, el seudónimo que adoptó como crítica. También integró el comité de redacción de la revista de artes y ciencias Amaru.

Los primeros versos de la poeta fueron inspirados por el mar y su tierra. Luego se extendió a otros paisajes, temas cotidianos y la existencia en general. Sus composiciones más crudas y bellas las produjo al morir su hijo Lorenzo en un accidente aéreo de 1996, en Arequipa. “Me he quedado huérfana”, dijo. “La poesía, el amor y la muerte conviven en otra dimensión”.

La concisión y la simpleza son otras características de sus versos, como un modo de trascender cualquier eventual hermetismo: Digamos que ganaste la carrera y que el premio era otra carrera/ que no bebiste el vino de la victoria sino tu propia sal/ que jamás escuchaste vítores sino ladridos de perros y que tu sombra tu propia sombra fue tu única y desleal competidora se definió en su Currículum Vitae.

Así sintetizó Varela la tarea del artista: “Yo creo que la labor más terrible que tiene el arte es hacer de un poema, una novela, un cuadro, un objeto, algo que pueda identificarse de tanta cosa fragmentaria que es la vida. De tantas pequeñas sensaciones, de tantos olvidos, de tantos disfraces”.

En los últimos años, el ingreso de sus textos en las carreras de Escritura de distintas universidades y la admiración de sus colegas están ampliando los márgenes de su público lector. Encontrarse con la poeta peruana, dice Negroni “es un acto que puede consolarnos de todo lo que nos deja ausentes a nosotras, de nosotras mismas”. Las cosas que digo son ciertas es una valiosa oportunidad para sumergirse en esa dimensión de niebla y esplendor. La primavera es breve a ambos lados del camino.