La confirmación de que el presidente Alberto Fernández no irá por la re-elección sentó esta semana las bases para un rearmado del peronismo de cara a las PASO, pero la estabilidad política y económica no depende solo de eso. En las oficinas del ministro de Economía, Sergio Massa, observan el escenario de cortísimo plazo de la corrida que encendió el dólar Blue, pero aseguran que la solución general de ese problema, de la inflación y de un frente competitivo estará dado vía la reformulación de la madre de todos los conflictos: el acuerdo con el Fondo Monetario Internacional (FMI).
Hace varias semanas y con cierto hermetismo sus equipos técnicos vienen trabajando en lo que describen como “un rebalanceo” de todo el pacto que firmó el ex ministro Martín Guzmán sobre el préstamo millonario y leonino que tomó Mauricio Macri. Massa cree, al igual que la vice, Cristina Kirchner, que el acuerdo actual está perjudicando los objetivos de política económica y social, sobre todo después de desatada la guerra en Ucrania y una sequía que dejó al país sin dólares. “No hay margen para nada”, se sinceran. Lo paradójico es que, en Estados Unidos, los funcionarios de la administración Biden con los que negocia Massa la faz política y los avales de los cambios, coinciden en la lectura de que el programa “no está funcionando como un ancla de estabilidad” económica, sino que se volvió un boomerang en pleno año electoral.
En qué consiste el "rebalanceo"
En el quinto piso del edificio de Hacienda se describe el flamante proceso con el FMI -que estaría cerrado antes de la revisión del mes de junio- como un “rebalanceo” del acuerdo o, como aseguran funcionarios estadounidenses, “nothing off the table” (nada fuera de la mesa). Esta frase textual, que se usó en reuniones bilaterales, quiere decir -según supo Página I12-, que no se romperá el pacto firmado, pero todos los temas que hacen ruido estarán en debate.
Como pasó con la meta de acumulación de Reservas, el menú a rever será amplio e incluirá desembolsos futuros, cuotas, adelantos de dólares y hasta las famosas revisiones. En síntesis, la idea de Hacienda es que sin resolver eso, será imposible regular la marcha de la inflación y atenuar operaciones de la oposición sobre la estabilidad de los mercados, algo que viene ocurriendo de manera manifiesta a medida que se aproximan los comicios.
La trama de cómo y por qué se llegó a esta situación mezcla los avatares de la política nacional con un juego de necesidades geopolíticas mutuas, pero sobre todo de los Estados Unidos. Si bien es cierto que Massa bancó en el Congreso el plan que firmó Guzmán, esgrimen en su entorno detalles previos a esa rúbrica que muestran que hubo avisos tanto de Massa como del kirchnerismo para una negociación mejor que la que se dio.
En plena pandemia, el ahora ministro habló con su antecesor para recomendarle que no diera batallas perdidas por la sobretasa (penalidad que paga Argentina por haberle pedido Macri un monto demasiado elevado al FMI), y que el programa de Facilidades Extendidas tenía revisiones trimestrales que para Argentina serían un dolor de cabeza. Cerca de Guzmán dan una visión diferente, pero el resto aclara que hubo varias recomendaciones de buscar el mejor momento para hacer el acuerdo y no sobre el filo de la navaja. Eso terminó quebrando la relación entre el Presidente, Massa y la vice, y culminó con la salida de Guzmán.
El Presidente, la vice y la corrida
Los que conocen el paño de primera mano aseguran que Massa ya tenía, al momento de reunirse con Alberto Fernández en Olivos, una idea de que se vendría una decisión como la que formalizó el primer mandatario en un video de 7 minutos el viernes último. Esa mañana hablaron, presencia del titular del Banco Central mediante, de algunos puntos del rebalanceo del acuerdo con el FMI. Miguel Pesce intentó pasar desapercibido en ese encuentro, pero el Presidente creyó que la gestualidad de la foto entre ambos y la participación de Pesce sumaría a la idea de ordenamiento. Tanto que la relación del ministro con el titular del BCRA, según confirman ambos polos, se recompuso por la positiva, más allá de las ya manifiestas diferencias reinantes.
Massa piensa hoy, como siempre en su vida, que la política es la ordenadora. Esta vez no es la excepción, por eso esa misma tarde pasó por el Senado a charlar con Cecilia Moreau, Máximo Kirchner y CFK, con la que más allá de algunas visiones divergentes, habla casi a diario. Allí se conversó de política, de lo que viene y de cómo llegar sólidos a las PASO. A decir verdad, Cristina fue la primera que advirtió que el acuerdo con el FMI sería un condicionante, pero a eso hay que sumarle el factor inesperado de la sequía, que le restó al país 20 mil millones de dólares de un día para el otro. En uno de esos encuentros, Massa fue consultado, con bastante lógica, por la manera de transitar el corto plazo, donde los factores de poder y la falta de divisas presionan al Gobierno y al ministro para forzar una devaluación.
Para evitar eso, los agroexportadores ya les garantizaron a funcionarios de extrema confianza de Massa más de 200 millones en liquidaciones de exportaciones este mismo lunes y un ritmo en lo posible casi diario. Lo que están liquidando, de hecho, es el producido de aceite y harina de soja de porotos importados de Paraguay, porque los productores nacionales están en rebeldía contra el dólar agro de 300 pesos y pulsean para devaluar.
En paralelo, y enmarcado en el diálogo con Estados Unidos, ya tendría el ministro garantizados 5000 millones de dólares que con aval de la administración Biden desembolsarían el BID, La Corporación Andina de Fomento (CAF) y el Banco Mundial (BM). Esta semana, Hacienda difundió un video de Juan González, mano derecha de Biden para la región, adelantando que el aval político para eso está. Estados Unidos es el que tiene la botonera para permitir esos desembolsos. Este lunes, en tanto, habrá un test de respuesta de los mercados, que parecen reacios a darle al Gobierno un presente calmo con una corrida que no aún muestra los dientes.
Tecnicismos y rosca geopolítica
El rebalanceo del acuerdo con el FMI tiene dos vías, la técnica y la política. Respecto a la primera, los encargados de llevarla adelante son el viceministro Gabriel Rubinstein y el lavagnista jefe de Gabinete, Leonardo Madcur. Vienen ambos en una dinámica de reuniones diarias por Zoom con los funcionarios de Kristalina Georgieva. Los primeros contactos se hicieron en el viaje que Massa hizo hace unas semanas a Washington. Vale aclarar que la tarea no es sencilla porque el desfiladero es estrecho: hay que rebalancear sin romper el acuerdo, algo que Estados Unidos no quiere porque va contra normas internas, y tampoco renegociarlo, algo que entienden debería hacer el próximo gobierno.
Pero la crema del nuevo pacto se cocina en las altas esferas del poder político. Massa mantiene hace décadas una relación con lo que denominan “la escuela de los colombianos” que trabajan para el Partido Demócrata. Uno de los que habilita el juego es Dan Restrepo, quien fue el Consejero de Seguridad de Barack Obama. Hijo de padre colombiano y madre española, Restrepo conduce al bloque que integran el nacido en Cartagena Juan González y el hondureño Ricardo Zúñiga, subsecretario regional del Departamento de Estado, con quien Massa estuvo hace unos días en su paso por República Dominicana. “Son los más políticos y los que entienden las necesidades del país”, describen cerca de Massa al referirse al pack de negociadores del lado estadounidense.
Ellos fueron los que recibieron el informe del ministro sobre el impacto de la sequía en los números de la economía y a los que buscó convencer para hacerles entender que Argentina quiere cumplir el acuerdo con el FMI, pero que en estas condiciones es prácticamente imposible hacerlo sin revisar algunos puntos. “El pueblo no está para afrontar una situación tan compleja y precisamos revisar cosas”, les dijo. Naturalmente, la otra faz del pacto es que Estados Unidos ve que el Brasil de Lula Da Silva empezó a alinearse en el último tiempo con el eje Rusia-China, y quiere garantizarse un polo de estabilidad del occidentalismo en la región. Nada es gratis en este tipo de nexos.
El ojo “yanqui” en las PASO
Los negociadores argentinos hablan todo el tiempo con sus pares de Estados Unidos sobre que la única forma de garantizar paz social y crecimiento “es con una fórmula peronista” en la PASO. El tema en debate por estas horas es si habrá internas o una fórmula de consenso. Massa está más cerca de pensar en la segunda opción, con el candidato que surja de las conversaciones con CFK y el Presidente. La teoría es fortalecer el espacio para evitar resultados sorpresivos, que golpeen la economía, en las PASO. Algunas razones los avalan, como la furiosa corrida que se está dando a cuatro meses de las primarias y sin candidatos rodando. Los estadounidenses, por su parte, no creen ni descreen, pero tienen ciertas preocupaciones serias sobre el escenario futuro que tienen que ver con lo recién contado.
Los inquieta particularmente el fenómeno del libertario Javier Milei. Creen que, si los números de las encuestas son ciertos, el país tendrá un problema serio. Asimilan el proceso al de Jair Bolsonaro en Brasil, quien terminó haciendo una alianza con el republicano Donald Trump; y con el surgimiento de Nayib Bukele, el presidente de El Salvador que se hizo célebre por terminar con los pandilleros de Las Maras y hoy crece en apoyos internos desafiando el poder de los Estados Unidos.
Este diario consultó a diferentes fuentes del FMI y terminales en los Estados Unidos sobre qué ven en Juntos por el Cambio. “Indefinición e internas”, describen, y repiten que hay que mirar a Milei y sus chances. Una coincidencia con la esfera local: esta semana, en el Foro Llao Llao, el miting de ceos con la política que armaron Eduardo Elsztain (IRSA) y Marcos Galperín (Mercado Libre), el empresariado empezó a asustarse del tándem Milei-Patricia Bullrich. El libertario hizo agua con sus discursos y la titular del PRO moderó la verba para evitar el mismo rechazo. En este escenario actual de mucha complejidad, los factores de poder parecen estar mirando que la extrema derecha va camino a estrellar una nave en un mundo que no admite excentricidades.