Una vez más, el Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires presentó, con su remanida y un tanto mellada espectacularidad, una nueva campaña publicitaria con el propósito de promover la candidatura presidencial de H. R. Larreta. A “La transformación no para” y “Con educación, hay futuro” le agrega ahora “Brazos Abiertos”. Lejos quedó el inverosímil spot de lanzamiento apoyado en la metáfora del faro patagónico que todo lo ilumina. No funcionó esa forzada construcción simbólica de presentar a Larreta como un dirigente nacional, capaz de unir a toda la Argentina tras la luz de sus reformas estructurales neomacristas, sazonadas con frases hechas como: “yo lo que prometo lo cumplo”. Sus infalibles equipos de comunicación le erraron fiero. Será por eso que persisten, retomando la vieja estrategia de publicitar y embellecer a puro marketing la ciudad, para que sean los y las habitantes de todo el país quienes le abran los brazos al Jefe de Gobierno. Seguramente si en Jujuy, Santa Fe o Tierra del Fuego supieran que Larreta, siguiendo los pasos de su mentor Mauricio, gasta en publicidad oficial 26 millones de pesos promedio por día rápidamente desconfiarían de tan rimbombante bienvenida. Es como si les dijeran “vení que te quiero abrazar, mientras me gasto todos los días 26 palos para seducirte”.
Pero la payada marketinera continúa con pertinacia: “además de ser un acto de bienvenida, es un símbolo de apertura, de inclusión, de cariño, de unión”, versa la nueva campaña publicitaria en la página oficial del GCBA y más aún: “siempre tenemos los brazos abiertos, al disfrute, la cultura, la educación, la salud, las obras, la gastronomía, la diversidad, la innovación - para que - cada persona que vive, trabaja, estudia o nos visita, sienta que la Ciudad se abre a ellos y tiene los Brazos Abiertos para que todo suceda”. Como vemos, los creativos no se privaron de nada. Se presentan como si recién llegaran, soslayando que la fuerza que administra la ciudad hace más de 15 años es la que siempre cuestionó el uso de los hospitales públicos por parte de ciudadanos bonaerenses.
Las políticas del gobierno de la derecha porteña han sido consecuentes en sostener un rasgo que emerge de su ideología: hostilidad, insensibilidad e incluso crueldad, particularmente hacia los núcleos más humildes, las minorías y las organizaciones sindicales, como las de docentes. La educación y salud públicas están crónicamente desfinanciadas, porque la falta de vacantes y de escuelas es otra realidad que desnuda un rasgo inhumano, como también su propensión a llenarnos de monstruosos edificios, quitando el verde, el aire, el cielo y la luz. La Buenos Aires propagandística de los “brazos abiertos” es engañosa. El modelo de Larreta es excluyente y por más que los brazos estén abiertos, las puertas a una vida digna están cerradas, no solo para los sectores más humildes, sino también para la clase media y, particularmente, la juventud, que sufre la ausencia total de políticas de vivienda, con la instalación de una política impositiva que grava pequeños propietarios y comercios, y el desentendimiento para ayudar a los vecinos en los momentos difíciles, como ocurrió en la pandemia.
A pesar de los monstruosos edificios que quitan el verde, aire y cielo, seguramente a quienes pretendan vivir en la ciudad les será muy difícil alquilar, a pesar de que existen 186 mil viviendas vacías. En paralelo con esta nueva campaña Larreta lanza un paquetito de medidas para inquilinos que no resuelve nada. Una de ellas, la de los seguros de caución como reemplazo de garantía está disponible hace un año, aunque ahora se presente como novedosa. Parecido a las 54 escuelas fantasmagóricas que todos los años Larreta anuncia como nuevas, pero que nadie encuentra, ya que con el agregado de un aula o una mera reforma se presenta como si fuera un edificio nuevo. La vivienda es uno de los problemas más graves y complejos, por lo tanto debería abordarse con políticas públicas integrales de largo plazo. Claro que para desplegarlas, el alcalde ingresaría en una zona de contradicción insalvable, ya que tendría que enfrentarse con los núcleos comerciales del capital especulativo de la construcción, desarrolladores capitalistas y propietarios de decenas o centenares de departamentos, todos ellos asociados a sus políticas.
Como viene ocurriendo hace unos años, la educación se ha transformado en un instrumento de propaganda del gobierno porteño. Presentándose como “educadores modernos” aplican medidas contra la educación pública colocándose en un lugar histórico no solo pre peronista sino pre sarmientista. Tras la supuesta modernidad despliegan una política primitiva en función de privilegiar las necesidades empresarias. La última novedad es el anuncio de una reforma del nivel primario que no hace más que achatar la base de conocimientos para los niños y niñas de la escuela pública. Lo cual vuelve a revelar un rasgo ya conocido: un fuerte impulso para generar transformaciones radicales del sistema educativo con nombres modernos, en desmedro de lo público y la calidad educativa. Un modelo tecnocrático, mercantilista y autoritario presentado como un cambio progresista.
En su apertura de sesiones en la legislatura, el Jefe de Gobierno hizo una importante confesión: “la educación es el camino a la libertad individual”. No hay libertad individual. Justamente este atributo esencial de la vida debe ser el fruto de un proyecto y una actitud colectiva y solidaria de todos los integrantes de la comunidad, tanto educativa como del conjunto del pueblo. Esta es la idea de libertad que imaginaron los fundadores de la patria, libertad asociada a la igualdad. A un proyecto de nación como colectivo social. Brazos abiertos de verdad implicaría la inclusión de todos los ciudadanos y ciudadanas porteñas a servicios públicos eficientes y accesibles, una política auténtica de mejora y protección del medio ambiente, que distribuya el inmenso presupuesto con una mirada de ciudad cooperativa, solidaria y convivencial, y que integre las múltiples diversidades del pueblo de nuestra ciudad.