El mensaje en que el presidente Alberto Fernández anunció que no será candidato a la reelección dejó como eco una serie de mensajes hacia dentro del Frente de Todos que apuntan particularmente al kirchnerismo, el espacio interno más crítico de la conducción del Poder Ejecutivo.
El mensaje claro y decidido que lanzó hacia dentro de la coalición oficialista fue que apoyará las PASO y que rechazará cualquier intento unilateral de definición de candidatos y en una cumbre a puertas cerradas. Pero también fue un llamado al armisticio.
El llamado a “democratizar nuestro espacio” y el “démosle la lapicera a cada militante” significó eso. Darle el poder de decisión a cada uno de los votantes como manera de dirimir las tensiones internas.
Fue un tiro por elevación a quienes proponen el advenimiento de Cristina Kirchner por ser la “candidata natural” de ese espacio. A esa idea le respondió: “Las PASO son el vehículo para que la sociedad seleccione los mejores hombre y mujeres de nuestro frente”.
Y por si fuera poco dejó entrever que desalentará cualquier intento de personalismos. Y aseguró que como titular del Partido Justicialista garantizará “que todos y todas los que se sientan capacitados” para presentarse a una candidatura “puedan hacerlo”.
Es más. “Voy a involucrarme directamente para que esto sea posible”, remarcó y exhortó a propios y ajenos a “generar un nuevo ciclo virtuoso” dentro de la coalición oficialista.
El tramo del mensaje en el que más resonó una alusión a sus detractores internos fue aquel en el que, nuevamente sin mencionar a nadie, reconoció que “durante estos años soporté críticas y maniobras de desprestigio” a las cuales “nunca respondí”.
“Por mi responsabilidad como presidente, evité toda escalada en los conflictos. Siempre actué de ese modo para garantizar la unidad de nuestro espacio político”, lanzó.
Los mayores cuestionamientos internos al gobierno nacional salieron a la luz durante el tratamiento del proyecto de negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI) diseñado por el ex ministro Martín Guzmán.
Primero con críticas por la falta de consultas a la expresidenta y luego con la votación en la Cámara baja. La discordia derivó en la salida de Máximo Kirchner de la presidencia del bloque oficialista en Diputados y el rechazo público por parte de varios legisladores a ese acuerdo.
Hasta entonces, las críticas se reservaban puertas adentro, sotto voce y en off the récord periodísticos. Pero a partir de allí no hubo más vallas de contención y se tradujeron en cuestionamientos a cielo abierto hacia la política económica y a la conducción del propio Presidente.
A poco más de un año de ese capítulo de desunión, el jefe de Estado defendió el acuerdo con el organismo internacional. Con imágenes que lo muestran con la titular del FMI, Kristalina Gueorguieva, enfatizó que “defendimos nuestras posiciones en foros internacionales y aseguró que “no tomé una sola medida en contra de nuestro pueblo”.
Luego hizo un llamado al cese de hostilidades: “Más allá de las críticas internas y del mayor o menor acompañamiento recibido, no tengo en el Frente de Todos un solo adversario. Al contrario, reconozco en ellos un destino común”.
En este punto, sugirió abandonar las diferencias internas y poner la mira en la oposición, a quienes en otro tramo identificó como “la derecha” que trae “pesadilla y oscuridad”.
“Mis adversarios son aquellos a los que debemos enfrentar en las elecciones generales”, enfatizó y reiteró la necesidad de “revitalizar” el Frente de Todos y llegar a una unidad “que se fortalecerá con la competencia, con la militancia y con la búsqueda de nuevos protagonistas”.
“Dije que volvíamos para ser mejores. Para ser mejores debemos democratizar nuestro espacio”, dijo y lanzó la frase con la que sugirió que las candidaturas deben surgir por afuera de los acuerdos de cúpula: “Démosle la lapicera a cada militante”.