No hay duda de la contundencia de “Muchachos, ahora nos volvimos a ilusionar”, el himno de La Mosca. Lo demostró su reciente nominación a los Premios Gardel, donde compite en la terna de “Mejor canción del año”, y también quedó en evidencia en los recitales de los artistas internacionales que pasaron en los últimos meses por Buenos Aires. No hay show en el que no haya un pasaje para invocarla. Aunque este sábado, cuando Zaz se suba al escenario del estadio Luna Park, a las 20 hs, quizá sea la excepción. Y si se canta será a manera de ironía, de provocación o de prepotencia. Sin embargo, la cantante francesa, a diferencia de Mbappé y de muchos de sus compatriotas, hizo las paces con la final del Mundial de fútbol de Qatar. “Estoy muy feliz de que Argentina ganara la Copa del Mundo”, sorprende al otro lado del Zoom. “Sabía en el fondo que Francia iba a perder, pero mis amigos me pedían que no dijera eso. También es importante saber perder”.
Así como sucede al reconocer la derrota, también hay que tener mucho coraje para bajarse del éxito. Y a Zaz le sobra. Quedó en evidencia en su último álbum de estudio, Isa (2021), donde la artista pone en tela de juicio su propia popularidad para conectarse con las razones que la llevaron a dedicarse a la música. “Desde mi última visita a la Argentina me sucedieron un montón de cosas. Una de ellas fue la pandemia, que cambió mi manera de conectarme con la música. Me permitió conectar con algo más esencial”, reconoce Isabelle Geffroy, el nombre detrás del álter ego. “Limpié todo lo que estaba de más para centrarme en la esencia de lo que quería decir, y de cómo lo quería decirlo. Justo por eso llamé a esta gira Organique Tour, porque esa limpieza no sólo se nota en la música, sino también en la performance. Quité todos los efectos de luces y sonido, y decidí volver a la esencia”.
-Entonces Zaz secuestró a Isabelle…
-Cuando empecé a ser famosa, hace 10 o 12 años, la fama me llevó a una serie de experiencias que son únicas. Imaginate nada más que en muchas partes del mundo deseaban verme en vivo o escucharme. Zaz empezó a tomar un espacio muy importante en muchos aspectos. A partir de ese momento, me costó conectar con mi vida personal. Es por eso que antes de la pandemia decidí volver a conectar con Isa, al igual que con lo que realmente quiero, lo que me gusta y otras cosas más. Este álbum es un poco el producto de esta travesía en un momento de mucha vulnerabilidad. Es el resultado de todo esto.
-Generalmente, cuando un artista toma este tipo de decisiones el público reacciona y las termina rechazando. Prefiere aferrarse a la fantasía. Al momento de volver a darle cabida a Isa, ¿la gente logró comprender lo que estabas intentando hacer?
-En la vida de un artista, hay varias fases y momentos. Lo que puede suceder a veces es que perdés a gente que le gustaba una parte de vos que ya no está más. A mí siempre me gusta probar cosas nuevas y arriesgarme. El tema es hacer un álbum que tenga un poco de lógica. La idea, por supuesto, es no perder a la gente que me quiere, y que le gusta mi música. Pero también acepto que pueda pasar. Lo importante es lo que hay detrás de la música que hago. Volver al motivo inicial. ¿Qué es más importante: vender millones de discos u ofrecer un mensaje? Ahí está la cuestión.
-¿Qué te pasó en la pandemia para que llegaras a todo este cuestionamiento?
-Al día de hoy, las cosas van mucho más rápidas. Lo que estoy percibiendo ahora, y me parece muy bonito en el contexto actual, es que hay una conciencia más individual. Pero no lo digo a nivel negativo. A partir de la pandemia, la gente empezó a ver más hacia adentro, y nos dimos cuenta de cosas que no son agradables. Desde hace unos pocos años, no paramos de hablar de medio ambiente y de identidad sexual, por ejemplo. Nos estamos dando cuenta de que tenemos un dolor, y que, tanto a nivel individual como colectivo, estamos tomando una posición. Pasamos de tener una postura pasiva a una más activa y consciente. Los frutos de esa transformación, que se hace poco a poco, los veremos más adelante.
-En tu próximo disco, ¿seguirás llamándote Zaz o pasarás a ser Isa?
-Si bien hay unos bocetos de canciones, aún no tengo nada definido. No sé qué pasará cuando salga el próximo disco. Por el momento, en esta gira estoy mezclando canciones representativas de mis álbumes anteriores con los temas de Isa.
Al menos en su más reciente single, la cantante se sigue llamando Zaz. Apareció en las plataformas digitales de música en febrero, y lleva por título “Liebe ist”, donde consigue certeramente adaptar su propuesta musical al alemán. Esto sucedió a partir de la invitación de la rapera sensación de ese país, Namika, para consumar una dupla junto a su colega. Pero no es la primera vez que la artista de 42 años flirtea con la escena alemana. Su último álbum de estudio (el quinto de su discografía) tiene como único invitado a Till Lindemann, cantante de la banda de metal industrial Rammstein. El dueto consuma una de las canciones más finas y sensibles del disco, a puro piano y arreglos de cuerdas: “Le jardín les larmes”. Si bien siempre se le consideró la niña rebelde de la chanson, la mayoría de los 17 temas que conforman ese repertorio evidencian su adultez. Incluso estética. Será porque convocó en calidad de productor al holandés Reyn, cuyo punto fuerte son el piano y la creación de bandas sonoras.
-Más allá de que está inspirado y fue hecho en pandemia, Isa forma parte de un alud discográfico francés que tiene a la mujer como protagonista. ¿O la cosa no es como se percibe?
-Sin duda, el movimiento Me Too impactó en la industria musical francesa. La nueva generación de artistas jóvenes de mi país representa la diversidad, y lleva un mensaje sobre el rol de la mujer que no existía antes. Esa generación, que tiene entre 20 y 30 años, de repente habla acerca de asuntos nuevos, y lo hace con la energía propia de la juventud. De paso, tienen el apoyo de una parte de los actores de la industria musical, de los festivales e incluso de las plataformas musicales. Los hombres jóvenes llevan ese mismo mensaje, y eso me parece muy bonito.