Por más conocido de antemano que fuera el resultado, el Congreso Extraordinario del Partido Socialista del sábado es por lejos el acontecimiento político más trascendente de las últimas semanas en Santa Fe. La conducción partidaria fue llevando con arte político a sus bases hasta desembocar en la oficialización del pacto con el “diablo”: Una alianza que incluye como socio principal al único partido político que pudo canalizar, después de décadas de democracia, las ideas de la derecha argentina que siempre habían estado latentes pero sin posibilidad de acceso al poder, a excepción de los golpes de Estado. El PRO fundado por Mauricio Macri que lo llevó en poco más de 15 años de la Jefatura de Gobierno de Buenos Aires a la presidencia de la nación.
La estrategia socialista para pasear el elefante sin que sea visto fue rodearlo de otros elefantes. Esto incluyó recordar que ya habían alcanzado una coalición como la Alianza Santafesina que incluyó a una fuerza de centroderecha de Santa Fe como el Partido Demócrata Progresista. Lo cierto es que el PDP al lado del macrismo, puede presentarse como una fuerza del campo popular. Corriente interna que efectivamente tuvo en su momento y que se llamó Latorrismo.
Pero el elemento de mayor peso para pasar de esta comparación es que en ese momento el que convocaba y conducía la Alianza era el socialismo y el radicalismo provincial acompañaba para ingresar legisladores, algunos intendentes, concejales y presidentes comunales. Sin posibilidades de quedarse con los premios más grandes, la UCR estaba decidida a mantenerse en la escena como un partido de poder.
El otro elefante lanzado a la calle por el socialismo en tren de disimular al más gordo y pesado fue la exacerbación del antiperonismo. Otro elemento siempre latente en el PS y que dividió distintas posturas a lo largo de los últimos 30 años, incluyendo la ruptura mayor que llevó adelante Héctor Cavallero. Pero sobre todo, el proceso incluyó la demonización del kirchnerismo. A lo Maximiliano Pullaro que cuando puede le grita “kirchnerista” al gobernador Omar Perotti, por ejemplo.
En ese sentido es muy ilustrativo el cruce en Twitter del diputado nacional y secretario general del Partido Socialista en Santa Fe, Enrique Estévez; y el concejal de Ciudad Futura Juan Monteverde. “El socialismo aprueba en su congreso irse con el PRO. Hace años que denunciamos que este pacto viene gobernando la ciudad”, escribió Monteverde también en clave de precandidato a intendente de Rosario. Estévez con ese tuit capturado responde: “Juan, somos un partido democrático. Ya sé que no te gusta. Vos defendes a Maduro, hacés alianza con Perotti que privatizó el Banco de Santa Fe y sos kirchnerista de Cristina y Alberto pero para sacar unos votos hablás de la salud y la cultura del socialismo. Basta de cinismo”. Así está la cosa.
El objetivo de la disidencia interna del PS concentrada en BASES que conducen Eduardo Di Pollina y Claudia Balagué fue que la conducción oficialista pagara el mayor costo político posible. Por eso denunciaron que el congreso no tuvo nada de “democrático” porque no se permitió el debate interno. Y lograron a la hora de la votación instalar carteles con la leyenda “prohibido girar a la derecha” con la señal de tránsito incluida. Ese sector fue descalificado por la conducción al señalar que se permitió un orador por cada espacio para que exponga y que se llegó a ese congreso después de meses de “plenarios, discusiones y debates en cada seccional, barrio y espacio. El proceso democrático partidario es inobjetable”, escribió la concejala Susana Rueda en sus redes acompañada en la foto por el exgobernador Antonio Bonfatti que eligió ser el mudo de la película en todos estos meses de arduos debates. Unos creen que para ayudar otros en cambio piensan que no quiso arriesgar nada y salir lo más indemne posible de un momento tan difícil.
Más allá de los detalles, están las matemáticas como siempre. Un elemento que el análisis político desdeña pero que tiene un peso tremendo a la hora de las decisiones. Aparte de lo que pasó en el congreso socialista del sábado (El Gualeguaychú chico, como algunos ya le dicen en referencia a aquel congreso de la UCR que habilitó la participación del radicalismo en Cambiemos); esta conducción partidaria del PS había ganado una interna cerrada por el 68 por ciento de los votos cuando ya se veían las puntas de la sábana del fantasma de la alianza con el PRO.
Lo que eligió el socialismo por mayoría no es menor: Seguir gravitando electoralmente en la escena política y por ende alrededor del poder; o convertirse en una fuerza testimonial sin peso en las decisiones políticas. Aquello que dijo Raúl Alfonsín cuando un grupo de jóvenes lo consultó sobre qué hacer frente a un electorado que estaba girando a la derecha -”preparémosnos para perder muchas elecciones”- ni el propio Alfonsín pudo haberlo creído.
Más matemática. El actual intendente Pablo Javkin se cansó de pedir la reglamentación del Frente Progresista para que haya más participación de las otras fuerzas en la coalición que condujo por años el socialismo. Nunca se lo concedieron. Tuvo que ganarles una elección interna (la del 2019) para convertirse en intendente y poder tomar decisiones. Ahora la diputada nacional Mónica Fein y Estévez dicen que el socialismo “no se siente representado en el gobierno municipal”. ¿Cómo sigue? El propio Estévez peleará seguramente por la intendencia.
Por otro lado y dentro de la misma coalición, el lanzamiento oficial como precandidato a gobernador de Maximiliano Pullaro fue al menos raro con él parado en una tarima en el medio del campo en Esperanza. Se entiende que le daba un mensaje a ese sector productivo pero se lo veía demasiado solo. Cosas modernas de los inefables consultores de la comunicación política de estos tiempos que siempre se aprovechan de la soledad real que siente el postulante que se apresta para una batalla.
La prueba de que la senadora Carolina Losada está a punto de aceptar el enorme reto de ser candidata a gobernadora en Santa Fe es que Pullaro prepara la interna señalando que este es un momento para personas “con experiencia y carácter, no alcanzan las buenas intenciones”. Hay una sola destinataria para esa frase o al menos que ni Pullaro sepa a esta altura a quién le tocará enfrentarse.