Naomi Braine y Lucía Berro Pizzarossa son investigadoras y activistas aborteras, ambas viven en Estados Unidos y, a nueve meses de la revocación por parte de la Suprema Corte de Justicia de ese país, del fallo Roe vs. Wade (que anuló el caso histórico que garantizaba el derecho al aborto desde 1973) hacen un mapeo de la situación y cuentan cómo miran desde allá a las redes feministas latinoamericanas.
Lucía vive actualmente en Washigton D.C. y recuerda que aquel 24 de junio de 2022, vio frente al edificio de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos a cientos de personas enardecidas que rezaban con altoparlantes. Es abogada y activista con la organización Women help women y con la red Abortion without borders (Abortos sin fronteras). “Ese día hubo protestas con mucha gente en la calle pero al mismo tiempo celebraciones de grupos conservadores que estaban ahí mismo. Ya no había carriles separadores de protesta y contraprotesta, ahí estábamos todos juntos y se sentía un ambiente complicado, difícil y denso.” Y agrega: “La revocación del fallo devuelve soberanía a los Estados, sin embargo, fue entendido como que caía el acceso, entonces frente a esa incertidumbre jurídica hubo interpretaciones conservadoras”. Naomi es socióloga y trabaja como profesora e investigadora en la Universidad de la Ciudad de Nueva York. Su trabajo se enfoca en género y en la intersección de movimientos de base, justicia social y salud pública.
¿Qué perciben ustedes en los ámbitos donde interactúan sobre cómo se resuelven los abortos después de la revocación de este fallo?
Naomi: -Desde hace mucho tiempo hay en Estados Unidos, Fondos de Aborto. Esas organizaciones funcionan más brindando acompañamiento y entonces ofrecen cuidados de niños, apoyo con viajes y coordinación de servicios, desde una perspectiva que mezcla organizaciones civiles y políticas. Ya eran centrales incluso antes de que cayera el fallo. Por eso, hay caminos similares para buscar información. No quiero pintar una imagen buena sobre la situación pero hay estructuras activistas y feministas que todavía funcionan incluso en los Estados más restrictivos. Eso es importantes porque los Fondos de Aborto funcionaban ya como primer punto de contacto para muchas personas. Además hay dos o tres sitios web que están disponible con información para todo el país. Hay un menú con información sobre todos los Estados. No se ofrece una comunicación, es decir no hay un número donde llamar y hablar con una persona para compartir miedos pero sí se puede encontrar información disponible.
Lucía: -Lo que yo he visto es que en clínicas de Estados donde se mantuvo la posibilidad de acceder a un aborto, se ha aumentado la cantidad de personal, se ha extendido el horario de atención y, desde junio del año pasado cuando ocurre esto, adoptaron esta posición para garantizar el acceso y recibir a personas de otros lugares. Esas clínicas ahora atienden más abortos y se contrató personal para utilizar de intérpretes para las personas que no hablan inglés. Son espacios de resistencia para hacerle frente al miedo y a la criminalización con profesionales de la salud que se lo toman bien en serio. Y otra cosa interesante que pasó es la creación de una red de alerta legal, con abogadas y organizaciones jurídicas a las cuales se puede contactar en caso de dudas sobre lo que pasa en cada ciudad. O sea, dan respuesta a las incertidumbres jurídicas y apoyo a nivel del acceso en las distintas comunidades.
Naomi subraya que en los Estados conservadores, las redes feministas funcionan a nivel territorial. “Si una persona está aislada, esas redes aparecen a través de amigas o a través de la comunidad. Esas personas son quienes más problemas de salud tienen, problemas de salud mental, problemas sociales y de pobreza. En esos más de 20 Estados no hay un teléfono donde llamar, ni es posible acceder a servicios médicos locales para pedir información. Pero pensando que han pasado nueve meses, muchas cosas positivas han pasado, mucho trabajo de las activistas, no tanto en las calles, excepto en Nueva York que ese mismo día hizo un paro”.
Otro tema importante según Naomi es que con la revocación del fallo, la Corte Suprema envió un mensaje a las comunidades queer, como una amenaza a las comunidades trans en particular y en contra del matrimonio igualitario: ‘Podemos hacer lo que queremos’. “Esa amenaza fue recibida”, señala Naomi y la respuesta fue marchas más amplias y más feroces, con muchas señales sobre aborto, sobre autonomía de mujeres y LGBTQ, y en contra la Corte Suprema.
L.: -Esa estrategia de la Corte que menciona Naomi es parte de una estrategia más grande y antiderechos. Abre la puerta para revisar otros derechos como matrimonio interracial y matrimonio igualitario. Esto es parte de una embestida que tiene que ver con la autonomía del cuerpo, con leyes antitrans y otros retrocesos. Quiero decir que esto hay que enmarcarlo y que la agenda de derechos está en peligro.
¿Qué respuestas salieron ante esta embestida?
L.: -Diferentes niveles de respuestas. Lo que yo veo es una mirada hacia Latinoamérica y hacia otros lugares, por primera vez en la historia de Estados Unidos. A muchas latinas que estamos viviendo allá nos contactan para ver si podemos apoyar. Por ejemplo, el Fondo de Aborto de Carolina del Sur se contactó con nosotras para ver si podíamos invitar a activistas latinoamericanas de la marea verde para ver cómo se acompaña y cómo se resiste frente a un sistema que te vigila y te criminaliza. Ahí empezó un dialogo que es inédito.
N.: -Hay redes que se han formado alrededor de la frontera con México con activistas en ambos lados, para aprender y compartir entre todas, pastillas, apoyo, información, experiencias y eso ha sido muy importante.
L.: -También compañeras de lugares como Nicaragua o Argentina. Bueno, las socorristas estuvieron invitadas a esas reuniones y fue una muestra de solidaridad enorme entendiendo que la arremetida contra el aborto es un tema internacional, que hay que mirarlo en esa clave y con esa perspectiva. Pensemos que Estados Unidos marca mucho la agenda en temas de financiamiento internacional que impactan en Latinoamérica. La ley Mordaza, por ejemplo, es una enmienda a la política exterior de Estados Unidos que le impide a organizaciones locales o a organizaciones de Estados Unidos utilizar fondos de Estados Unidos para el aborto, ya sea para proveer servicios o información, como reducción de daños, o campañas para la despenalización.
N.: -Y eso en particular trae consecuencias profundas porque por ejemplo en África, donde muchas organizaciones dependen y necesitan de fondos de afuera, se produjo una ruptura profunda también en organizaciones que hacen tratamientos para VIH y en organizaciones que trabajan sobre la justicia reproductiva.
¿Cuáles creen que son puntos que produjo la marea verde que pueden ayudar en Estados Unidos en relación al activismo?
L.: -Algo que encuentro bien interesante es que así como se trasladó gente para hacer acompañamientos, Naomi lo contaba con lo que sucede en la frontera de México, con esa permeabilidad en la que van pastillas, vuelve información, va gente, creo que también es importante pensar que un movimiento con el poder que tiene la marea verde se traslada y llega a algunos círculos de Estados Unidos. Por eso, esperamos que además del pañuelo, también se apropien de algunas de las cosas pilares que ha hecho este movimiento acá, por ejemplo la articulación con otros movimientos. El movimiento aborto en Estados Unidos está desarticulado de otros reclamos, como el acceso a la salud pública, que acá tiene un componente muy grande en ese sentido. O articulaciones con movimientos trans, LGBTQ, con trabajadoras, sin desmerecer que existan conflictos o fracturas pero que se han articulado exitosamente. El modelo de movimiento de la marea verde hizo como una base de conciencia social súper importante. Y la descriminalización social que hacen las activistas acompañantes de aborto al demostrar que el aborto está bien, que puede ser saludable, que puede ser responsable, es un cambio en la narrativa que también es súper importante.
N.: La única manera de hacer lo que los republicanos hicieron es a través del ataque al sistema democrático. Las prohibiciones de aborto son propuestas antidemocráticas y requieren estrategias muy antidemocráticas. Hay una estructura muy compleja para mantener los valores de una minoría de la población.
Ante esta embestida global de los antiderechos, recordemos el caso Justina, en Polonia, que fue criminalizada por acompañar un aborto.
L.: -En Polonia el aborto autoinducido no es delito, pero acompañar a alguien a autoinducirse un aborto sí es delito. Entonces Justina, una activista acompañante de aborto que trabaja para la versión polaca de Women help women le envía durante la pandemia un combi-pack a una mujer que era víctima de violencia de género. El marido le impedía tomar decisiones reproductivas, la había amenazado con sacarle el hijo si se hacía un aborto y le monitoreaba su teléfono y su e-mail. Entonces en el momento en que su esposa recibe las pastillas, el marido llama a la policía. A Justina la indagan y los cargos eran complicidad (aunque el aborto nunca sucedió) y ejercicio ilegítimo de la farmacia, es decir introducir una sustancia controlada en el mercado. Justina fue condenada a trabajo comunitario. No fue a la cárcel pero aún así, su procesamiento forma parte de un cuadro más grande que produce un desgaste de los nudos comunitarios y que genera miedo y parálisis. Y eso es muy complicado para los movimientos feministas.