Hace poquito más de una semana, el 11 de abril, se cumplió el 195 aniversario de Bahía Blanca. Existió el temor de no llegar a celebrarlo, porque se preveía una invasión alienígena y la consecuente extinción de la humanidad para el 23 de marzo, como había anunciado desde su cuenta de Tik Tok el viajero del tiempo Enio Alaric. En esos días los que cazas estadounidenses estuvieron derribando ovnis que sobrevolaban su territorio, China aclaraba que no tenía nada que ver, y el general al mando del Comando Norte de la Fuerza Aérea de los EEUU, Glen D. Van Herck, declaraba: no descartamos que se trate de naves extraterrestres.
Pero algo falló, los extraterrestres finalmente desistieron, o reprogramaron. Los ovnis abandonaron el espacio aéreo estadounidense de manera tan enigmática e instantánea como lo habían ocupado, y en Bahía Blanca celebramos un nuevo aniversario más o menos con los mismos discursos de gloria mundial inminente a los que está llamada la ciudad desde fines del siglo XIX.
Como Bahía carga con la frustración de no ser la capital de provincia que entre fines del XIX y principios del XX se señalaba como su destino (obviamente inminente), los bahienses cada tanto sumamos un rótulo que nos convierte en capital de algo. El más notorio y con reconocimiento unánime es el de Capital del Básquet, el último, en la estela de la onda discursiva que dice que Vaca Muerta es la solución (inminente) a todos los problemas argentinos, es el de Capital de la Energía. Pero hay un título olvidado de las décadas del 60 y 70. Antes de que Capilla del Monte, en Córdoba, tuviera su Festival Alienígena y recibiera miles de visitantes por año; antes de que Victoria en Entre Ríos abriera las puertas del Museo del Ovni, Bahía Blanca fue la Capital Nacional de los Ovnis.
El comienzo
Mayo del 62 fue el comienzo, con ocho casos de avistajes en apenas diez días. Uno de esos avistajes se da en la base aeronaval Comandante Espora mientras autoridades militares se encontraban aguardando la llegada de una misión militar estadounidense. Pero hubo avistajes para todos los gustos, al punto que La Nueva Provincia tituló en su portada del lunes 21 de mayo “Un domingo con platos voladores”, como si se tratara de un plan de diversión para toda la familia.
Un rumor corría en ese entonces: en mayo del ‘62 un ovni se había estrellado cerca de la base Puerto Belgrano y personal militar recuperó la nave y los cuerpos de visitantes de otro planeta que iban a bordo. Los restos de la nave y los cadáveres de los alienígenas fueron entregados a enviados del gobierno de los Estados Unidos.
Después hubo un parate y hubo que esperar diez años para uno de los casos más resonantes: en octubre de 1973 el camionero Dionisio Llanca salió de Bahía Blanca hacia Río Gallegos, paró a cambiar una goma en cercanías de Villa Bordeu, cuando se le apareció un ovni y vio a tres seres, que lo paralizaron y le extrajeron sangre. Días después fue interrogado por un equipo de Fabio Zerpa y ocho médicos. Llanca padecía amnesia tras el encuentro. Lo sometieron a hipnosis e inyecciones de pentotal, la droga de la verdad. Hoy, tras medio siglo, dice que pasó por "terribles sufrimientos", pero no ocasionados precisamente por los extraterrestres. Con las inyecciones de pentotal su vida "fue un calvario, pensé que me moría, la piel se me hacía como escamas de pescado y se me caía". Agregó que "me llevaban al consultorio y me ponían el suero cada dos o tres días. Era el mayor de los sufrimientos. Las inyecciones eran tremendas"
Hay otro caso que involucra a la la Base Naval Puerto Belgrano, de septiembre del 78, cuando la tranquilidad de la guardia se vió interrumpida por un mensaje en el que alertaban que la base estaba siendo atacada. Seis soldados y un oficial y suboficial de guardia se trasladaron rápidamente al lugar en una camioneta, y realizaron disparos contra lo que los mismos soldados definieron como "una calesita, con una luz azul celeste muy fuerte". Militares disparando contra una calesita en 1978 era una imagen que no necesitaba tampoco de extraterrestres para que fuera posible.
La abducción
Por último el caso que eleva el nivel, porque se trata de una abducción: el de la noche del sábado 4 de enero de 1975 en el que un haz de luz elevó al mozo y trabajador ferroviario Carlos Alberto Díaz, y lo llevó a un plato volador con forma ovoide. Acá debo decir que la información del hecho se mezcla con mis recuerdos, porque Carlos Díaz es mi tío, y además el héroe de mi infancia: ¿quién más puede decir que su tío estuvo en Saturno? Para mí fue un acontecimiento que iluminó mi infancia, para mi tío no fue tan traumático como para Llanca, pero tampoco fue un paseo.
El tema es que si Bahía Blanca pareció ser el epicentro del interés de los seres de otros planetas por los humanos y la tierra en los 60 y 70, la fiebre de los humanos por la vida extraterrestre era global, y, al menos desde la transmisión radial de Orson Welles de La Guerra de los Mundos en 1938 que desató una ola de pánico en los EEUU, alimentaba a la cultura de masas desde dos perspectivas distintas. La primera decía que los extraterrestres invadirían la tierra y terminarían con nosotros, como lo mostraba La Guerra de los Mundos, o las figuritas coleccionables Marte Ataca. Tenía variantes sutiles y aún más atemorizantes como que los extraterrestres ya estaban entre nosotros sin que pudiéramos darnos cuenta, conspirando para hacerse del poder del mundo libre. Tanto en Los Invasores como en El Capitán Escarlata, había paranoia para todas las edades.
La segunda perspectiva era que los extraterrestres venían en son de paz, en búsqueda de conocimiento, y con intenciones de proteger a la humanidad. Este optimismo se reflejaba en Encuentros Cercanos del Tercer Tipo como en Mork y Mindy, en versión drama y comedia. En cualquiera de las perspectivas, se dejaba leer la guerra fría entre EEUU y la Unión Soviética, desde la perspectiva norteamericana.
Desde estas pampas, Oesterheld había desarrollado con El Eternauta una mirada en que se jugaba una lectura antimperialista, sobre todo en la versión que hace con Breccia en 1969, pero eso también flotaba en el aire en los rumores. Por ejemplo, en los avistajes que se habían dado en la Base Aeronaval Comandante Espora días antes de militares norteamericanos, o en la rumoreada entrega del ovni caído en Puerto Belgrano al gobierno norteamericano.