Deudores de mi corazón salvaje:
Me siento como el pobre Pinocho, que se las ingenió para llegar al viejo hospital de los muñecos, malherido porque un cruel espantapájaros bandido lo sorprendió dormido y lo atacó. Estoy como Caperucita Roja, que, luego de ser descuidada por su propia madre (¡¿qué es esto de mandar a una menor sola a atravesar un bosque?!), se encuentra frente a frente con el Lobo Feroz, y se siente tan atribulada que lo confunde con su propia abuela. Estoy como el pobre Pulgarcito, que, para no ser víctima del descuido adulto, no tiene mejor idea que ir dejando caer migas de pan en el bosque, sin darse cuenta de que al precio que está el pan iba a necesitar una fortuna.
En fin, que me siento un personaje de un cuento de esos que se les contaban a los niños para que no se pudieran dormir, del miedo, o para que, al día siguiente, se sintieran protegidos por una realidad que, por mala que fuera, no era la del lobo que se los iba a comer o la de sus padres que los iban a abandonar en el bosque.
Así estamos. Todas las noches, antes de ir a dormir, nos cuentan que en pocos meses nos van a dejar sin derechos, sin sueldo, sin jubilación, sin moneda nacional, que las miguitas de pan se exportarán al exterior; y que no se nos ocurra deprimirnos, ya que el litio, uno de los productos que se utilizan para atemperar esos casos, va a ir todo a transformarse en celulares, en un país donde los muñecos no tienen hospital, y donde a algunos habitantes los cubre el seguro médico, y a los demás… no los cubre nada.
Cierto es que no son nuestros padres quienes nos transmiten estos cuentos, pero en tiempos electorales, de alguna manera, “los candidatos son los padres”. No sé si notaron que ambos nos prometen cosas:
--Si te portás bien, vas a tener trabajo, salud, educación, comida rica, derechos– nos dicen los candidatos.
--Si te portás bien, te permitiremos no ir a visitar a la tía Eulalia, esa que cuando te acaricia el cachete parece que te lo va a arrancar-- nos dicen nuestros padres.
Y entonces uno “se porta bien", o al menos hace lo que cree que es portarse bien. Pero si tus padres te prometen que te van a sacar la alcancía, que te van a regalar la camiseta del equipo de fútbol que odiás, que no te van a llevar a Disney ni al cine ni a la calesita, que vas comer zanahoria hervida de desayuno y de cena…, es difícil que te portes bien. Salvo que creas que no hay otro remedio.
Y, llamativamente, en estas elecciones, la derecha promete sufrimiento, y la “noderecha” promete “sufrimiento, pero un poquito menos”. La derecha promete: “Si gano yo, los voy a reprimir”, y la “noderecha” confirma: “Si gana la derecha, los va a reprimir”. La derecha dice: “Les vamos a sacar hasta las ganas”, y la “noderecha” responde: “No nos van a sacar las ganas, pero simplemente porque no tenemos muchas ganas que nos puedan sacar”. La “noderecha” dice: “No nos vamos a bajar los pantalones”, y la derecha dice: “No hace falta”.
Incluso en términos de deseo. En el 2021, una candidata a diputada (hoy ministra) proponía “al menos con el peronismo hay sexo”. Hoy un candidato a intendente propone crear dos, tres, mil inodoros. Pasamos de lo genital a lo anal. Freud diría que es una regresión.
Un viejo militante, quizás en un tono un poco machirulo, me decía hace unos días: “Ganar una elección recordando lo malos que son tus rivales es como querer levantarte una mina hablándole de lo malísimo que era su ex”. Reconozco que los conceptos con algo anticuados, y que finalmente hay una gran diferencia entre la política y los vínculos amorosos, ya que “la mujer del ejemplo” no tiene por qué elegir entre su ex y quien lo critica, puede seguir su camino de muchas otras maneras, mientras que en política “alguien nos va a gobernar, sea como sea”.
De todos modos, parece que esta vez algunos candidatos nos quieren seducir hablándonos de lo malos que son ellos mismos. Y según las encuestas, en las que yo no creo, pero ellos sí, no les va tan mal. En fin…
Sugiero al lector acompañar esta columna con el video (estreno) “Despeinado” de RS+ (Rudy-Sanz):