El próximo miércoles se cumplirán 86 años desde que las bombas nazis cayeron sobre el pueblo de Guernica, en el País Vasco, cuando corría el primer año de la Guerra Civil española. Como forma de recordar la destrucción y la masacre, el ayuntamiento de Guernica organiza las XXXIII jornadas internacionales de cultura y paz en las que se le rendirá homenaje a la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep), que reconstruyó en los primeros meses de la democracia lo sucedido en los centros clandestinos de detención, tortura y exterminio (CCDTyE) de la dictadura argentina. Pablo Díaz, sobreviviente de la Noche de los Lápices, fue invitado para relatar su experiencia como víctima y testigo.
La edición de este año de las jornadas de Guernica, que organiza el alcalde José María Gorroño, estarán destinadas a recuperar el trabajo de las comisiones de verdad sobre lo sucedido en los países que se vieron expuestos a experiencias de represión y violencia. La Conadep, creada el 15 de diciembre de 1983 por el presidente Raúl Alfonsín, fue una experiencia pionera que se estudia en el mundo. En un plazo de nueve meses entregó su informe sobre lo sucedido en los campos de concentración, que después sirvió para acusar a los comandantes en el Juicio a las tres primeras Juntas Militares. Durante las cuatro décadas que siguieron, se ha seguido completando el trabajo de la Conadep con la identificación de nuevas víctimas y de nuevos CCDTyE.
Pablo Díaz fue uno de los estudiantes secundarios de La Plata secuestrados en septiembre de 1976 que pasaron por distintos campos de concentración de lo que se conoce como el “Circuito Camps”, en alusión al entonces jefe de la Policía bonaerense, Ramón Camps. De los pibes que fueron llevados al Pozo de Banfield, Pablo fue el único que salió con vida. Se acercó a declarar lo que había vivido ante la Conadep y después hizo lo mismo en el Juicio a las Juntas. Su testimonio fue la base del libro de los periodistas María Seoane y Héctor Ruíz Núñez que después fue llevado al cine por Héctor Olivera. La película –que ya tiene 37 años– se exhibirá en las jornadas.
Pablo llegó en las últimas horas al País Vasco. Está convencido de que su convocatoria a las jornadas se debió a otro acontecimiento cinematográfico: el estreno de Argentina, 1985 –que rescata la experiencia del Juicio a las Juntas desde la óptica de la fiscalía–. Para él, las jornadas serán una oportunidad para remarcar que aún falta mucho para hacer en materia de justicia y verdad pese a los avances que hacen del modelo argentino un ejemplo para el mundo.
“Si para el mundo los crímenes de lesa humanidad son los peores crímenes, está claro que no puede haber 2x1 –como intentó instaurar la Corte Suprema argentina– ni beneficios como el arresto domiciliario para los culpables, mucho menos lentitud a la hora de juzgarlos”, dice.
“También está el reclamo de saber dónde están los desaparecidos. Ésa es una interpelación que se mantiene para los gobiernos democráticos: tener los restos de nuestros seres queridos o saber dónde han sido sepultados no es una resignación, sino la necesidad de tenerlos y saber dónde están. Lo mismo que la búsqueda de los hijos y las hijas nacidos en los campos clandestinos, que es una búsqueda de desaparecidos con vida”, agrega.
“Mi angustia es el odio y la violencia. Tengo en mi alma la ausencia de seres queridos y en el cuerpo el dolor de las torturas”, concluye.