Desde el año 2017, grupo teatral El Refugio sostiene un trabajo que alcanza ya su cuarta obra. Con Paisaje, la compañía propone un abordaje poético, libre de sentimentalismos, sobre la marginación circundante, la que forma parte de la vida cotidiana. Con dramaturgia y dirección de Federico Cuello, y protagónicos de Natali Paz y Marcos Pecile, Paisaje se estrena hoy a las 21 en Espacio Bravo (Catamarca 3624).
“Paisaje está protagonizada por dos actores jóvenes, Natali y Marcos tienen 22 y 23 años, y básicamente trata sobre las peripecias que llevan dos pibes en situación de calle. La obra tiene que ver con la exclusión, con la juventud marginada en los barrios; transcurre en Rosario pero podría ser cualquier lugar de nuestro país. Para sortear esta realidad, estos chicos empiezan a alternarla con mundos imaginarios y se desdoblan en otros personajes; además de tener conflictos con la gente, la policía y los vecinos. Es una obra bastante sensible y con momentos de humor, pero básicamente lo que hace es interpelar cómo naturalizamos el paisaje cotidiano y lo aceptamos”, señala el director, Federico Cuello, a Rosario/12.
La tarea actoral de Natali Paz y Marcos Pecile contiene, de suyo propio, una historia que merece contarse: “Estos chicos comenzaron hace diez años con nosotros, cuando hicimos unos talleres en las escuelas periféricas de la ciudad. Uno es de Empalme Graneros y otro de Ludueña, y realizaron el taller durante toda la secundaria; pero hace tres años se incorporaron al grupo para trabajar de forma profesional. Por este motivo, cuando empecé a escribir y hacer un proceso de investigación, que llevó dos años, hubo cosas que tomamos de las propias vivencias de los actores, si bien no es algo referencial, no se trata de recrear lo que ellos vivieron. Es un orgullo poder acercar estos pibes de los barrios a un trabajo profesional y artístico, cuando sabemos que no están dadas las posibilidades para que los pibes accedan a toda una formación cultural, sea porque no hay muchos espacios, porque no tienen dinero, o porque su vida no lo permite”.
-El proceso de intercambio entre ellos y vos debe ser mutuamente enriquecedor.
-Así es, y es un desafío que viene dando sus frutos. Nosotros consideramos que el arte a veces es una acción “clasemediera”, y no lo digo despectivamente, sino que por las posibilidades de acceso, al teatro va un cierto público. Nosotros buscamos poder salir de esos formatos para trabajar en otros lugares y con otra gente, pero sin perder la impronta que tenemos como grupo: hacemos bastante entrenamiento físico, nos apoyamos en un espectáculo que tenga precisión, trabajamos mucho las imágenes, el sonido, la coreografía.
El título de la obra cifra una lectura en clave, irónica; según Cuello: “Paisaje es el paisaje que vemos y el que no queremos ver; así como están el río, las torres, el casino y calle Oroño, hay un paisaje que nos acompaña todo el tiempo, el de miles de personas y de pibes en la calle, en distintas y diversas situaciones, marginados y excluidos”.
-¿Cómo trabajaron la cuestión fantástica?
-A veces partimos de imágenes o de ciertas situaciones para dar la posibilidad de que los actores se desdoblen; esto no es nuevo ni somos inventores, lo que hacemos es presentar una obra que pareciera ser realista pero por momentos entra en lugares oníricos, donde cambian el lenguaje, las imágenes, las luces, el sonido. Mezclar estos dos mundos, el real y el ficticio, permite entrar a una situación poética, y es eso lo que nos parece sumamente interesante.
-¿Qué sueños aparecieron en el diálogo creativo con los actores?
-Creo que lo primero, obviamente, es el sueño de lograr ser visto, de poder desarrollarse y vivir mejor. El capitalismo es así, primero hay que desarrollar los bienes materiales para poder acceder a una vida mejor, para tener acceso a un barrio seguro, al agua caliente, un baño, la comida, no ser discriminados. La exclusión genera un resentimiento que encierra un círculo que se vuelve imposible de parar. En la obra, ellos sueñan que viajan a un lugar hermoso, donde se ponen una ropa hermosa y hay comidas exóticas. Son sueños ansiados por todo ser humano. Pero además del acceso a bienes materiales, también está el acceso a la cultura, a una bella melodía, a una obra de arte, a leer un libro; algo que parece destinado a una porción de la sociedad. Los personajes añoran ese mundo que no pudieron vivir y no pueden alcanzar. De la convivencia entre esta realidad cruda y los deseos surge una mixtura de interés.
-A propósito, ¿cómo circulará la obra?
-Hicimos un preestreno en noviembre en una EEMPA pública, y la idea es llevarla a escuelas secundarias. Ahora haremos una sola función en Espacio Bravo y luego tendremos otras dos, el 6 y el 13 de mayo en nuestra salita (Urquiza 2645); la idea es llevarla a lugares no convencionales, donde el teatro habitualmente no llega.