"Un afecto no puede ser reprimido ni suprimido sino por medio de un afecto contrario y más fuerte que el que ha de ser reprimido": esta es una de las frases de Spinoza con las que Chantal Mouffe abre su último libro, El poder de los afectos en la política, hacia una revolución democrática y verde. En el breve ensayo publicado aquí por Siglo XXI, la filósofa belga pone en el centro de la escena política a los afectos y las identidades colectivas. Las nuevas derechas están logrando canalizar el enojo, la decepción, el resentimiento de las multitudes. Mientras, las fuerzas progresistas, atascadas en la razón, invierten sus energías en consignas y medidas, desconsiderando los afectos y estigmatizando al que piensa distinto. Contra la ofensiva neoliberal, la propuesta es construir una nueva narrativa que articule luchas sociopolíticas y ecológicas.
En 1985, Mouffe escribió junto a Ernesto Laclau Hegemonía y estrategia socialista, clásico de la ciencia política, herramienta para las izquierdas que conservaban la expectativa del cambio social dentro de la democracia. Desde entonces, la autora defiende una posición "agonista" de la política, que reivindica el conflicto a contramano de las visiones pospolíticas. La construcción de populismos de izquierda es la base de su pensamiento en los últimos años.
En 2018 publicó el manifiesto Por un populismo de izquierda. En este texto examinaba la coyuntura de Europa Occidental durante los años posteriores a la crisis de 2008 y diagnosticaba la apertura de un "momento populista": la crisis de la hegemonía neoliberal había abierto una oportunidad para regresar a la política y profundizar la democracia. Trazaba una frontera entre populismo de derecha --aquél que entiende al pueblo de manera restrictiva, dejando afuera a los que supuestamente amenazan la identidad nacional y las claves del consenso-- y de izquierda --una apuesta a radicalizar la democracia, con los pilares de igualdad y justicia social--. El manifiesto apuntaba a disputarle la hegemonía del "momento populista" a la extrema derecha.
En tiempos en que muchos sostienen que izquierda y derecha son categorías vacías, Mouffe sigue confiando en el despliegue de una estrategia populista de izquierda cuyo objetivo sea la construcción de un "pueblo" que articule una "cadena de equivalencias", luchas democráticas contra "la explotación, la dominación y la discriminación". En síntesis, una estrategia de "reformismo radical".
Pero el clima de época es distinto al de 2018. Tras mencionar como ejemplos los reveses electorales de Podemos en España, La France Insoumise de Jean-Luc Mélenchon y el Partido Laborista en Inglaterra bajo el liderazgo de Jeremy Corbyn, afirma Mouffe que "ya no vivimos un momento populista candente". No obstante la estrategia populista de izquierda, para ella, no debe ser abandonada, sobre todo porque los resultados electorales fueron peores cuando los proyectos se alejaban de ella. La principal amenaza en la actualidad no es tanto el populismo de derecha como la instauración de un neoliberalismo tecnoautoritario. El contexto está impregnado por las consecuencias sociales y económicas de la pandemia y la emergencia climática.
"La pandemia generó afectos ligados a una fuerte necesidad de seguridad y una demanda de protección", asegura la profesora de Teoría Política y Relaciones Internacionales en la Universidad de Westminster. Con un discurso antiestablishment de derecha, un llamado a recuperar la soberanía y un rechazo al dominio de las corporaciones transnacionales, el populismo de derecha en Europa dio respuesta a aquellas demandas. Es una descripción que no nos interpela tanto en estas latitudes; sí a lo mejor lo que sigue.
La politóloga convoca a la izquierda a dar respuesta a aquellas nuevas demandas. Critica: "El marco racionalista que suele inspirar a las políticas de izquierda constituye un obstáculo para reconocer la importancia de los afectos". El segundo capítulo, el corazón del libro, se titula "La política y los afectos". Aquí Mouffe pondera los afectos por sobre los argumentos en el terreno de la política. La búsqueda del populismo de izquierda debe ser la identificación de las personas con los valores democráticos, que quedaron vinculados a la racionalidad. "Ignorar los afectos representa un serio obstáculo para los intentos de la izquierda racionalista de conseguir apoyo a sus políticas. Por eso carecen del poder movilizador de los movimientos de extrema derecha, que no rehuyen a despertar pasiones y apelar al registro de las emociones", subraya Mouffe, quien se inspira tanto en Spinoza como en Freud.
Hay algo que las fuerzas progresistas no están escuchando, pero además se niegan a dirigirse a los votantes de partidos de extrema derecha --incluso cuando pertenecen a las clases populares--, con la premisa de que los motiva el resentimiento, un "afecto condenable". "No es un rasgo de nacimiento, siempre es producto de una reacción de indignación contra una situación específica en que el individuo se siente víctima de una injusticia", señala la pensadora.
En un ensayo sin ideas muy novedosas, Mouffe plantea que la salida es "una revolución democrática y verde" que, dentro del populismo de izquierda, articule las luchas sociales y el cuestionamiento hacia los modelos productivistas y extractivistas. De nuevo aparece la necesidad de "movilizar afectos" para construir un "pueblo". "Pueblo" no es una categoría sociológica sino una "construcción discursiva" con una "dimensión simbólica y libidinal"; requiere de un significante hegemónico que sería el de la "revolución democrática verde". Sindicatos, feministas, antirracistas y anticolonialistas, entre otros grupos, podrían unirse a los que ahora buscan seguridad y protección, en una estrategia para afrontar la amenaza autoritaria de estos tiempos.