Al inicio de El poeta laureado, el nuevo libro de poemas de Laura Crespi (Buenos Aires, 1973), la percepción de la luz se asocia con el movimiento y ese “hallazgo infinito” que la escritura poética intenta captar: “Una idea milenaria/ de la comunión/ como una prueba/ de necesidad”. Triángulos de luces, rayos amarillos y faroles, nubes y humo de cigarrillos, “entre un arrebato tan nítido/ tan diáfano”, trastocan la voz: “Reaparece/ sobre nuestra vista/ y el oído muta/ y se retuerce/ en un trastorno”. La poesía se entrelaza con la danza y en la terraza de una casa en La Paternal los escritos cuelgan en la soga sacudidos por la brisa de diciembre. Pero antes en el recuerdo, provisto de un cuaderno, el poeta lleva a cabo una apuesta trascendental: escribir.
“El poeta laureado es un concepto, una idea, que surgió como el título posible de un libro futuro hace unos diez años o más, cuando leí El plantador de tabaco (1960) de John Barth -cuenta Crespi?. Ahí el protagonista es un poeta que ostenta el título oficial de ‘laureado poeta’, y la larguísima novela es toda una aventura muy divertida de parodias y escenas poéticas. De ahí salen el epígrafe y los cinco títulos del libro.” El poeta es, entonces, un personaje literario y al mismo tiempo una matriz de lo que se proyecta en la pantalla de la poesía. “Es una aventura que se va desarrollando en el tiempo, muchas aventuras donde nos dejamos llevar sin nunca saber muy bien adónde podríamos aterrizar -acota la autora sobre la escritura poética?. Porque ése es otro ítem en torno a la poesía, y es que en realidad nunca estás completamente apoyado sobre la tierra, siempre estás como medio lanzado hacia un halo flotante de la percepción, como en una realidad paralela.” No sin humor, en El poeta laureado, “percibiendo una fragilidad” y aun con las pupilas estalladas, reflexiona sobre misterios seculares: “Y si por un instante/ el mundo entero fluyera/ por sobre una única ruptura/ de total encantamiento/ tampoco sucedería nada”. Pese a eso, él prosigue, y el cuaderno da paso a un teclado de donde brotan poemas macabros.
“Mi modo de trabajar los textos con el apoyo de las percepciones, de las luces, los sonidos, las vibraciones y todo tipo se sensualidad deja flotando una abstracción a la que querríamos darle un sentido único y conceptual, pero que en realidad funciona sólo como un juego de las palabras que se desplaza todo el tiempo”, dice Crespi sobre el recorrido que se forja en el poema. Van y vuelven en el tiempo y en el recuerdo de la autora algunas aventuras o instancias poéticas, evocadas después de años de compañerismo mientras estudiaba. Crespi es licenciada en Filosofía y docente y publicó, además de varios libros de poesía, Un blanco móvil. Filosofía, literatura y metáfora (Santiago Arcos) en 2009. Para ella, la poesía se presenta como una dilucidación, como una sorpresa y un retrato hecho al sesgo: “Alguien lo dijo:/ somos/ eso único/ que recordamos”.
Vuelo suave en la producción artística de Crespi, que desarrolla en simultáneo otros proyectos como la grabación de discos con canciones y poemas para niños de todas las edades y la edición de plaquetas en el sello Cuadernos de Traducción, El poeta laureado representa un estado de liberación de las anécdotas conjugadas en primera persona. “Es un momento más zen para mí, donde me interesa mucho más la vida práctica que la especulación mental -señala?. Y escribir es la práctica más linda que experimento, además de amar. Por eso ahora estoy pensando en el disco nuevo que voy a grabar y que se va a llamar Viaje hacia el amor.” Laura laureada, se podría decir, y en movimiento “desde los extremos/ y hacia los extremos”, como se lee en el poema final, donde el laureado poeta al fin flota, se eleva y se disuelve en una figura colectiva.
El poeta laureado
Laura Crespi
La Carretilla Roja