El jazz viene con agenda cargada por estos días, y ésa es una buena noticia. Esta noche se agrega la posibilidad excepcional que ofrece Jazz Fusion Night, el show internacional que ofrece Teatro Astengo (Mitre 754) a las 20.30, con las presencias de Ed Calle, Lisandro Pidre (México), Junior Braginha (Brasil), y los argentinos Brian Anadon y Marcelo Villanueva. A la nacionalidad de Ed Calle, saxofonista insigne, mejor explicarla, ya que si bien radicado en Miami, su progenie es venezolana y española; condimentos que, se sabe, al jazz le hacen muy bien.
“El jazz tiene una flexibilidad muy grande, dentro de su música e idioma existe todo lo que es la armonía y melodía europea, además de la música pop y el agregado de todo ritmo bailable; entre ellos, los ritmos afrolatinos, explica Ed Calle a Rosario/12. Saxofonista versátil, doctor en matemática y ganador del Grammy, con innumerables participaciones junto a artistas como Frank Sinatra, Celia Cruz, Arturo Sandoval, Juan Luis Guerra, Gloria Estefan, Julio Iglesias, Will to Power y Bee Gees; la música de Calle ha recorrido el mundo y conocido toda variable sonora posible.
“Lo bonito es que nosotros, por tener o querer improvisar, aprendemos el contenido del jazz de una manera muy especial, porque podemos crear melodías e ideas musicales al momento. Porque tenemos esa flexibilidad, tenemos más control de la armonía y del entendimiento de su estructura, y se nos hace más fácil poder colaborar con todo el mundo. Además, tenemos mucha libertad, nunca tocamos lo mismo de la misma manera; por eso, cuando nos encontramos con otra gente, se nos hace muy fácil poder cambiar la manera de expresarnos. A mí me encanta toda la música, soy admirador de todo, escucho y trato de investigar qué cosas me pueden ayudar a expresarme mejor, qué es importante para mí en la aplicación de lo que estoy haciendo”, continúa.
-Naciste en Venezuela pero viviste también en España, ¿no?
-Yo nací en Venezuela, pero mi familia entera es española. Mi padre vivió más de 20 años en Venezuela, donde mi madre fue de vacaciones, y fue allí donde se conocieron y casaron. Me vine a los Estados Unidos más o menos a los 9 años, pero viví también en España, o sea que tuve la suerte de vivir en el mundo viejo, en San Sebastián, donde no había nevera y la leche estaba en la ventana por la temperatura. Veía a mi abuela preparar y cocinar el pollo, que venía vivo a la casa. Era un mundo muy simple pero muy lindo. Luego conocí el mundo moderno. Pero cuando llegué a Miami, la gran ciudad en ese momento era Caracas; Miami era lindo pero no tenía una cultura o infraestructura semejante. Hoy, claro, todo eso ha cambiado. Y tengo la suerte de haberle dado vuelta al mundo unas seis o siete veces, así que tengo una perspectiva un poco diversa. Le tengo mucho respeto y cariño a todos los sitios y la gente que he conocido.
-Ese recorrido de vida seguro estuvo acompañado de músicas diversas.
-Estoy convencido que esto tiene que ver con Dios, porque yo comencé a estudiar música completamente por accidente, por mi padre, que era músico pero también una persona muy estricta. Cuando le mandaron un formulario de la escuela y le preguntaron si su hijo quería tocar en una banda, me preguntó qué instrumento me gustaría y le dije que no sabía. “¿Qué te parece el saxofón”, me dijo; y el saxo pasó a ser mi voz, desde el primer día. Yo era un muchacho muy calladito, estudiaba y leía mucho, me gustaban las matemáticas, pero la parte musical fue muy importante. Imagínate, en San Sebastián tuve la oportunidad de escuchar las zarzuelas, el flamenco, las músicas tradicionales y a cantantes como Julio Iglesias o Rafael. En Venezuela, mi padre no era del mundo de la salsa, pero sí escuchábamos música clásica y música folklórica venezolana. No fue hasta que llegué a los Estados Unidos, cuando en la high school me encontré con la música comercial, allí fue mi primer encuentro con el rock and roll y con el jazz; fue la primera vez que escuché a John Coltrane, con 15 años. Cuando de niño iba en el carro, con mi madre, sentado atrás inventaba canciones y ritmos. Hay algo con lo que uno nace, pero hay otra parte que Dios me puso en la vida, con la tarea de estudiar el saxofón, y me dio una voz que de otra manera no hubiese tenido. Eso me abrió el mundo en términos de expresión y de una manera con la que estoy muy agradecido. Ha sido una bendición para mí.
-En esos diálogos y encuentros musicales con tantos artistas, ¿cuáles elegiría recordar?
-Te imaginas lo que se siente al ser una persona que viene de un país ajeno, aprende un idioma nuevo, y un día te encuentras grabando con George Clinton, los Bee Gees, Arturo Sandoval, Chick Corea, Chucho Valdés; o con Tom Dowd, el ingeniero de Giant Steps de Coltrane. Hay tantas historias. Una que nunca se me va a olvidar es cuando grabamos Flight to Freedom, el disco de Arturo Sandoval, con Chick Corea y Anthony Jackson, entre otros. Todos los músicos de jazz tienen un vocabulario diferente, y el mío es completamente diferente al de Sandoval, que está más basado en el del bebop, aun cuando Arturo puede tocar lo que le dé la gana; cuando empecé a tocar nunca me voy a olvidar que Chick paró y se puso a escuchar lo que estaba haciendo, y al acompañarme lo que tocó fue diferente a lo que hizo con Arturo, porque se dio cuenta que el vocabulario era distinto. Todos hablamos el mismo idioma, pero de maneras diferentes, y para mí eso ha sido siempre parte de mi tarea. Al tener la suerte de grabar con tanta gente, mi trabajo y función es la de ayudar y apoyar la visión de ese artista, de ese arreglista, de esa canción. Muchas veces, los músicos no entienden que esto no es un trabajo de egomanía sino de servicio, hay que apoyar lo que está pasando; para que la visión de ese artista se realice, uno tiene que prestar atención a lo que está pasando, pero sin perder tu personalidad, tu musicalidad. En la educación se dice que solo aprendes cuando estás escuchando, y en la música es una regla muy importante.