Miles de tipologías de gramíneas de los Estados Unidos y de América Latina se conocen gracias a Mary. Guardiana de saberes, dibujaba con detalle erudito lo que los hombres de ciencia iban a clasificar y publicar; la ilustración científica era casi la única puerta que la academia del siglo XIX y principios del XX les abría a las mujeres

A pesar de la puerta entornada Mary era definitivamente una agrostologista (rama de la botánica que estudia los pastos, las gramíneas) notable, rigurosa y una de las más importantes del mundo. Empezó a recolectar pastos y a dibujar filamentos y pistilos como suelen hacerlo la mayoría de las botánicas, con el saber curioso de la infancia y una vocación de herbario propio en los bolsillos de la ropa. Como su papá murió cuando ella tenía dos años conseguir un trabajo fue la opción primera cuando terminó la escuela y lo hizo siendo correctora de textos, hacía con las palabras lo mismo que hacía con las plantas, no perdía de vista sus detalles. 

En uno de los diarios en los que trabajó (School Herald) conoció William Ingraham Chase con quien se casó a los diecinueve años. Antes de cumplir las bodas de papel William murió y la joven viuda no volvió a casarse. El recorrido herbáceo que nunca abandonó lo completó junto a botánicos como Ellsworth J. Hill y Albert Spear Hitchcock. Con Hitchcock trabajó más de veinte años, compartió publicaciones, colaboró en sus libros y lo sucedió en el cargo cuando murió en 1936. Fue asistente de botánica en el Museo Field de Historia Natural de Chicago y en la división de plantas forrajeras del departamento de Agricultura en Washington DC. 

En 1907 hizo su primer viaje como coleccionista, llegó a México y años después a Puerto Rico y a Brasil donde recolectó más de 20.000 muestras en zonas inhóspitas ignoradas hasta por los botánicos y escaló el Monte Itatiaia. Cuando ya estaba jubilada viajó a Venezuela y seleccionó más de cuatrocientos tipos distintos de gramíneas. ¿Quién podía poner en duda a estas alturas sus publicaciones científicas? Los manuales de gramíneas solo estaban completos si Mary y sus ilustraciones habían pasado por ahí. Hacedora verde de nombres y de retratos, sus escritos son la base y definitivamente también la guía para desarrollar la investigación taxonómica de las gramíneas de toda América. 

Como suele ocurrir con los reconocimientos tardíos, pocos años antes de morir un honoris causa (Universidad de Illinois) buscó expiar mezquindades y se sumó al reguero de medallas y reconocimientos que le otorgaron sociedades botánicas del mundo. Clasificar plantas, dibujarlas y entrar por la ventana a la ciencia institucional es un don y una fuerza poderosa que las botánicas suelen compartir y hermanar con la defensa de los derechos de las mujeres

Mary no fue la excepción, la mujer de las gramíneas, sufragista apasionada, fue una voraz luchadora por los derechos civiles de las mujeres, de las minorías desplazadas y arte y parte de “Centinelas del silencio”, un grupo de mujeres que luchaban por el voto en los Estados Unidos. Estuvo presa varias veces (se negaba a pagar la fianza que buscaba callarla y distraer para olvidar) por ser parte de esa lucha, por acompañar a Alice Paul y por quemar frente a la Casa Blanca discursos presidenciales que repetían la palabra libertad en un país donde las mujeres no votaban. Botánicas abundan dicen las genealogías verdes, solo hay que salir a encontrarlas, están ahí, en las causas justas que la tierra reclama.