Corre el año 2003, tengo 15 años y arranca un nuevo mes que indica la activación de la ronda nerd-cultural que tenemos con mis amigas. La ronda-nerd cultural consiste en regalarle un CD, un libro o un DVD a una amiga y recibir de otra. Somos cinco y armamos un sistema de rotaciones. Todos los meses damos y recibimos. Esta vez, recibo un DVD, una película: The hours, guionada por David Hare y dirigida por Stephen Daldry. Algo escuché sobre la película porque se estrenó el año anterior.
Miro por primera vez The hours, en la casa de una amiga, en mi DVD. Mientras la miro, siento que esa será una de mis películas favoritas para el resto de mi vida. Si, con esa intensidad adolescente me lo digo. Y así es, hasta el día de hoy.
Lo primero que estoy obligada a contar, es que gracias esa película, descubrí a Virginia Woolf. Enseguida entré en su mundo y, de hecho, una amiga, integrante de esa ronda nerd-cultural, me regaló, unos años después, Un cuarto propio. Y, otros tantos años después, vaya casualidad, yo terminé dedicándome a la escritura, en mi condición de mujer.
Volviendo a la película, con The hours, aprendí algunas cuestiones que hoy veo en mis trabajos dramatúrgicos y escénicos. El guión, el arte, la fotografía de la película y las actuaciones me hicieron descubrir la hondura, los pliegues de los personajes y la forma de contarlo. Vi cómo los personajes pueden ser capaces de decidir y accionar a pesar de, y en su más profunda vulnerabilidad. Comprendí la complejidad en la construcción de un personaje y cómo es necesario que puedan habitar, por lo menos, dos fuerzas en oposición, en simultáneo, en igual medida. La complejidad y contradicciones de los personajes que escribo y dirijo, puedo reconocerlas en Laura Brown, interpretada por Julianne Moore, haciendo la torta de cumpleaños de su marido junto a su hijo, deseando no estar ahí, planeando dejarlo todo, escapar de esa supuesta perfecta vida y, de hecho, haciéndolo a pesar de todos los pesares. También en la Virginia Woolf, grandiosamente interpretada por Nicole Kidman, que regresa a la casa de campo con su marido, queriendo, a la vez, subirse al próximo tren con destino a Londres. Y en Clarissa Vaughan, interpretada por Meryl Streep, que es capaz de dejar ir a su amigo poeta, a quien ama con locura, queriendo desesperadamente retenerlo para ella, junto a ella por toda la vida.
Quizás, gracias a esta película, descubrí que no me interesan los personajes tipos de villanos y de héroes. No me interesan los personajes unilaterales. Los prefiero con volumen y agrietados, porque cuando miro a mi alrededor, no encuentro ni villanos ni héroes. Cuando miro a mi alrededor encuentro mucho deseo, mucho impulso en la fragilidad. Por eso, me interesan los personajes que pueden y no pueden a la vez. No me hayo escribiendo o dirigiendo una escena lisa, impermeable, plana. Más bien me hayo entrando en lo rugoso, lo agrietado, lo poroso.
Decía que en 2003 me regalaron la película. Y en el 2004, a causa de una operación de columna, por una escoliosis muy avanzada, mis amigas me visitaron en el hospital con una parva de regalos, entre ellos, el CD de la banda sonora de The hours, compuesta por Philip Glass. Entonces, podría decir, que no sólo me obsesioné con la película, sino que también con la música. ¡Vaya si le habré dado play a esos disquitos, el DVD y el CD!
Ahora, en pleno 2023, aún conservo esos objetos que ya pueden pasar a la categoría de vintage. El DVD de The hours, hace poco menos de un año lo volví a ver. ¡Qué afortunada soy de tenerlo, porque no se encuentra la película en ninguna plataforma!
Para redoblar mi fanatismo, confieso aquí que algunas escenas, suelo usarlas en mis clases de actuación, dramaturgia o dirección, según el contenido que esté abordando. Nunca falla, a modo de ejemplo de contradicción, la escena de Julianne Moore con su amiga, Kittie, en la cocina. Siempre funciona, para abordar tensión dramática y el trabajo sobre el espacio en relación con las líneas de tensión, la escena de Nicole Kidman con su marido en la estación de tren. Y, esclarece mucho, al hablar sobre continuidad de la acción, acumulación y accidente en la actuación, la escena de Merly Streep recibiendo a su amigo Louis, personaje interpretado por Jeff Daniels, en la cocina de su casa el día que celebran y despiden a quien supo ser amante de les dos.
La banda de sonido sí se encuentra en las plataformas. Está en spotify y ahora, mientras escribo esto, la estoy escuchando. Háganse el favor, busquen el disco que se titula como el film, pongan play y disfruten de ese piano tan singular de Philip Glass. Yo, cada tanto, cuando camino por las calles de la Ciudad de Buenos Aires, con los auriculares puestos, pongo a todo volumen el tema “Scape” y viajo a las imágenes de Julianne Moore acostada en la cama mientras el agua amenaza con taparla y de Nicole Kidman, en esa gran Virginia Woolf, corriendo y entregándose al río.
Quisiera, que quienes no hayan visto The hours, la vean. Y ojalá, la experiencia les cale en lo más profundo y les haga tan bien como a mí. También recomiendo fuerte, la ronda nerd-cultural en grupo de amigues. Es una gran práctica de amor, curiosidad, ñoñez y puede cambiarles la vida. En relación con esto y, por último, quizás sólo pueda dejar una cita textual de la película: “Tu tía es una mujer muy afortunada, Angélica. Porque tiene dos vidas: la vida que vive y el libro que está escribiendo. Esto la hace realmente afortunada”.
Pilar Ruiz nació en Buenos Aires, en 1988. Es dramaturga, directora escénica, docente y actriz. En este momento pueden verse dos obras de su autoría y dirección en el circuito independiente porteño. Aire de montaña, los viernes a las 20:30, en Complejo Teatral Ítaca, Humahuaca 4027. De los héroes que no aterrizan en las islas de los cuentos, los sábados a las 18:30, en el Teatro Beckett, Guardia Vieja 3556.